martes, 31 de diciembre de 2013

London Calling

Aunque no me identifique ni con la letra ni con el mensaje de la mítica canción de The Clash, no puedo por menos que reconocer que London me atrae con una especie de magnetismo singular que no puedo explicar con razones aisladas, ni hechos individuales, y ni siquiera con la conjunción de motivos.
La razón por la que en London me encuentro recargado no puede encontrarse en la Vitamina D, porque hay que reconocer que las placas solares aquí solo pueden ser utilizadas en la Tate Modern, Museo de arte Abstracto situado en las proximidades del Tamesis, que nos ha proporcionado excelentes momentos de discusión artística de alto nivel. Yo, defendiendo lo indefendible; por ejemplo la combinación tétrica (del tetris, quiero decir) que componían lo que con buena voluntad podrían ser considerados los restos de stock de un mayorista de fontanería, aunque mantenía un sospechoso parecido con el comedero que compramos para mi perro en otros tiempos. Salvo en un par de Picasso que había por ahí, que resistieron los envites críticos, la crueldad que aportaban mis compañeros de viaje al respecto de las habilidades artísticas allí exhibidas fue digna de reality show.
Y si no puedo encontrar las razones de mi "come up" londinense en el astro rey, simplemente porque no se le ve; tampoco en las visitas que realizo cuando me encuentro por aquí, porque los recorridos son prácticamente siempre los mismos: Camden Town y Portobello, National Gallery, British Museum y el triángulo Oxford Circus-Piccadilly circus-Hyde PArk.
Así que esta vez, decidido a realizar innovaciones y asumido el estrepitoso fracaso de la Tate, me decidí por una experiencia que nos permitiera a los churumbeles y a mí, desarrollar un estudio profundo y serio acerca de la realidad sociológica de London, desde una perspectiva cultural pero con un marcado planteamiento empírico; Un estudio de campo, vamos. Y allá que fuimos. Al campo.
Tras un detallado estudio de las opciones, cine, musicales, museos, compras, iglesias,...finalmente nos decidimos por la opción innovadora y agresiva, con los enormes riesgos que eso conlleva. Y con claro desprecio a nuestra integridad física en aras de la ciencia, nos encaminamos el 28 de diciembre por la mañana al mítico Upton Park, coliseo en el que juega el West Ham United. Nada menos que nos encaminábamos a ver un partido de la Premier League. Y no cualquier partido. Un tremendo West Ham-West Bromwich Albion, en el que se jugaban nada menos que salir del puesto nº 19 (West Ham) y el nº 15 (El West Bromwich)
Estos estudios no pueden realizarse de cualquier forma, y los preparativos fueron minuciosos y serios. Tras recorrer la web de la Premier y llegar a la conclusión que el West Ham viene a ser como el Rayo Vallecano y que a duras penas conocíamos a 2-3 jugadores, el despliegue de compra de entradas, camisetas, merchandising, etc. viene a ser bastante mejor que el de los Lakers o allí se andan, y nos decidimos a comprar entradas en algún lugar del campo. Lógicamente para nosotros estar situados en los asientos 55 a 57 del East Stand Upper, es como si a un guiri le dices que le toca el Fondo Sur del Bernabéu. Pero la ciencia es la ciencia, y nos decidimos a abordar la compra con 46 pounds para una servidora y 1 pound para cada uno de los muchachos. Primera lección. A ver como lo dices al niño que no le llevas al fútbol por 1 pound.
Examinamos con cuidado el plano del metro y para variar cogimos el bus 74 hasta Oxford Street y luego el metro. Dado que desconocíamos horarios y costumbres, nos fuimos con 3 horas de antelación , con una elevada sospecha de que nos íbamos a aburrir como ostras antes del partido. 4 estaciones antes localizamos a un muchacho con la bufanda del West Ham y empezamos a pensar que igual no era tan pronto. La avalancha de gente a la salida del metro nos confirmó la sospecha. Los tenderetes llenos de merchandising oficial de los equipos y las pintas de cerveza a las 11:30 AM, a razón de al menos una por individuo mayor de 25, nos hizo pensar que igual habíamos llegado un poco tarde.Compramos una bufanda de los de casa, asumiendo que igual nos mandaban con los ultras contrarios y que deberíamos ocultarla precipitadamente.
El acceso al campo fue muy tranquilo. Lo cierto es que el hecho de que los stewards (donde va a parar, da mucho más respeto un steward que un segurata, aunque sea lo mismo) midan casi todos más de 1,90 (en millas no se calcularlo), ayuda mucho a mantener la calma. Fuimos a dar la vuelta a Escocia y volvimos por la puerta correcta, gracias a un amable profesor de inglés que da clase en Córdoba, hincha del West Ham y que consiguió marcarnos la ruta correcta, así como la crónica del partido: bajas del equipo local, la mala planificación de pretemporada,...Como en casa, vamos.
Llegando a nuestro sitio, tras certeras (creemos) explicaciones de los empleados, todos encantadores y comprensivos con su pobre nivel de inglés, accedimos a nuestro asiento con tiempo suficiente para disfrutar de los preparativos.
La parafernalia inicial, como si fuera la final de la Champions: Música, saludos, alineaciones...Y primera sorpresa: Nicolas Anelka en el equipo inicial de los rivales. Comenté con mi hijo que correr no correría , pero que si le dejaban las enchufaba todas.
Poco a poco se fueron incorporando los compañeros de grada. El mío, un señor de unos 78-79 años, con el que mantuve una correcta conversación durante todo el partido, a pesar de que los comienzos fueron duros. Me preguntó por algún matiz que supongo que estaba relacionado con el partido, pero al hacerle saber mi procedencia celtíbera, el hombre se debió percatar de que a su izquierda iba a tener poca conversación. Pero yo mantuve el tipo, realizando atinados y profundos comentarios tácticos, del estilo "nice shot" , que debieron resultarle interesante, porque en cada jugada relevante decidía compartir conmigo su perpectiva, y en los goles, tanto él como su compañero de la derecha, pasaron a considerarme como un hammer de los de pura cepa, con afectuosos saludos y abrazos.
Por la izquierda, me sentí muy feliz de ver cómo mis hijos empezaban a rentabilizar la cantidad de pasta que hemos invertido en su formación idiomática, poniendo cara de asombro y terror cuando el speaker oficioso decidía compartir con el resto de la grada su disconfort con algunas de las jugadas de la defensa local, con términos no estrictamente técnicos. No le faltaba razón, dicho sea de paso.
En el descanso, dificultades técnicas en el avituallamiento, dado que el camarero no conocía la pronunciación correcta de las famosas patatas fritas Walker´s, que tuve que repetirle en varias ocasiones, dado que en las primeras se empeñaba en darme gominolas (véase London para más información sobre este tema)
Como en la primera parte el equipo local se había adelantado a los 5 min, y luego encajó 2 chicharritos, la segunda parte comenzó con cánticos de los aficionados contrarios que parecían ser mayoría, hasta que los locales empataron y remontaron. Entonces éstos se vinieron arriba, señalando con el dedo hacia la zona de los contrarios, cantando alguna estrofa que no me pareció especialmente amistosa, pero vaya vd. a saber.
Final del partido 3-3 con 2 goles de Anelka, jugando en 4 metros a la redonda. No creo que sudara.
Al finalizar el partido, desbandada general, y reagrupamiento en una cola de unas 2.000 personas para coger el metro. No creí ver ni una mala cara salvo la nuestra. Llegamos a las 16:00 a Trafalgar Square, habiendo salido a las 11:00 más o menos. O sea que ir al fútbol es echar el día. Algo que aprendimos.
Lo cierto y verdad es que la experiencia fue inolvidable. Mis hijos y yo lo pasamos de escándalo, y guardamos las arengas del speaker como parte de nuestro futuro vocabulario británico. No es que sea muy académico, pero te mimetizas rápidamente.
De esa experiencia he podido obtener mucha información: En primer lugar, que el próximo viaje incluirá partido de la Premier y todo lo demás. En segundo lugar que los padres e hijos pueden ir felices al fútbol y les acerca. Y en tercer lugar que el magnetismo que atribuyo a London, a lo mejor debo atribuírselo al tiempo que comparto con los niños, y que a lo mejor me siento igual de bien en Touluse o en Estocolmo, pero con ellos.
Maybe.

sábado, 21 de diciembre de 2013

De aquellas catas, estos caldos

Estimulado por la explosiva mezcla de mi optimismo incurable, y los matices navideños que suelen presidir mis actos y pensamientos, propuse incorporar a los habituales ritos de estas fechas una nueva conmemoración, con la respetable esperanza de que pasase a ser considerada una nueva tradición familiar.

Por supuesto he contemplado una amplia gama de posibles opciones, desde el puenting hasta el balconing, pasando por el piercing y el relaxing cup of cafe con leche. Descartadas unas opciones por canguelo (puenting y balconing), por edad (piercing) y por el sentido del ridículo (el relaxing lo que sea), fui afianzando mi propuesta hacia áreas de conocimiento más útiles e innovadoras, como la ecología. Perdón, quería decir la enología. Es igual, nadie me hubiese creído.

No voy a aprovechar estas líneas para hacer una apología del vino, primero porque no hace falta y segundo porque no estoy tan versado en dicha materia. Sí que me ha sorprendido saber que la primera borrachera documentada de la historia se produjo en 8.000 AC, máxime si consideramos que fue el propio fabricante el que se pilló la cogorza con su propio vino. Parece que ese episodio histórico se produjo en el Monte Ararat; Hay que darse cuenta que la colina esa tiene más de 5.000 metros de altura y que debe hacer una rasca notable, lo que podría justificar que uno se plimpe su vino, y cualquier otra cosa.

De hecho, ya que ese primer fabricante vitivinícola parece que fue el propio Noé, el del arca (que en aquel entonces no estaba perdida), puede explicarse mucho más fácilmente el hecho de que se dedicara a emparejar animalitos. No te digo lo que hubiese podido hacer con un peta.
En fin, una vez tomada la decisión de elegir un festivo acto de cata vitivinícola como aspirante a nueva tradición navideña, procedo a comunicárselo a los elegidos, y propongo que de ese democrático Tribunal, se decidan los caldos que se ofertarán en la mesa navideña. Como se decide entre varios, las críticas pueden repartirse de forma alícuota lineal y no cronológica, con lo que salgo ganando de calle.

Una vez realizada la convocatoria formal, pasa a debatirse al respecto del lugar seleccionado para la cata, y por abrumadora mayoría se decide una comarca y municipio, de histórica tradición vitivinícola como Alcobendas. ¡ Qué mejor ubicación!
En cuanto a la taberna en cuestión, podemos describirla fácilmente diciendo que se parece a la bodega de la que hablaba en Molina, como un huevo a una castaña. Se trata de un honrado establecimiento de unos 6 meses de antigüedad tirando por lo alto, y con extraordinarias vistas a ...nada.

