domingo, 31 de diciembre de 2017

Ella, Hegel Y, Si Acaso, Yo (IV)

El post de hoy atiende a la petición de Ana, desde su blog http://ift.tt/2Ei9qAo y el de Mayte Blasco. La entrada de hoy, continuación , se desarrolla en un entorno de debate filosófico, como ha solicitado Ana, y comenzó (y seguramente proseguirá) en una biblioteca, como solicitó Mayte.

El anhelado cambio de tercio no tardó en llegar. Las protestas, las burlas y las bromas fueron apagándose progresivamente, como los terrones de azúcar en el seno de una buena taza de café. Julia retomó los mandos, y pronunció las palabras que daban paso a la siguiente discusión, no sin antes atizarme un mandoble al plexo solar:

“Bien, una vez recibida la excelente y extravagante aportación de Toni, que no ha tenido los arrestos de defender en público debate, eligiendo la táctica del avestruz, son los chicos los que tienen que proponer tema. Salvo que se rindan cobardemente, claro está”

La mueca de Julia al pronunciar estas palabras fue contestada inmediatamente por mi parte, con un prolongado trago de Gin Tonic Premium, enviando el mensaje a la concurrencia de que, en efecto, iba a mantenerme bajo tierra durante un buen rato. Así que el testigo de la representación de los varones presentes, iba a recaer en algún estúpido, en algún valiente con palabras repujadas, o en algún ser extraordinario que, ajeno a la atmósfera belicosa, simplemente quisiera seguir jugando. Y la cagamos. De haber podido, me hubiera tirado en plancha a su cintura para placarle, silenciarle, amordazarle, sobornarle o drogarle, con el fin de evitar que pronunciara las palabras con las que decidió enterrarme definitivamente.

“Yo quisiera proponer un tema de debate: La importancia de la planificación en la vida conyugal”

Vamos a ver. Cualquier persona en su sano juicio sabe que la planificación en la unidad conyugal o familiar es patrimonio exclusivo de la mujer, de toda la vida de Dios. Desde Altamira, desde Atapuerca, desde los glaciares, o desde donde uno quiera, las mujeres planifican y los hombres hacen el bestia. ¿A que viene reescribir la historia, otorgando una clara victoria al sector femenino?. Solamente un individuo en el mundo, en este y en cualesquiera de los otros existentes o por existir, contiene un ADN tan particular como para poder formular la pregunta, y contestarla, que es lo peor. Mi amigo, mi querido y singular amigo Sergio Tapia.

Amigo lector, no puedo presentarles a Sergio y a su historia vital, porque necesitaría diez vidas solo para ello. Pueden consultarla en los enlaces que les dejo al respecto, o en su defecto, en la Enciclopedia Británica, donde pone Moleskine. Pero puedo asegurarles que el debate iba a resultar movido y entretenido. Obviamente su equipo o sea, los varones prototípicos, sencillos, predecibles y manejables que pululábamos por la sala cual abejas buscando colaborar a la polinización de las aparentemente débiles y lindas florecillas, iba a recibir un sopapo seco, doloroso y frío, debido a su posicionamiento vital. Eso sí, si nos lo tomábamos con inteligencia, el descojone iba a ser generalizado.

Como es lógico, la primera de las chicas que tomó la palabra, que atendía al nombre de Maika, y que formaba parte de mi grupo de amigos desde la infancia, defendió a ultranza la planificación en el entorno conyugal, aunque en un entorno exquisitamente conveniente, la realización de las tareas domésticas. Sin duda lo hizo para motivar y soliviantar a las masas, a sus hooligans XX, pero desde luego, no fue casual. Los que tenemos buena memoria, recordamos cómo imitó, modificó y superó el modelo de Planificación Quinquenal de la Unión Soviética, para aplicarlo a la caza del chico que le gustaba, mi amigo Santi, que en estos momentos se rodeaba de alcohol, lima y cardamomo, que flotaban en lo que él llamaba Gin Tonic, y que a mí siempre me ha parecido una Sopa Juliana. Esa mente perversa, incluso superó una ruptura temporal con Santi, acostándose conmigo y con otro, hasta que consiguió que Santi atizara (al otro, afortunadamente), y se casara con ella en la capilla de este mismo Monasterio en el que celebrábamos la NocheVieja, tras una despedida de soltero un tanto azarosa.