El mesonero jefe, un corpulento treintañero, con impecable delantal y camisa fúnebres. La concurrencia, escasa. Y todo ello un viernes a la hora de comer. Añadamos que las dos terceras partes del jurado habían comenzado bebiendo coca cola (la división de seguridad) y una Heineken (El área comercial), y la previsión de desastre absoluto de la nueva iniciativa navideña, planeaba en vuelo rasante por encima de nuestras cabezas.

Una vez que me incorporo al mesón, procedo a dar por iniciado el concurso, solicitando del sumiller (y camarero y lavaplatos y contable y lo que sea), sendas copas de vino para los miembros del jurado, donde yo asumía el área sanitaria, por razones obvias y porque de vinos, entiendo lo justito.

En honor a la verdad, sabíamos que había vino porque lo anunciaba en internet, pero botellas se veían poquitas. El mesonero nos miró un poco extrañado y tras reiterar nuestra petición, se atrevió a proponer el primero de los caldos objeto de cata, recayendo la elección en un vino titulado Garnachas de España, y con una emotiva historia sobre la defensa a ultranza de unas vides centenarias riojanas, que iban a ser objeto de troceado para asar chuletas u otro noble destino similar.

Al ser el primero, y nosotros generosos cristianos, y también que el vino estaba bueno de narices ( y de paladar y de gusto en boca y de todo), inmediatamente decidimos incorporarlo a la zona de pre-envasado más próxima es decir, en la barra, y a nuestra vera. Estaba un pelín solitario y solicitamos otra unidad que le sirviese de escolta.

Aquí se produjo el primer resbalón de la cata, porque el mesonero, al ver que sus propuestas se aceptaban por unanimidad y con mucho entusiasmo, se vino arriba, se apalancó en el cuadrante G3 de la barra (o sea el nuestro), y procedió a realizar una defensa beligerante de los Vinos de Toro frente a la popular creencia de que son unos vinos recios, para hombres y que deben ser servidos con cuchillo y tenedor, lo que dicho sea de paso es una verdad como un templo. Le escuchamos cortesmente, nos plimpamos la copa, para que no se dijera y porque a eso íbamos, y le pedimos otra copa, sin invitar a la botella a pasar al área de expedición.

Lo cierto es que ese pequeño resbalón no consiguió entristecer al sumiller, que decidió pasar a una ofensiva total exponiendo a un par de excelentes caldos, Eñe y El buen ebanista, a la durísima crítica del Jurado, que todo sea dicho , fue debidamente sobornado por un Queso extraordinario y unas sardinillas de la Pobla do Caramiñal, que pudieron haber suavizado su reconocido espíritu crítico.

Imprescindible mencionar la notable diferencia entre el envejecimiento en barrica de roble francés y americano. No me enteré muy bien de los aspectos técnicos, pero parece ser que el roble francés es mucho más caro con lo cual, entre que es francés y que es caro, parece obvio que la próxima barrica será americana, y será en otra vida.

Como decía Laín Entralgo, el que solo sabe de Medicina, ni de Medicina sabe. Y completamos la jornada docente con unos relevantes conocimientos geográfico-geológicos, al respecto del Moncayo y de la influencia de la composición del terreno en las características del vino. Considerando que yo del Moncayo solo sabía que debe hacer un frío importante, parecido al de la colina de Noé, ampliamos de forma inesperada mis conocimientos de EGB.

Lo demás, es muy previsible; El sumiller a punto de cantar el Asturias Patria Querida, sin llegar a probar una copa, y ya un amigo para toda la vida. La VISA encantada de ser aireada
y el Jurado, sobornado pero contento. En cuanto a los caldos, prestos a ser degustados con el fun fun fun, que ese será otro relato.

Lo cierto es que para ser una iniciativa espontánea y novedosa, no digo yo que no seamos capaces de repetirla el año que viene, puesto que la experiencia fue cálida, agradable y aceptablemente cara. Vale que hay tradiciones y tradiciones, y que esta no es muy religiosa (más bien pagana), pero mejor que el Halloween, fijo.

Y lo pasamos de coña, que es lo más importante.

martes, 26 de noviembre de 2013

Pre-wiwichu

Como ya he confesado en otras ocasiones (véase wiwichu), cuando se aproximan estas fechas, empieza a mejorar mi carácter de forma manifiesta y sospechosa. Digo manifiesta porque mis amigos y familiares convocan manifestación para celebrarlo. Y digo sospechosa, porque todos los que me rodean recelan de ese acusado cambio conductual, hasta que observan el calendario, y entonces se lo explican.
Dentro de las rutinas habituales de estas fechas, se incluyen los tradicionales viajes a Londres (este año también), los cambios de guardia (este año ya no), y la previsualización de dulces, espirituosos y engalanamientos navideños varios.
Para la cosa de la logística alimentaria, suelo confiar en la experiencia y criterio profesional de las mejores plataformas de distribución alimentarias (vamos que me acerco al MAKRO), en mi infatigable búsqueda de un champagne francés similar en calidad al Dom Perignon, pero que no cueste 120€ por botella. Hasta la fecha no lo he conseguido. El problema con este champagne es beberse la primera copa. Si no lo pruebas, pues no hay problema alguno. te sigues atizando el Codorniú, y más feliz que una perdiz. Ahora, como te lo lleves a la boca, tienes un martirio seguro. Si lo compras, porque 1 botella por día de fiesta son 4 botellas y multiplicado por 120€, sale un pastón. Y si no lo compras, porque te llevas a la boca la copita de cava y los lagrimones rebosan sin dique posible.
Por supuesto que hay mucha gente que se apaña con el Cava, e incluso con la Sidra. ¿Qué les puedo decir? Que bienaventurados ellos porque se ahorran un disgusto. Por favor, seguid en la ignorancia enológica, porque es mucho mejor para vosotros.
Lo bueno que tiene la búsqueda de un imposible, como ese champagne que sepa igual y cueste menos de 40 €, pongamos por caso, o del Santo Grial, o del Arca Perdida, o del árbitro competente o del periodista objetivo, o del análisis de sangre que no duela, es que uno no se agobia mucho, porque ya sabe que la misión es imposible. Y se autodestruirá.
Yo, por ejemplo, sigo empeñado en acudir al Concierto de Año Nuevo de Viena (porque lo de los trampolines me da vértigo), y tengo la enorme tranquilidad de saber que en un futuro próximo es imposible. Unos años por una cosa (4.000€ por persona mas o menos), y otros por otra (cada persona más o menos 4.000€) Por tanto no me estreso en absoluto. Aunque todos los años me levanto (resacoso) y pienso que debería estar mezclado entre todos esos caballeros uniformados con chandal negro y pajarita. Y me lo planteo como objetivo vital del año siguiente.
En cambio, en el negociado de la ornamentación del adviento, este año he detectado una novedad espectacular. Habitualmente, en casa siempre se ha colocado un muy digno abeto de un material compuesto por estructuras poliméricas de carbono. Vale, de plástico. Y hete aquí que el mencionado abeto, no parece poseer hoja perenne, o al menos ya no es perenne, porque está bastante destrozado.
Yo soy muy partidario de aplicar un cambio radical en Navidad, y en esa línea filosófica, me he lanzado al monte (literal) , en busca de un abeto menos polimérico, y he descartado la idea por razones fundamentalmente térmicas. También organizativas, porque la que me iban a organizar en casa no iba a ser pequeña. Por tanto, vuelta a las raíces (poliméricas)
Pero la innovación de estos grandes artistas de los objetos cotidianos no tiene fin. Y los únicos que hemos encontrado son de ramas de quita y pon. Te lo dan montadito, pero esta inexplicable costumbre de quitar el árbol pasada Navidad, te obliga a desterrar el abeto al trastero. Y aquí viene el problema. Que tienes que desmontarlo rama a rama o dejarlo desplegado con la ropa de verano.
No he conseguido entender las razones de que el diseño obligue a echarle un buen rato para desmontar el árbol y volver a montarlo rama a rama el año siguiente. Igual es que el diseñador es aficionado a los puzzles o simplemente un poco cabrón.
Pero para variar, he procedido a componer un análisis algo más filosófico, y casi seguro menos ajustado a la realidad. Porqué no encontrarle la perspectiva metafórica (más bien metafísica)
Pongamos la siguiente hipótesis literaria: El árbol es como nuestra vida y cada una de las ramas es uno de esos sucesos individuales que la van condicionando. Y pongamos que cada uno de esos sucesos es adornado por nuestra particular perspectiva de ellos. Y a base de sumar cada uno de ellos colocados como un castellet, vamos forjando nuestra historia vital. Y ya puestos, podría ser que el tronco del árbol esté formado por nuestras características más profundas, más arraigadas. Y la base del árbol, esa pieza cruciforme que lo sujeta al suelo, nuestros apoyos.
Y siguiendo con la metáfora, el espumillón sería nuestro día a día, que va rodeando nuestro árbol llegando a todas las ramas. Las esferas de navidad, esas bolitas que cuando éramos niños se caían y se destrozaban en miles de fragmentos especulares, podríamos asemejarlas a esos sueños que inyectan cada situación vital, los anhelos, las esperanzas. O sea que antes se caían y se destrozaban. Y ahora, caen y rebotan, muy probablemente porque sean sueños de peor calidad o con menos calado.
Aunque también puede ser que sea una metáfora de las muchas veces en que a la vida, hay que echarle muchos ...esferas.
En mi árbol, donde habitualmente hay una estrella tipo cometa Haley, he colocado dos: Una con pelo de punta y otra con melena hasta la cintura. Las dos a la misma altura y de la misma época. Y aunque no he visto los cables, arrojan una luz azulada que me permite orientarme en la oscuridad. Y así será durante muchos años. No me cabe duda.
Pre-wiwichu a todos.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Soneto a un amigo (in memoriam)


Vi a mi amigo llorar sin cesar,
y motivos tuvo para hacerlo
siempre dudé que pudiera verlo,
fue algo muy difícil de aceptar

Si para él la vida no fue fácil,
aunque el triunfo le pudo sonreir,
percibía tristeza en su sentir
aunque a su destino le fue dócil

Si hay algo extraño en el querer,
a más querido, más desconocido;
hay reglas delicadas de entender

Si en vida no me pudo sorprender
nunca por eso fue menos querido
Yo lo hice, no lo puedo esconder 


Haiku Sonrisa

Haiku: tres versos de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente, sin rima

martes, 29 de octubre de 2013

Opera Prima


Fueron tiempos de valor y de inconsciencia,
de audacia y de locura, entusiasmo e insensatez.
Siendo el mismo o no lo soy o no lo era. O lo fuí o ni siquiera.
Vivíamos la infinita indulgencia de la primera vez.

Entonces había luz en la gruta, sol en la tormenta y esperanza en el caos.
Hoy es negro el resplandor, hay tempestad en la calma y desgracias por doquier.
Desde entonces hasta ahora, la erosión del alma, la caída del velo
y el dolor de la traición.

Pero ella coge el pincel, me dirige su sonrisa y pinta el atardecer.
Y sin aviso, como un perrito sumiso, me veo en aquellas tardes
donde nada era más importante que una puesta de sol.

Me giro hacia la gruta y veo cómo reluce;
No hay tempestad ni lluvia
Quizás algunas nubes, que viajan sin temblor.

Con miedo lo diviso, lo disfruto y lo amo, me preocupa y me seduce.
Y comprendo que es etéreo, que se puede evaporar,
como el rocío de las flores que solíamos contemplar.



sábado, 12 de octubre de 2013

Molina

Aterricé allí por casualidad y por sed. Yautomáticamente 40 años atrás. Nada más franquear el umbral. El olor a uva, a residuos alcohólicos, a lecheras de latón llenas de clarete, me trasladaron a la Plaza de Las Monjitas, donde estaba la bodega del barrio. Al fondo las tinajas empotradas en la pared con sus grifos de cobre. El mostrador de chapa con originales grifos invertidos para limpiar las botellas y recargarlas con la última cosecha. Dos o tres parroquianos a la derecha, en el reservado vip, la zona de la barra donde las amas de casa no se atreven a poner pie. Y mientras me recuperaba del deja vu, las voces in crescendo: "¡¡¡Que te digo que Molina no hacía así...¡¡¡"
La patogenia de las mismas correspondía a un individuo prejubilable si hubiese trabajado en una empresa seria. Manos amarillentas con toques de color caoba. Dientes indescriptibles. Pelo peinado a raya de AutoCAD. Gomina de la que Cristiano estaría envidioso. Patrico diría yo. Traje barato pero de raya milimétrica. Corbata oscura y estrecha sobre camisa blanca última moda de los 60. Peluco de oro con cadena recién limpia. Pañuelo que asomaba formando un perfecto isósceles sobre el bolsillo de la chaqueta.
Al otro lado del ring, dos contrincantes coriáceos. El de la izquierda, llevaba un mono de Boss, con las correspondientes marcas de grasa en rodillas, codos y muñecas. Yo creo que los venden así, con esas manchas, para darle impacto al cliente. Digo de boss, porque evidentemente el tipo era el jefe de algo. Posiblemente el jefe del único aprendiz del único taller no servicio oficial en 5 km a la redonda. El otro, parecía ser el dueño del kiosco de prensa, por el aire de intelectual, porque estaba en la bodega y porque no parecía tener muchas ganas de trabajar.
La conversación seguía elevada en graves y agudos, y me temí lo peor, la típica bronca en bareto de barrio, y pagué mi vermouth de grifo (como le encuentren algún antioxidante beneficioso para la salud, dejará de cortarse con cuchillo y tenedor y se venderá en brik, en vez de servirlo en microvasos directos del grifo. Y no pondrán boquerón en vinagre ni olivas de acompañamiento), de forma un tanto atropellada y con propina desproporcionada para aquellos lares.
Mientras recogía con prisas, se empezaba a mencionar a parientes de ambos bandos a voz en grito, y enfilé la puerta decidido a salir de allí antes de que llovieran los crochet, que fijo sabían darlos.
En esas estaba cuando el prejubilable dijo aquello de "pues te lo voy a demostrar" y sin pausa alguna comenzó a voz en grito "...y cuando siento una peena, lanzo al viento miiiiiiiii  iiiii iiiiii   iiii cantar. Soy minero..."
Por las expresiones que vi en sus contrincantes, se conoce que algo de razón debía llevar, porque tanto el boss como el del kiosco relajaron sus expresiones mudándolas por un rictus tierno y nostálgico, y solicitando en el acto una nueva ronda en justo homenaje a su contrincante tertuliano.
Fue ponerle el chato de vino, y el cantante se dirige hacía mí. "Jefe, a que llevo razón?" Y yo, aún estupefacto de la discusión, las paces y la demostración, solo pude decirle: " Aunque eso solo podría decirlo Don Antonio, en mi opinión lo ha clavado vd." Con esa respuesta, completé mi paso hacia adelante, a otros tiempos y otros niveles estelares, no estoy seguro que mejores.
Y mientras que caminaba hacia zonas más desarrolladas en apariencia, recordaba a Antonio Molina, en lo que probablemente es el mejor videoclip de la historia, dirigirse hacia la mina, como el de Hamelin, llevando una cohorte de probos productores mineros a sus espaldas, y cantando a voz en grito, con tanto o más acierto que el de la taberna.
Soy minero. Antonio Molina
P.D.: Esta anécdota es completamente cierta, aunque su protagonista, que la compartió conmigo, desgraciadamente nos dejó hace 23 años, si no lo recuerdo mal. Como hay pocos días que no lo recuerde, he decidido plasmar el recuerdo en esta deliciosa anecdota

sábado, 5 de octubre de 2013

Seis grados de separación

"En 2011 la empresa Facebook realizó un estudio denominado “Anatomy of Facebook”2 con todos los usuarios activos de su página en ese momento ...Los resultados mostraron que el 99,6% de pares de usuarios estuvieron conectados por 5 grados de separación. "

Debió ser en aquella cena navideña. Nunca los poníamos juntos porque temíamos salir escaldados por la deflagración. Uno a un extremo de la mesa y la otra en el contrario. Era la única forma de que todo transcurriera en paz. Aún así se las apañaban. Si se hablaba de política, uno era rojo granate y el otro azul falange, y no necesariamente en ese orden. Si el tema era deportivo, uno era antitaurino y el otro descendiente directo de Marcial Lalanda. No os cuento si se trataba de hombres vs. mujeres. El extintor debía presidir la mesa, para la seguridad de todos.
Pero en aquella Navidad, y en medio de una de sus típicas discusiones, en esta ocasión creo que era Visa vs. American Express, o algún tema similar, cuando creían que estábamos concentrados en el excelente Ribera (que ya tenemos una edad), le pillé lanzando hacia la antártida de la mesa una sonrisa que jamás había apreciado en su rostro. A velocidad de vértigo deslicé mis ojos hacia el hipotético destinatario. Durante algunos segundos, los imprescindibles para la acomodación de los músculos oculomotores, pensé que el caldo ribereño había ascendido en exceso o simplemente que debía revisar mi graduación.  Hasta que detecté unas sospechosas manchas de color rojo brillante, hemáticas,  en lo que debería corresponder a las habitualmente paliduchas mejillas de ella. La que ocupaba el polo sur se había ruborizado como una colegiala adolescente.
Me costó entenderlo y aceptarlo. Probablemente me indigné. Esa pareja de maleantes había estado jugando con nosotros desde  la infancia. Recordé los juegos infantiles, donde siempre iban en equipos distintos. Jamás se ponían juntos en clase. No compartían meriendas ni chuches. En cualquier juego competitivo casi necesitábamos la presencia de la Benemérita para evitar un drama. Recuerdo un día con el trivial. Dios bendito.
No tuve que esperar mucho. A la salida de la cena, atenacé a mi amigo con una mano sabiamente dirigida a su carótida, y segundos antes de desmayarse me confesó que ella esperaba un hijo suyo. Me costó un momento decidir si le remataba o si le reanimaba. Entiendo que decidí hacer lo segundo porque sigo en libertad.
A los pocos días,  y tras haber rechazado múltiples llamadas de ambos, tal era mi estado, mezcla de estupor, asombro e indignación por la Divina Comedia que aquellos farsantes habían representado, acepté reunirme con ella, a él no quería acercarme por si completaba el intento homicida.
Eligió bien. Es muy lista. En ese mismo bar habíamos tenido algunos escarceos adolescentes a los que ambos pudimos sobreponernos con facilidad. En la misma mesa, y probablemente en la misma silla.
A mí me cedió la posición más alejada a la salida, seguramente para impedirme una huida precipitada. Y entonces me lo contó.
Por supuesto, como excelente ejemplar del sexo opuesto que es, se liberó inmediatamente de su responsabilidad y decidió transferírsela a algún pobre diablo sin los suficientes recursos para defenderse. A mí.
"La culpa es tuya, nene. Cada vez que discutíamos él y yo, tu venías y me describías todas sus cualidades. Es verdad que nunca te creí, porque tú eres su amigo, más que su hermano. Has compartido con él tantas cosas que tu objetividad debía ser seriamente cuestionada. Tantas fueron las discusiones, y tantos los elogios que le hacías que un día decidí escucharte. Me dijiste que era la mejor persona que podría existir, no lo he olvidado. Que pondrías tu vida en sus manos sin dudarlo. Y me pilló en uno de esos días. No, no de esos mensuales, machista imbécil. Uno de esos días en los que estás más receptiva a ideas y personas disparatadas. Y le llamé"
Cuando el mentón comenzó a golpear el borde de la mesa, tal fue mi asombro, cerré la boca y dejé que continuase, ya completamente derrotado.
Lo que vino a continuación ya fue más de lo mismo, cómo volvieron a quedar en una y otra ocasión, cómo se presentaron a sus familias,  manteniendo el pacto de sangre de no decirnos nada a los amigos, por si las cosas se torcían, para que no pudiéramos sentirnos incómodos. Me describió con todo lujo de detalles cómo descubrieron que tenían los mismos gustos ocultos. El por las novelas románticas y ella por el cine negro. Ella adoraba la velocidad, mientras que el coche de él parecía sacado directamente de Maranello. El le reveló sus secretos más íntimos, cómo lloraba a lágrima viva con los musicales de Broadway; Incluso le enseñó los recortes de las novedades de la Pasarela Cibeles. Ella tuvo que confesar que con los hombres no tuvo ninguna suerte, ninguna.
Cuando pedí la cuenta, ya estaba vencido, perdido, entregado y plenamente derrotado en la técnica y en la táctica. Y pase de odiar a mi amigo por su traición más absoluta, a envidiarlo de una forma total, íntegra y superlativa. No es solo que tenga la historia de amor más perfecta posible, sino que ha podido deshacer uno detrás de otro los seis o seis mil grados de separación que había entre los dos. Y en cada unos de esos nudos que iba deshaciendo o cortando, se hacían más grandes.
El, ella, y sobre todo ellos.