Pero Maika no contaba conque la resistencia iba a provenir de sus propias filas, y con argumentos muy sólidos, vive Dios. Cuando Irene se levantó para tomar la palabra, pensé que iba a apoyarla por solidaridad femenina, pero fue enormemente sincera. “Maika, si quieres planificación, llévate a este tipo contigo un par de semanas, te lo ruego. Destrozó su Moleskine en un acto de amor infinito, tengo que reconocerlo, pero no ha podido desestructurar las neuronas, no conoce el significado de la palabra espontáneo, y si quieres te explico, dentro de tres copas, lo que Sergio entiende como un polvo salvaje en la mesa de la cocina.” Como yo esperaba, el descojone fue unánime, y el primero de los que se reían a mandíbula batiente, el propio Sergio. Probablemente había interpretado las risas como un apoyo unánime a su visión del mundo. O simplemente había aprendido a reírse de sí mismo. Me quedo con la primera.

Y no se trata solo de mi vivencia personal. Kant ya pensaba que el entendimiento actúa espontáneamente. Lo que quiere decir que para conocer, para saber, para aumentar la visión del mundo, nos basamos en datos empíricos, en reflexiones basadas en nuestras vivencias, para lo cual, es imprescindible un mínimo grado de espontaneidad.

No es que esté en desacuerdo“, atacó Julia, pero Spinoza advirtió que “el fundamento espontáneo del saber sólo requiere de la evidencia objetiva. Defendía que el saber puede organizarse en un sistema evidente, al margen de quien lo entienda, por la simple  transparencia y evidencia objetivas. Es decir, que para que podamos sacar mejor partido del proceso espontáneo de la generación del saber, necesitamos evidencias objetivas y sólidas, por lo que las ventajas de la espontaneidad, es decir, la adquisición de saber, se debería basar en experiencias catalogadas, estructuradas y clasificadas, lo que iría en contra de la actuación espontánea en todos los órdenes de la vida. Antes bien, nuestros actos espontáneos deberían ir enlazados y motivados por sucesos objetivos previos.

Aquí vi el cielo abierto. Había dejado un flanco débil, y mandé a mi vanguardia a atacarlo inmisericordemente. Total, el sexo estaba descartado.

Julia, ¿quieres decir con eso que el acto espontáneo de tirar tres vasos al suelo, de forma consecutiva, hacerlos añicos, y ser consecuentemente expulsada de la cocina ante el evidente riesgo de quedarnos sin vajilla, se trataba de un acto espontáneo, pero basado en la evidencia de que si caían al suelo se iban a espanzurrar, o bien decidiste consolidar la evidencia de que el primero acabó hecho migas, probándolo en dos ocasiones más, por si las moscas?

Había quemado mis naves pero, a veces, la espontaneidad va por delante de la razón. Esta última me habría advertido de que me quedase calladito si quería tener alguna oportunidad con esa chica, esa noche (improbable), o alguna otra noche. Pero es como el chiste del escorpión y la rana. Es más, aunque la chica, seguramente bajo los influjos de algún tipo de psicoestimulante, decidiese salir conmigo, una de estas décadas, ese episodio me iba a pasar factura. Me lo echaría en cara en cualquier otra Navidad, aniversario o simplemente algún viernes por la tarde, al azar. Lo que había conseguido aportar un nuevo conocimiento objetivo, que había adquirido espontáneamente, lo que me daba aún más la razón. Y a Kant. Y además, me permitía planificar el futuro, lo que no dejaba de ser un tanto paradójico, ahora que lo pienso. Mi futuro, obviamente, pasaba por relacionarme con algún tipo de muchachita que hubiese sido vaciada de cerebro o razón previamente, porque con cualquiera de las otras, lo tenía verdaderamente crudo. En algún momento, lo estropearía, seguro. Y aunque Saulo de Tarso también defendía en la Carta a los Corintios la excelencia del celibato, y lo recomendaba fervientemente, espero que por experiencia propia, un servidor no estaba dispuesto. Una cosa es mantenerse rodeado de un vacío intelectual durante el resto de la vida, y otra muy distinta que no se pueda tener sexo. Hay que establecer prioridades.

En cualquier caso, la noche avanzaba, los objetivos de los organizadores se estaban cubriendo correctamente. Sin duda, estábamos entretenidos. Y, en el exterior, empezaban a divisarse los perfiles de las montañas de la Sierra Del Guadarrama, que serían enfocados por la luz indirecta procedente del Este, ofreciendo su mejor perfil para ese imaginario retrato que podría ocupar las salas principales de las mejores pinacotecas, una especie de performance de sentidos; La visión de la sierra, el olor de la flora autóctona, el canto de los pájaros al alba,…el tacto de la mano que acababa de posarse sobre la mía, y el gusto de los labios que invadieron a los míos, cogiéndolos por sorpresa en el mejor de sus sueños.

(continuará)

 

 By DavidDaguerro (Own work) [CC BY-SA 4.0], via Wikimedia Commons


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