jueves, 3 de octubre de 2013

Bipolar

No son pocas las veces que me he reído interior y exteriormente de las frases pedantes, rimbombantes y probablemente carentes de contenido con las que nos suelen deleitar algunas de las rutilantes estrellas del firmamento literario (he picado, mira que ha quedado pedante)
De entre ellas, mi preferida es "me encontraba en un  vacío creativo...que duró n lustros..."
Siempre he reflexionado acerca de esos vacíos creativos, y siempre he llegado a la conclusión de que el vacío era más de ganas que de inspiración, y más de actitud que de creatividad.
Y en estas que yo mismo me encuentro en un ...socavón creativo de agárrate y no te menees, y pensando "mira que si fuese cierto lo del vacío creativo", y planteándome seriamente pedir disculpas a distancias a los ofendidos, cuando una sencilla conversación con una experta profesional socio-sanitaria, me sacó de dicho barranco imaginativo.
En dicha conversación, se destacaba la importancia de la creatividad, la riqueza de vocablos y la empatía a la hora de afrontar las evidentes diferencias semánticas y gramaticales que se producen entre los profesionales y los usuarios de las nobles artes sanitarias.
No es la primera vez que los duelos gramaticales entre profesionales y los que esgrimen la tarjeta sanitaria son motivo o inspiración para uno de mis escritos (véase "El derrape cerebral"), pero no podía por menos que compartir con los lectores de antoniadis9, todos ellos ávidos de información sanitaria rigurosa y veraz, los pequeños desencuentros semánticos enfermero-enfermado, con el inocente fin de confeccionar paulatinamente un modesto diccionario español-paciente, paciente-español.
La usuaria en cuestión, perpleja antes las oscilaciones aparentemente injustificadas de su tensión arterial, decidió que su particular situación debía merecer alguno de esos términos extraños con los que los sanitarios suelen clasificar a casi todas las cosas que le pasan a uno.
Descartado que ella pudiese ser "hipertensa", porque sus 84 años anteriores tenía la máxima en 9,5, y mucho menos eso de la hipertensión esencial, porque en su caso, no era "esencial", sino más bien anecdótica, decidió que el término médico que mejor le encajaba era "bipolar", ya que unos días tenía la tensión normal, y otras la tenía alta.
Bipolar me he quedado yo cuando mi fuente me ha contado el episodio, porque no sabía si echarme a reír o salir corriendo a escribirlo, no se me fuese a olvidar. Y no ha sido el único equívoco, el otro me lo dejo para otra entrada.
Luego he pensado que la paciente podía tener algo de razón, ya que los factores emocionales influyen en las cifras tensionales, y si uno se encuentra en posición de "polo negativo", igual la tiene más alta y a la inversa. A ver si se refería a eso, aunque lo veo poco probable.
Lo cierto es que esa "bipolaridad" ha conseguido sacarme del abismo creativo, y hete aquí que me encuentro aporreando la tecla, con una agilidad y entusiasmo que no tenía hace unas semanas. Así que mi respeto y agradecimiento a la paciente y mi gratitud literaria y mi corazón al completo, con sus aurículas, sus ventrículos y el resto de sus cosillas, a mi fuente. Y que me cuente muchos más.
Y yo, probablemente bipolar desde hace algunas semanas, me he enganchado definitivamente al polo positivo, reconociendo que el otro tiene fuerza suficiente para llevarme al lado oscuro en cualquier momento. En parte será por los que me rodean, que me merecen aún más positivo. En parte por el deseo de ser y estar positivo, en parte por las sorpresas auxiliares de la vida, bipolares normalmente, y muy probablemente por las fechas navideñas a las que nos aproximamos y que, en contra de la corriente general, a mí me arrastran definitivamente al tradicional optimismo que últimamente estaba perdiendo. Es que veo el espumillón y no se si liarlo o inhalarlo, pero me eleva a los ochomiles de un único empujón. (véase "wiwichu")
Otro día os cuento la otra perla idiomática, que no tiene desperdicio. Ahora me pongo a preparar el tradicional viaje navideño a Londres, que como sabéis "En Londres no hay nada seguro excepto el gasto”, (William Shenstone)

sábado, 14 de septiembre de 2013

Un mundo feliz

Aunque esta entrada tiene título de redacción de colegio para presentar a concurso, he de decir que no me apetece ni un poquito comenzar a discernir al respecto de un concepto tan personal, etéreo y utópico como el de enumerar o detallar las características de lo que en mi particular visión podría ser un mundo feliz.
A lo mejor se trata de mantener una situación próxima a la actual, con alguna sugerencia de pequeños cambios en aspectos concretos y probablemente materialistas, o pudiera tratarse de un cambio radical de lo vivido en la actualidad, o quizás el planteamiento pudiera ser completamente revolucionario, afectando a mí, a los míos y a la sociedad en su conjunto.
Además, escritores muy señalados han plasmados sus ideas de forma mucho más brillante de la que se me ocurriría a mí, aún viviendo tres vidas seguidas de a cien años cada una, por lo que me parece que además de cansado y complejo, este propósito pudiera ser un tanto soberbio y pretencioso.
Luego está la cosa de la utilidad o importancia relativa que el hecho de poseer una opinión sobre cómo debiera ser el mundo para considerarlo feliz, pudiera o pudiese tener la más mínima influencia sobre cómo va a ser realmente.
Decía Marco Aurelio que era una tontería preocuparse del mundo, porque el mundo no se va a preocupar por ello. Aunque suene un poco paradójico en un tipo que se fue a hacer la guerra en sitios como la actual Siria, se supone que sin armas químicas, es conveniente recordar la enorme influencia que filósofos como Lucio Anneo Séneca, probablemente el máximo representante de la filosofía estoica, ejercieron sobre Marco Aurelio. Seguramente que también pudo hacerlo el paisanaje, ya que ambos nacieron en la provincia de Córdoba. Conviene señalar que la caló de Córdoba en pleno mes de agosto puede hacerle a uno volverse estoico, o lo que haga falta.
Sin entrar en tanto estoicismo, el título de la entrada de hoy ha sido elegido en homenaje al famoso libro de Aldous Huxley, que me ha acompañado unos días en la bolsa de la playa, junto con las palas, la pelota, las toallas y los pareos. Como siempre, inasequible al desaliento, he tratado de transmitir a mis muchachos el inmenso placer que me proporciona la lectura por segunda o tercera vez de las aventuras de los alfas y los betas, obteniendo un respetuoso silencio misericordioso por ambas criaturas. No consigo que se sumerjan en mis obsesiones literarias, pero probablemente debido a la excelente educación y respeto al protocolo familiar que se ha intentado transmitirles, últimamente no les he visto hacer aspavientos, y ya ni siquiera me lloran. Un día de éstos, aprovechando que estén dormidos, pienso colocar un ejemplar de cualquier novela de Raymond Chandler o un poema de Neruda, y esperar a ver si consigo un trasvase de conocimientos a través de la almohada, bien sea por ósmosis o quizás mejor por enlaces covalentes.
"Porque los detalles, como todos sabemos, conducen a la virtud y la felicidad, en tanto que las generalidades son intelectualmente males necesarios"
Tengo que confesar aquí, entre nosotros,  que el libro, aunque me gusta una barbaridad, por el derroche de imaginación y sabiduría, y muy especialmente la capacidad de predicción que un tipo de 1932 ha podido tener de alguno de los males de nuestra sociedad actual, nada menos que 80 años después, consigue que me considere una especie de cateto intelectual, porque yo no solo no me atrevo a semejante cosa, sino que no tengo nada claro lo que voy a hacer mañana por la mañana.
A la vista de que las vacaciones no son un periodo adecuado para que uno empiece a considerarse una especie de analfabeto funcional, decidí terminar el libro y cambiarlo por una novela policiaca ambientada en Barcelona, y cuyo protagonista es un Inspector de Policia español, de origen argentino. Fijaos cuan acertada elección para  desengrasar, considerando que pocas cosas en el mundo me interesan menos que la Barcelona contemporánea y las andanzas de un Inspector argentino. Pues si no quieres caldo, dos tazas. Página no se cual, pero de las primeras, y el autor pasa a citar frases textuales de qué libro...? Pues sí, de Un Mundo Feliz.
"Porque los detalles, como todos sabemos, conducen a la virtud y la felicidad, en tanto que las generalidades son intelectualmente males necesarios"
Los detalles. A ver si se va a tratar de eso. De que cada uno de nosotros pueda confeccionar su propio mundo feliz a partir de un puzzle, un collage o un mecano de detalles que, quizás perfectamente ensamblados, o incluso forzando o recortando las piezas para su encaje, nos hiciera que el soma, aquella droga de la felicidad imaginaria de Huxley, fuese innecesaria, superflua, y en caso de emergencia, se sustituyera de forma eficaz con una charla con los amigos, una partida de mus, una tumbona en Gandía o, si la ocasión lo justificase, la magdalena de Proust vs. el espirituoso preferido del lector (véase entrada nº 1 del blog)
No obstante, y por si pudiese funcionar, en lugar de poner grabaciones a los bebés como en el libro, para conseguir su correcto adoctrinamiento social, procedo a colocar sendos ejemplares del mismo debajo de las almohadas de los niños. Mal no creo que les vaya a venir. Y si van y los leen, ya ni os cuento.

sábado, 20 de julio de 2013

Cincuentones

CINCUENTONES

Aceptar la realidad de una de las actitudes vitales más rentables y eficientes posibles que se pueden adoptar en la vida. En primer lugar porque la realidad es tozuda, se empeña en mantenerse ahí, te guste o no te guste, te apetezca o la detestes. Eso no quita para que de cara a los demás o incluso a tí mismo, existan pequeñas consideraciones subjetivas sobre la misma que creo yo, podrían presentarse de forma más suave, estéticamente más adornada, como las bolsas multicolores que te ofrecen en los honrados establecimientos comerciales orientales cuando acudes a ellos en forma de socorrida última opción para cumplir con un compromiso en forma de presente cumpleañero. Te habrás gastado 4,75€, y en la bolsita otro tanto pero el efecto, conjuntamente considerado, ofrece cierta prestancia.
Eso mismo estaba yo pensando cuando la que era compañera y amiga, pero que en virtud de la conversación, como todo el mundo entenderá, tiene suspendido el status y va a sudar tinta china para recuperarlo, se le ocurrió utilizar su notable desparpajo e insultante juventud para ofrecer una cruda y descarnada opinión sobre los que nos acercamos al medio siglo.
De nada le va a servir el patético intento de corrección al respecto de que aún me faltan unos meses para alcanzar la cincuentena. Bastante sensible estoy yo al respecto como para pararme en barras por unas pocas lunas. Ha sido suficiente un comentario inocente en el que figure la palabra cincuentón para que toda mi frustración acumulada haya tenido que buscar la noble escapatoria de estas líneas.
Para que nadie pueda acusarme de rencoroso y vengativo, ya me adelanto yo a acusarme: en efecto, estoy aprovechando este cibernético púlpito para servir este plato no tan frío en el que me defiendo atacando o en el que ataco defendiéndome, que no lo tengo muy claro, y lo hago porque no quiero aceptar la cruda realidad cronológica, o quizás la popular creencia de lo que alcanzar esta cifra significa, especialmente para los que aún les queda un montón para hacerlo.
La teoría del marketing de toda la vida, la que se aplica para vendernos la moto (en sentido figurado y a veces real), se basa en destacar los puntos fuertes de tu cliente y/o producto y minimizar o no mencionar aquellas debilidades y flaquezas que pudieran retrasar o anular una presunta compra. Esto tiene una inmediata aplicación en las relaciones sociales, de hecho, son las mujeres las que consiguen llevar esta teoría a la práctica como nadie, a través de múltiples esfuerzos de seducción encubierta que precisamente se basan en la teoría de resaltar lo bonito y ocultar lo feo, en el muy improbable caso de que exista.
Por esa razón me sentí especialmente dolido, porque conociendo cómo las mujeres son capaces de vender cualquier moto perdón, son capaces de destacar lo admirable y ocultar lo menos agraciado, el terrible y cruel atrezzo dialéctico con el que se pronunció el desagradable adjetivo (en realidad no es un adverbio de tiempo, es un pedazo de adjetivo negativo tan grande como la torre Picasso), mi temporalmente suspendida de rango amiga y compañera, fuese capaz de pronunciarlo sin ningún tipo de afecto verbal, comprensión, misericordia o piedad.
Una reacción de un maduro cincuentón, entre los que NO me encuentro, (especialmente por lo de maduro), sería tener compasión por la ignorancia que se demuestra al meterse con los que son más viejos que uno, porque el tiempo inmisericordemente te pone a su altura en algún momento, y por muy pizpireto, dinámico o juvenil que se pueda llegar a ser, las gafas de leer, o el PSA nos están esperando a la vuelta de la esquina.
Siguiendo con los elementos que debiera incluir una madura réplica, está la ausencia de experiencias vividas que te da la juventud, asunto en la que obviamente llevamos ventaja. Cada uno tienes las suyas, pero aunque sea en una perspectiva histórica objetiva, estos pipiolines se han perdido la muerte de Franco, la de Chanquete, el UHF, la yugoeslavia de Tito, 12-1 de Malta, el Cordobes, y el Senda de Literatura de editorial Bruño, por no hablar del regaliz de barra negra y casi de los futbolines.
Al terminar este párrafo, casi me siento reconfortado por todo lo que he vivido y ellos no, aunque la sensación de paz se va progresivamente diluyendo cuando recuerdo que ellos tienen internet, El Mundial y las Eurocopas, la NBA, la Play y el whatsapp, y me vengo abajo cuando reconozco que cualquier tiempo pasado no fue mejor, quizá algún tiempo pasado con alguna gente con algún cariño, alguna amistad y algún amorío. Pero no todo era maravilloso y terrible ahora ni a la inversa.
Ese hecho no va a hacer que tenga piedad y restituya a mi antaño amiga y compañera a su status anterior. A lo mejor lo consigue el hecho de que es estupenda, y mirándolo bien debería agradecerle que se metiese con los cincuentones en mi presencia, porque igual es que me conservo tan aceptablemente que no me relacionó con ese estigmatizado colectivo.
Sea por eso y mucho más porque las últimas conjunciones astrales me tratan bastante bien, esta entrada se la dedico con mucho cariño, tanto a ella como a las últimas alineaciones de planetas.
Seguramente pueda perdonarla si mantiene la política de moderación en avisos nocturnos a los médicos de planta.

jueves, 13 de junio de 2013

Del material en que se forjan los sueños

Mario Benedetti: Una parte importante de un cuento es el título: lo ilumina

Creo que era Oscar Wilde el que decía que para escribir solo eran necesario dos cosas: tener algo que decir y decirlo. Me gustaría añadir sin enmendar la plana al maestro, que además de lo anteriormente expuesto, es necesario perder el pudor y el sentido del ridículo, como he comentado en otras ocasiones. Y eso a veces es más complicado que lo otro. Posiblemente todos tenemos algo que decir, o que sentir, o que dibujar y es probable que muchos sepan hacerlo.
A veces, la barrera entre ser potencialmente capaz de escribir y hacerlo, es simplemente la ausencia del estímulo adecuado. Yo mismo, sin ir más lejos, escribo porque me relaja y me acerca a buenos amigos. También escribo porque soy vanidoso y me gusta verme capaz de hacerlo. También porque es una forma de recordar momentos de mi vida. A lo tonto, a lo tonto,  esta es la entrada nº 29  desde que sentí la iluminación creadora tras la sugerencia/orden de mi hijo Pablo, con homenaje/crítica a Proust y sus magdalenas de por medio (entrada nº 1) http://antoniadis9.blogspot.com/2012/02/proust-las-madalenas-y-la-metafora-de.html
Reconozco que en muchas ocasiones he sentido verdadera necesidad de sentarme al teclado y soltar lo que me quemaba por dentro, para sofocar el fuego creador en el punto final. Otras veces me parecía que  desatendía a las legiones de fans, y corrí a estrujarme las meninges para extraer un producto digno.
En alguna ocasión, como hoy, algo que he leído o escuchado me ha proporcionado la guía que necesitaba para iluminar el recorrido hasta la mesa cristalometaloide a la que castigo con cada pulsación.
Me imagino que a todos vosotros os habrá pasado en alguna ocasión que un conocimiento que pensabais estaba debidamente anclado a algún lóbulo cerebral, decide tener vida propia y esconderse cuando uno no es que lo necesite, pero lo echa de menos para alguna pequeña apuesta que tiene con algún incrédulo, o como en este caso, conmigo mismo.
Me enojo enormemente con la propia persona de un servidor cuando se me olvida la capital de Swazilandia ( en realidad son dos,  Mbabane, sede administrativa y Lobamba, sede legislativa y real. De Lobamba, lógicamente me acordaba bien, pero olvidé el nombre de Mbabane. Imperdonable) Y mucho más si se me olvida el cuarteto de K-4 medalla de plata en Montreal, que cualquier aficionadillo al deporte sabe eran Celorrio, Díaz Flor, Herminio Menéndez y Ramos Misioné) Supongo que comprenderéis como una reacción de cualquier persona con un mínimo de sangre en las venas, abalanzarse ipso-facto sobre las enciclopedias más próximas en 500 m. a la redonda para refrescar el dato y tirarse de los pelos cuando lo encuentras.
Pues una de estas tiene que ver con Bogart: No recordaba si la mítica frase que pronuncia Sam Spade, el personaje del detective que encarna Humphrey Bogart, y que da título a la entrada de hoy, figuraba en la novela original en la que se basa la película o es un añadido del Director de la cinta, John Houston.
No lo encontré en el libro original de Dashiell Hammett, y por lo tanto deduje que era una "morcilla" de Houston, pero la duda seguía en mi ánimo ¿y si era un problema de traducción?
Así que vuelta a la investigación y finalmente encuentro la respuesta: la frase no es del libro de Hammett, sino de la última obra de Shakespeare, "La Tempestad"
En condiciones normales (de una persona normal quiero decir, lo que obviamente no es mi caso; si hasta hoy no estaba claro, a partir de esta entrada, pocas dudas quedan) aquí se acaba la investigación, este asunto no se le comenta a nadie por razones obvias, y listo de papeles. Dadas las circunstancias es decir, que estoy chiflado, pues intento localizar la obra de Shakespeare y leerla, con un par.
Afortunadamente, todo tiene un límite, y el mío llegó cuando leí el argumento, y me pareció que sería de Shakespeare, pero puestos a hacerle homenaje a la película, casi que prefería a Hammett, como cualquier persona de a pie. Será un sacrilegio, pero dónde va a parar. No es que vaya a cuestionar la calidad literaria de Shakespeare, entre otras cosas porque nadie me haría ni caso, sino que en la vida a veces hay que homenajearse a uno mismo antes que a otro, y yo me lo paso mucho mejor leyendo a Hammett, como otros prefieren el Sálvame de Luxe al National Geographic. Aquí se me ha ido la mano, probablemente.
Y todo esto venía por el título de la entrada, "Del material en que se forjan los sueños" Y pensaba yo que no se qué material será ese, pero el de los míos, otra cosa no será pero duradero, un rato. Mis sueños son tan perennes como yo llegue a serlo, y eso no es más que una inferencia estadística. Si hasta la fecha de hoy tengo los mismos de siempre y yo soy el mismo de siempre, pues eso va a querer decir que seguirán conmigo eternamente.
Ya se que mi hipótesis tiene algunos posibles fallos:

  1. Que puede que mis sueños hayan durado hasta hoy, pero que mañana sean otros
  2. Que mis sueños en realidad no sean los mismos de siempre
  3. Que yo no sea el mismo de siempre
Descartando la primera por mi proverbial tozudez, y la segunda porque no, solo me queda la tercera, donde tengo muchas más dudas. Hombre, desde la época en la que me llamaban por el título del blog, Antoniadis pero sin el 9, y hasta la fecha de hoy, han pasado cosas buenas, malas, regulares y mediopensionistas, que por supuesto han hecho mella en mí, en mi personalidad y en mi comportamiento. Como mi amigo Luis decía hace poco, La experiencia es aquello que adquieres cuando ya no la necesitas. Y nadie puede ser inmune a las experiencias vividas.
Pero aunque yo no sea el mismo, mis sueños siguen siéndolo, de eso no me cabe duda, como tampoco me cabe duda de que los alcanzaré más tarde o más temprano, porque puedo, porque quiero y porque los merezco.
Y como una herramienta básica en la consecución de los mismos, seguiré escribiendo de ellos, porque "Al escribir proyectas un mundo a tu medida" , como decía el novelista Fernández Santos. Yo quiero un mundo que no sea a mi medida , sino a la medida de mis sueños, porque ellos me iluminan y yo los sigo a toda pastilla.



miércoles, 29 de mayo de 2013

Vacaciones en el mar

Jugando una vez más con la equívoca dualidad del título, he de decir que no me refiero (en esta ocasión) a la mítica serie setentera (acojona pensar que la haya visto, y aún más que la recuerde con este detalle) protagonizada por el gran actor Gavin McLeod, o Capitán Merrill Stubing, como probablemente pasará a la historia, a pesar de haber participado en películas tan importantes y conocidas como "El guateque" o la menos conocida pero enormemente entretenida "Operación Pacífico"
En este caso se trata de que unos amigos me han pedido asesoramiento para elegir un crucerito veraniego,  y aquí me encuentro en la necesidad de actualizar mis conocimientos al respecto, considerando que mi última experiencia al respecto es de septiembre de 2011, y dado que voy a tener que explicarles con cierto detalle los pormenores de la cosa marítima, pues he pensado que casi lo escribo para el blog y mato dos pájaros de un tiro: Por un lado cumplo con los lectores, proporcionando una objetiva y pormenorizada descripción de estos viajes, por si alguno se apunta, y por otro que en vez de contárselo a esta buena gente, pues se lo imprimo y me ahorro la perorata.
Como alguno sabéis, mi experiencia con los buques (vamos a ir introduciendo conceptos técnicos), se remonta a 1996, cuando comencé a prestar mis servicios profesionales en una afamada compañía naviera nacional, que me contrató para intentar que alguno de sus trabajadores de flota (porque en un buque de esa época, había de todo, camareros, barman, cocineros,...incluso marineros) tuviera a bien embarcar en algún momento, entre periodo de baja médica y fiestas patronales, cuando les viniese bien hacer un huequecillo. Por aquello de que son marinos y cobraban, más que nada.
Mi debut no pudo ser más afortunado, porque a las 2 horas de ser presentado en la sociedad marineril, me cité a la salida con uno de los sindicalistas más moderados de la sala, como comprobé unos añitos después. Y todo porque me daba la impresión de que igual no era una gran idea que pudiesen beber a bordo cuanto les diese la real gana; también es cierto que en cuanto se veía a uno ligeramente sobrepasado por los efluvios enólicos, se les sancionaba severamente a ir a su camarote a dormirla.
Fue en esa época cuando pude ir captando que lo de la vida a bordo del barco tenía su encanto, y hasta llegué a ser oficialmente médico del buque Juan J. Sister durante una travesía Cádiz-Canarias. Allí me enseñaron que lo que pasa en el barco, allí se queda y nadie lo cuenta, como una regla inamovible y tradicional desde Magallanes por lo menos. Y allí también me informé que en realidad eran un hatajo de trileros, mentirosos y porteras, y cascaban todo lo que pudiera tener un mínimo interés morboso, probablemente porque a Magallanes no parecía que fuera a importarle en exceso.
Claro que de mis periplos laborales en los buques, a la experiencia lúdica cruceril, hay un abismo, se mire como se mire, y puedo decir honradamente que la actual explosión del crucero como lugar de vacaciones es una lógica consecuencia de la transmisión de las excelentes sensaciones con las que uno regresa a puerto tras haber pasado una semanita embarcado.
Se puede decir (sin tener la sensación de estar exagerando en exceso), que es una de las formas cuasi-garantizadas de disfrutar y tener la sensación de estar utilizando correctamente la pasta que te dejas, porque dejártela, te la dejas, que ya se encargan ellos de eso de una forma enormemente profesional y sigilosa.
Desde luego que animo a estos amigos y a todos los que me pregunten a disfrutar de la experiencia, si es que queda alguien que no haya ido todavía, que parece que muchos no son. Se trata de una industria que está diseñada y concebida con el único propósito de que uno se lo pase bien, y a fe que lo consiguen.
Solo hay una forma segura de embarcar en un crucero y ser capaz de no pasártelo en grande desde el primer día hasta el último: Ir "de intelectual"
El primero de los cruceros en los que embarcamos salía desde Atenas, por lo que ya en el avión desde Madrid podías ir confraternizando con los futuros compañeros cruceristas.
Gracias a la capacidad empática imbatible de mi hijo Pablo, pudimos ir relacionándonos con un encantador matrimonio valenciano, con el que trabamos cierta relación. Parece que él venía de una negativa experiencia laboral con invitación a la jubilación, tras más de 25 años en la misma compañía.
Yo diría que a este buen señor, le apetecía ir a un crucero más menos como a mí pasar la noche en un tablao flamenco, pero las presiones familiares le colocaron en el buque como le podían haber colocado en un alojamiento rural de las Alpujarras granadinas.
Lo cierto es que la enorme riqueza cultural y recreativa del crucero consiguió relajarle e integrarle en el lúdico concepto del viaje. Y así, de entre todas las opciones de diversión que presentaba el buque, con esa noble inquietud cultural que es inherente a muchos jubilados que no han tenido tiempo para cultivarse culturalmente por su intensa actividad laboral y familiar, decidió hacer focus (como dicen los pijos tras pasar por el MBA o leerse el Expansión) en la rica variedad coctelera que se ofertaba en el bar de la piscina. Resumiendo, que se tomó el primer mojito y ya no frenó hasta llegar a Venecia. Como encima era barra libre, el hombre invitaba con denuedo a acompañarle en su exploración coctelera internacional.
Yo siempre aconsejo a los amiguetes que se plantean subir al crucero, que el método idóneo para hacerlo es llevar la boina bien enroscada. Que toca bingo, pues a marcar los cartones como si fueras James Bond en el Casino de Montecarlo. ¿Aerobic en la cubierta? Pues mallas fosforito y a sudar como un campeón. ¿Espectáculo nocturno? Pues a primera fila y a aplaudir hasta llegar al límite de la fractura. ¿Que te saca el humorista al escenario y te vacila? Pues te destornillas ostensiblemente y listo.
Lo que no se puede hacer en estos viajes es andar con el sentido del ridículo desplegado, porque para eso te vas a la Opera. Estos viajes son para pasarlo bien porque ellos se encargan de eso, mientras que tú no se lo pongas difícil.
Y ya que pagas, no te empeñes en aguarte la fiesta a tí mismo con agua salada.
Y el que lo prueba, repite seguro

miércoles, 24 de abril de 2013

La Romería del Rocío

Espartinas es un municipio español de la provincia de Sevilla, Andalucía, perteneciente a la comarca de Aljarafe. En el año 2009 contaba con 12.648 habitantes. Su extensión superficial es de 22,74 km² y tiene una densidad de 556,2 hab/km². Sus coordenadas geográficas son 37º 23' N, 6º 07' O. Se encuentra situada a una altitud de 132 metros y a 13 kilómetros de la capital de provincia, Sevilla.
Esta nueva entrada del blog comienza de forma absolutamente atípica. En primer lugar porque es inédito en la línea editorial de antoniadis9.blogspot.com la introducción de detallados datos de demografía y cartografía, tarea que se entiende circunscrita al eventual apoyo logístico que en ocasiones hay que proporcionar a las generaciones juveniles. En segundo lugar, porque es sobradamente conocida la tradicional anafilaxia que me producen todos los términos relacionados con el folklore de las tierras colocadas de Despeñaperros hacia abajo, entre los que se encuentra "Romería y Rocío"
Mis más allegados son perfectamente conocedores de que en el hipotético caso de que me pierda o que no me encuentren, que viene a resultar lo mismo, puede facilitarse la búsqueda eliminando Sevilla y sus alrededores, especialmente en épocas de Feria o en aquellos locales o áreas donde suene la primera, la segunda o cualquiera de las sevillanas que haya, que ni lo se ni me importa en absoluto. Seguro que no estaré allí, y si por un casual me ven, o no soy yo, o me han secuestrado a punta de misil.
Pues como decía el refrán, que no quieres caldo, pues toma dos tazas, y va y resulta que en la primera ocasión en  la que se me ocurre enviar una pequeña pieza "literaria" a un certamen, resulta que lo hago a uno que organiza el Ayuntamiento de Espartinas, que anda por aquellos lares.
Y eso no es lo peor. Lo peor es que van y me premian. Con el segundo premio. Y ahora me siento nítidamente culpable. Con lo que les he atizado, y ellos aún así, no se lo toman a mal, y deciden que les gusto. Ya imaginaréis lo pesaroso y frustrado que me encuentro.
Porque al menos en Espartinas sí que cabe la posibilidad de que me puedan encontrar. a ver si me voy a perder el único sitio de España donde he encontrado reconocimiento literario. Segundo, pero reconocimiento al fin y al cabo. Y podría ocurrir (Dios no lo permita) que el pueblo me guste, o aún peor que en el acto de entrega de los mismos, se les ocurra poner sevillanas de fondo musical. O una salve rociera, que yo no las distingo en absoluto.
Pero desde luego, como castigo, ha sido ejemplar. Ahora, antoniadis, vas y sigues diciendo chorradas de los sevillanos, que el premio seguirá estando ahí para martillear alegremente tus meninges al ritmo de la segunda y de la tercera, si es que hay de eso.
Un ejemplo más de cómo la vida te coloca en tu sitio por las buenas o por las malas, como si fueras el bloque difícil del tetris, ese que tiene forma de escopeta o de cañería doblada o cada uno como quiera verlo, y que nunca sabíamos si colocar al bies o al revés.
Y muy agradecido que estoy. Es muy gratificante que algo que haces tú, solo y sin ayuda, que no compartes el proceso, pero te expones con el resultado, sea apreciado o valorado por un jurado objetivo e imparcial, ya que los que te rodean casi nunca lo son, porque el cariño les nubla la capacidad de discernimiento o de agudeza crítica.
En este caso (y me creeréis dada mi antipatía por el folklore sevillano), empeño mi palabra de señorito andaluz, perdón, de caballero español de que no tengo el gusto de conocer a ninguno de los amables -presumo dada la situación- habitantes de la noble Villa de Espartinas, cuyo gentilicio es el de espartinero/a o espartal (sin la /a)
También es cierto que la evidente injusticia (por  excesiva generosidad) de la concesión del premio, podría justificarse debido a la procelosa historia de la Villa, ya que han sufrido dominio romano, musulman y de la Corona de Castilla (que coño, como todo bicho viviente, o sea que eso no va a ser)
Quizá sea más certero pensar que el sentido del humor que parece debe tener esta gente (me conceden el premio y paren a los hermanos Cadaval, los Morancos), ha podido hacerles pensar que menudo pedazo de broma hacerle ir a un iluso ciudadano madrileño a Espartinas (600 km.+/-)
Tampoco puede descartarse una influencia directa sobre el jurado por parte de terceros, pero mi madre me jura que no se ha acercado por allí últimamente, y era la principal sospechosa.
En fin, que si al final es que les ha gustado más que otros 214 (no podía dejar de decirlo), pues que es un gran honor, que estoy muy agradecido, que me ha permitido tener tema para el blog, y sobre todo, que me ha proporcionado una íntima felicidad personal, y una pequeña victoria familiar, porque los niños no han tenido más narices que leer, aunque haya sido lo que ha escrito papá.
A ellos, probablemente les suene entre extraño e indiferente; A una servidora le ayuda y mucho.

jueves, 28 de marzo de 2013

Un candado en el alma


Hay una cita de Borges que me ha servido como estímulo en aquellas ocasiones en que mi natural pereza me orienta hacia el ocio (la madre de todos los vicios), en lugar de tentarme hacia cosas más productivas, ya sea material o espiritualmente, un suponer que existan. La reseña en cuestión, traducida impecablemente del francés, obviamente no por parte de una servidora, dice lo siguiente: "no busco los temas, los temas me buscan, yo intento detenerlos pero al final ellos me encuentran, entonces hay que escribir para quedarse tranquilo"
Por si no fuera poco, hay algunas ocasiones en las que personas que se supone me aprecian, aportan temas terriblemente interesantes, impactantes y cautivadores, que horadan con facilidad mi tibia disposición hacia el asueto, procurando inmisericordemente la productividad "literaria" a la que antes aludía. Mi numantina resistencia al ridículo de la que he hablado en otras ocasiones, procura plantear diques a tan tentadoras propuestas pero, como ya anticipa Borges, al final hay que escribir para quedarse tranquilo.
Así estaba yo, más tranquilo que Amancio Ortega pagando con VISA, cuando un tema irrumpió como elefante en cacharrería para agitar mi cimentada timidez literaria y obligarme sin piedad a bosquejar una nueva entrada de blog, una nueva oportunidad para la exposición pública.
Pero es que era inevitable. La historia es tan bonita que lo único que podía evitar escribirla es el miedo a no poder o saber estar a la altura de la misma. Pero la natural indulgencia del extraordinario protagonista de la historia y de los lectores de antoniadis9.blogspot.com, me tranquilizan enormemente. Así que, cuidadito con las críticas que soy muy sensible.
Cuando escuché el relato, aderezado por la emoción, pero suavizado por el tiempo, solo podía pensar en la novedosa costumbre de colocar candados en los puentes, por parte de las parejas de enamorados. 
A veces con frases amorosas, otras desnudos. Al parecer, la costumbre proviene de la novela de Federico Moccia "Tengo ganas de ti", donde el protagonista se inventa la leyenda de que los enamorados colocan un candado y arrojan la llave al Río Tiber. Lo cierto es que la costumbre ha arraigado y se pueden observar candados colocados en los puentes de muchas ciudades del mundo, perdurando en muchas ocasiones por encima de los sentimientos que allí los situaron.


No estoy seguro de cuál fue la razón exacta que me hizo pensar en los candados, pudo ser la ubicación geográfica de parte de la historia, o quizá el uso alternativo reparador que a veces se puede hacer de los candados, incluso la posibilidad de que el candado abra o cierre sentimientos en función del giro de la llave. Lo cierto es que mientras escuchaba al narrador, yo estaba pensaba en los candados; y siguiendo el símil, voy a tornar la llave y abrir la historia, tal y como a mí me la contó uno de los protagonistas.

"Aunque tú y yo no nos conocemos desde hace tanto tiempo, estoy seguro de que al igual que me pasa a mí, percibes una inequívoca senda de comunicación entre ambos. Nuestros países y nuestras culturas no son tan diferentes. Tenemos más o menos la misma edad y una visión del mundo parecida. Creo no equivocarme si te digo que tú puedes comprender mejor que otros cómo esta historia marcó el resto de mi vida.
Creo que tendría 38-39 años por entonces. ¡Qué te voy a contar! Una edad propicia para la reflexión, el repaso, el afloramiento de inseguridades y la necesidad de autoafirmación juvenil. Seguramente fue esto último lo que me llevó a emprender un viaje a tu país, del que nunca podría haber sospechado que condicionara mi vida. El planteamiento no podría haber sido más inofensivo. Unos amigos, unas mochilas, unas birras, unas risas, otras gentes, quizá otras chicas, pero sin especiales complicaciones.
De hecho todo funcionaba a la perfección: quizá las birras más de las pensadas y las chicas menos de las previstas. En fin, sin grandes estropicios ni grandes festejos. Probablemente por eso, inicialmente no me di ni cuenta; estaría anestesiado... no, no, quizá más apropiado decir sedado, consciente pero cognitivamente a medio gas. Es decir, me daba cuenta de su presencia, pero no percibía su avance.
Claro, como para no notar su presencia. Estatura ibérica, cabellos marrones rizados, piel de 18 años mal contados. Como casi siempre, no me avergüenza reconocerlo, recuerdo que comencé el escaneo en dirección caudo-craneal. O sea, de abajo arriba. Tú me entiendes. Y más con una niña de 18. Si luego el rostro la acompaña, pues a  más a más.
Sin duda ese fue el error. Que me atreví a enfocarla directamente pupila a pupila. Sin protección, a ojos desnudos. Y el resultado ya lo puedes imaginar. No recuerdo donde sucedió, ni cuando, ni si fue en esta u otra dimensión. Por supuesto, nada de eso tuvo la menor importancia posteriormente, pero a fe mía que la bruja divina que residía por detrás del ámbar de sus ojos, debió de aprovechar algún descuido mío para derramar un bebedizo mágico en la lata de cerveza. Eso pudo ocurrir.
Pues el puñetero brebaje, fuera el que fuese, demostró una vida media verdaderamente prolongada, puesto que los efectos, lejos de amortiguarse con el tiempo, fueron potenciándose de forma exponencial. De tal forma que olvidé los colegas, las mochilas, las chicas y las birras, probablemente en ese mismo orden. Lo único que tenía importancia era ella. Yo sentía que se adueñaba de mi presencia, de mi ser y de mi alma.
Mientras el itinerario se iba consumiendo, mi felicidad iba in crescendo, pero a un ritmo menor que el de mi preocupación:
  1. Cómo me puedo explicar a mí mismo que estoy colado hasta el tuétano por una niña de 18 años que vive a unos 2.000 km. En millas algo menos, eso sí. Seamos positivos
  2. En el supuesto caso de que me reúna conmigo mismo y lleguemos los dos a algún tipo de conclusión...¿Esto cómo se hace?
  3. Aún suponiendo que de mi reunión se deduzca cómo se hace...¿Cómo se lo explico a ella?
  4. Y cuando se lo explique y me mande a hacer puñetas, porque es el único resultado posible...¿Cómo voy a poder sobrevivir?
Pues así iban pasando los días. Dichoso por el día y hundido por la noche. Progresivamente dejé de pensar en ello y asumí como inevitable el único de los finales posibles de esta historia. Claro que manejaba la posibilidad de un milagro, algún hecho o reflexión que me permitiese resolver el acertijo. Solo yo podía hacerlo, porque hay cosas que debemos resolver los hombres. Así de idiotas somos a veces. Pensamos que podemos organizar una tremolina vital y sentimental, y que eso puede tener arreglo de forma mágica, aplicando el sentido común, cuándo la única forma en que podría haber una solución sería precisamente olvidarse de cualquier reflexión lógica y aplicar la anarquía del cuore.
Esta última idea consiguió abrirse paso en mi mente, de la misma forma que Moisés abrió las aguas del Nilo. A lo bestia, quería decir. Sin reflexión ni análisis. Probablemente él tuviese alguna ventajilla por el enchufe con el de arriba. Pero a bruto no iba a ganarme. Eso seguro.
Y ya, llegado el momento, decidí explicarle mi genial plan. Sencillo, sólido y directo. Ella se venía conmigo, retomaba sus estudios en mi país, se venía a mi casa y yo la mantendría. Se lo explicamos a mis padres, a los suyos, y como somos mayores de edad, pues problema ninguno. Quizá algo de jaleíllo, pero todo resoluble, ya que estábamos enamorados.
No se si me dejó terminar por pena o por vergüenza ajena. Pero su expresión al finalizar la exposición era una mezcla de reproche y ternura infinita. Ahí me dí cuenta de que el plan pudiere no ser tan perfecto.
Ella expuso todas las alegaciones lógicas y alguna más juvenil. Pero todas ellas demoledoras. Aquello de la distancia, las familias, su juventud, mi madurez. También aquello de los aspectos más prácticos, idioma, culturas, carrera profesional, dinero, estudios. Y los de fondo. Esos sí que me dejaron tocado. Me quería como a nadie, pero a nadie había querido. Cómo podría estar segura. 
Como única alternativa me dejaba el premio de consolación. Nos vamos cada uno a nuestras vidas y nos mantenemos en contacto, y luego Dios dirá.
Seguramente me impactó más su seguridad y su sentido común que la propia decisión, que era la única posible como yo bien sabía. Y no tuve más remedio que claudicar. Y seguir con mi vida.
Por supuesto que mantuve el contacto, fui a verla y utilicé todos los medios para convencerla. Regalos, poesías, besos y mimos. Y todos fueron aceptados. Pero no sirvieron para conseguir mi salvación. De hecho es posible que el objetivo final no fuese únicamente pasar cada minuto de mi vida con ella. Probablemente quería salvar cada minuto de la mía, al darle un objetivo y propósito.
Aunque nunca dejé de intentarlo, mis recordatorios o felicitaciones (navidades, acontecimientos lúdicos o relevantes), no he tenido más remedio que reorientar mi existencia. Sin duda se trata de una segunda vida, que no es la que hubiese deseado, probablemente es una dimensión paralela. Pero una vez asumido este hecho, lo cierto es que no está tan mal. Me acompañan, me quieren. El escenario geográfico no es el previsto, nada más distinto. Ella tampoco se parece. La una te hipnotiza con sus ojazos y la otra te deslumbra con su palidez. Otra belleza. Más serena o crepuscular, según el punto de vista. Yo, más sereno o crepuscular. O maduro. O senil, según el punto de vista.
Y por ahí andaba yo, asumiendo mi existencia deportivamente, cuando me llegó el bombazo. Supongo que la sensación podría ser asimilable a que te toque la lotería, pero el décimo haya caducado. Te das de cabezazos, te deprime no poder disfrutar del premio pero en realidad, la lotería te tocó. 
Algo así, elevado al enésimo factorial, debí de percibir cuando hace pocas fechas recibo una carta con sello de mi país, remitida por mi gran amigo. La abrí sin grandes precauciones y con una sonrisa en la boca. Mi amigo siempre me ponía al día de nuestras cosas comunes y se había erigido en el cronista de lo que pasaba en mi país, al estar yo tan distanciado.
Al desenvolver la primera capa, detecté que algo no iba bien. Una escueta nota en nuestro común idioma daba paso a un segundo sobre, con un sello mucho más desconocido. La caligrafía del mismo se anunciaba en alguna recóndita neurona. Era de ella.
Y si era de ella, nada bueno podría presagiar. Algún problema de salud, fallecimiento familiar, qué se yo. Cualquier cosa menos lo que leí a continuación.
"Caro:
Lo he pensado mucho antes de escribir estas letras. Probablemente sea muy egoísta, ya que al hacerlo he conseguido ponerme en paz conmigo misma, pero desconozco cuál puede ser el efecto que cause en tí.
Aún así, creo que tienes derecho a saber que te he querido durante todos estos años, y que en mi vida alternativa, no ha podido más que afianzarse diariamente esa convicción.
Solo la existencia de mis hijos ha impedido que tomase el avión en múltiples ocasiones. De hecho, cuando aún no estaban conmigo, lo hice.
Tú no lo sabes pero estuve en tu barrio y en tu calle. Mi maleta y yo, iba bien acompañada. Y decidida. 
Pero en el último momento, mi maleta y yo salimos de tu calle y de tu barrio y volvimos al aeropuerto.
Solo quiero que lo sepas. Lo que pudo haber sido y no quise que fuera. Por miedo. No hubo otra razón. 
Si te lo cuento ahora es porque se que no corro riesgos. Nada puede cambiar ya. 
Tuya"
Hay personas que nunca han conocido la tristeza, por unas u otras razones. O han utilizado la palabra de forma inapropiada. Solo debería emplearse ese término cuando una persona cabal, como por ejemplo yo, percibe que el mundo deja de existir porque no hay razones para ello. Eso es la tristeza. Solo estás tú y tu dolor.
Lo que ella no sabe es que lejos de su falsa sensación de seguridad, corrió verdadero peligro. No estuve tan lejos de liquidar mi existencia cotidiana, preparar una mochila como entonces, y reemprender el camino de vuelta al Nilo, con o sin Moisés.
Pero además de las múltiples alegaciones lógicas y prácticas, estaban las de fondo. Que me dejaron tocado.  
La razón de fondo era que el que tenía miedo era yo. Miedo de perder mi seguridad y mi tranquilidad. Miedo de volver a sufrir. Miedo al propio miedo.
Entonces rescaté el plan alternativo. Mantendríamos el contacto, felicitaciones lúdicas y sociales. Quizá alguna foto o video. Y muchas millas de por medio."

Cuando terminó de contarme la historia me preguntó si había sido cobarde. Creo que nadie podría alegar falta de valentía ni de arrojo. Sobre todo si son de mi edad, que ya estamos para pocos experimentos.
Es lo que se suele decir en ocasiones. "Ha sido una pena" Y después, a cerrar el candado y a seguir viviendo. Eso sí que requiere valentía.

domingo, 24 de marzo de 2013

Son-risa (micro)


Son-Risa
Quisiera tener varias sonrisas de recambio …
O mejor aún, recambio de sonrisas. Una para lunes, miércoles y viernes, días de labor y sonrisa de compromiso. Otra para los martes, jueves y sábados, forzosa, gozosa y juguetona, para impulsar los biorritmos y alcanzar el día impar.
La de los domingos, esperanzada y fatigada, el día del señor o el señor de los días, y qué pronto se pasa y que poco nos dura…la sonrisa.
Son-Risa: Música y alegría; olvido –de las penas- y gozo; aderezo y primer plato; orquesta y soprano. Amor y compañía.




jueves, 21 de marzo de 2013

El sentido del ridículo

No se si a vosotros os ha pasado alguna vez. Es verdad que se dice de nosotros, los celtíberos residentes en la antaño conocida como “piel de toro”, que poseemos un acusado y probablemente excesivo sentido del ridículo. Quizá sea eso.
Yo lo paso fatal. Cuando das un paso al frente y decides quedarte en paños menores, exponiendo pequeñas parcelas de tu cuore, de tu alma, y te das cuenta que el receptor no solo no se percata de tan difícil proeza, sino que parece aceptarla como un evento cotidiano más, te dan ganas de meterte en el volcán islandés que iniciaba el famoso “Viaje al Centro de la Tierra”, y quedarte por el medio o volver a asomar la cabeza en las Antípodas.
Eso me pasa con determinados lectores de mi blog, que tras haber pasado sus pupilas por el papel, de forma semejante a los folletos del Carrefour, son perfectamente capaces de continuar con sus vidas como si nada hubiese pasado.
No digo yo que por el simple hecho de desgarrar tus entrañas en unas ciberlíneas a la vista de propios y extraños, amigos y lo contrario, desconocidos y muy conocidos, haya que colocarme la alfombra roja cuando vayamos a tomar café, o que se me adjudique algún título nobiliario. Si a todos los bloggeros que hablan de sí mismos hubiera que nobilizarlos, la heráldica sería infinita.
A veces me gustaría hacer caso a los amigos que de forma tan negligente me empujan a trasladar estas líneas a formatos más literariamente convencionales, hasta que analizo sus motivaciones para semejante estímulo, y llego a las siguientes conclusiones:
a/Algunos lo hacen por halagarme, y aunque les estoy eternamente agradecido, bien es sabido que el halago...mola, pero debilita. Estos son los que tiene más nobles motivos, y por tanto, quedan exentos de cualquier tipo de reproche, como es lógico
b/Los que lo hacen para tenerme entretenido en una tarea infinita y sin probabilidades de éxito, con el obvio propósito que entretanto no les de por saco. A éstos, cólera infinita. El problema es distinguirlos de los anteriores, porque los muy ladinos no clarifican sus viles motivaciones, sino que las envuelven en una vistosa aunque perversa capa de coloridos envoltorios.
c/Los que lo hacen por si una carambola del destino me llevase a un insospechado éxito literario o televisivo, que para el caso es lo mismo. Así podrán decir: Yo me bebía con éste hasta el agua de los floreros y podría contar todos sus trapos sucios...a cambio de una exclusiva. A estos últimos, solo se les puede dedicar una tierna e indulgente sonrisa, porque lo llevan claro. Y además es mucho más considerado que los incluidos en el bloque anterior (verdaderos malvados)
En cualquier caso, como ninguno de los incluidos en los anteriores grupos va a tener éxito, básicamente porque me da mucha pereza y porque tengo un acusado sentido del ridículo (véase párrafo 2), sospecho que el trabajo de un novelista, aunque intenso y complejo, puede enmascarar los verdaderos sentimientos de éste, mientras que el bloggero que habla de sí mismo, consciente o inconscientemente, siempre deja a la intemperie parte de su esencia y por tanto, queda en enorme desventaja frente al novelista, que siempre puede escudarse en la consabida fórmula "es simple ficción, no hay nada de mí en el personaje"
Yo lo tengo más difícil. Pero cuando un amigo de los de toda la vida te dice que te lee, las endorfinas rezuman por todos los poros de tu piel, y rentabilizas con creces tu manifiesta vulnerabilidad.
Y el sentido del ridículo sigue estando ahí, pero lo mantienes controlado durante un momentillo. Breve, pero intenso.

sábado, 9 de marzo de 2013

La cara b

Una metáfora ¿misógina?
Si me arrancas la verdad, no hubiera querido verla. No tanto por el dolor que me causa, que no será superior al de otras ocasiones. Muero por dentro un par de días, pero siempre consigo revivir. Estoy acostumbrado. No ocurre mucho, pero estoy preparado.
Probablemente no me venía bien. No era buen momento. Ya iban siendo demasiadas cosas, y de remate, ella. Yo me sobraba y bastaba para sufrir suficientemente con mis cosas, y de verdad no me hacía falta. Aisladamente, lo hubiese soportado con entereza y estoicismo, como siempre.
En cambio, aquella vez fue como un fogonazo, probablemente el del infierno, porque si me mata, ese debería ser el primer sitio donde deberíais comprobar mi presencia. Y si a uno le abren la puerta del infierno, digo yo que no verá un arcoiris.
Y si no me lo había ganado hasta entonces, basta un simple registro de mis pensamientos de aquel momento para poder superar con creces la oposición de acceso. Yo creo que no dejé pecado sin repasar. Por supuesto la hubiese matado, la hubiese insultado, me la hubiese comido, literalmente. Qué no decir del resto de la lista. Al completo.
Te juro que era buena chica, dice una conocida canción. En este caso, no hay duda alguna, probablemente sea la peor de las mujeres que existan, en el caso de que eso sea clasificable, que lo dudo. Yo creo que para cada uno de nosotros existe un reverso femenino que nos humaniza y otro que nos demoniza. A veces encontramos el primero y somos felices algún tiempo;  algunos, para siempre. Pero como contactemos con el otro, todo se vuelve irremediable. Nos arrastra, nos voltea y nos hunde, como una marea cantábrica.
Yo lo se porque lo he sufrido; me gustaría decir que sobreviví, pero eso está por ver. Los más optimistas dirán que es una experiencia y que de todo se aprende. Yo digo que hay que evitarlo a toda costa, aún a riesgo de equivocarse. Es preferible dejar pasar el reverso positivo que sufrir al malvado.
No se si a mí me ha ocurrido. No se si he dejado pasar a mi amada y solo tengo la cara b de la vida. Pero si eso es así, yo me conformo con no volver a verla. Ya me gustaría. Pero en unos meses o años, volveré a escribir sobre ella. Sospecho que esa es su victoria definitiva.

lunes, 18 de febrero de 2013

El perturbador "efecto tetera"

Probablemente alguno de mis 3.882 lectores, más o menos (véase cuñita publicitaria), recibirá con enorme sorpresa este repentino arranque Felixiano (No feliciano, sino de D. Félix Lope de Vega y Carpio, que se conoce escribía con una soltura disentérica), dados los recientes antecedentes sabáticos del autor, que casi todo el mundo ha entendido como un muy merecido resort a tanta producción literaria acumulada (todos excepto el que me ha llamado vagunzón, palabra que como él y yo sabemos no puntúa en el apalabrados, porque no existe. Yo lo sé porque lo he buscado y él porque se lo ha inventado por todo el morro)
Me gustaría señalar que esta prolífica racha, corresponde indefectiblemente a una corrección de erróneo rumbo (ver la entrada anterior) , pero mentiría como un bellaco, lo que ni es una novedad ni me avergüenza especialmente, por lo que simplemente lo señalo.
Se trata una vez más que me lo han puesto a huevo, y me han vuelto a dar el título mascado. Y así, solo un completo vagunzón (nótese el rictus irónico) podría contenerse a la hora de emprenderla con el teclado.
El título de un libro debería ser como la portada de un periódico o como el envoltorio de un regalo, es decir, el avance o anticipo de lo que te vas a encontrar después, aun que desgraciadamente esto no siempre se cumple. Te encuentras con la portada del Marca y te promete el inminente fichaje de Messi por el Alcorcón, y cuando lo lees llegas a la conclusión de que el Alcalde (culé) vendería todo Alcorcón a cambio de Messi, que no es exactamente lo mismo.
En este caso, y para mi oprobio y vergüenza, el título tampoco va a corresponder al contenido. En primer lugar porque "el efecto tetera" me perturba a mí y a honrosísimas y nunca suficientemente ensalzadas excepciones, a pesar de su extraordinaria contribución al mundo de las alergias. Quiero decir a su curación o mitigación, no a su génesis, obviamente. Aunque si le damos un Enosa, tres o cuatro tubos de ensayo y dos pipetas de los chinos, capaz es de crearnos Ebola2. En segundo lugar porque el llamado "efecto tetera" poco tiene que ver con el té o la porcelana china. O sí, pero no importa.
Esto del efecto tetera tiene que ver con ilusiones juveniles, con curiosidad científica, con escaqueos académico-cientificoides, tiene que ver con el mundo del pin ball y el ping pong, con el Spectrum y el commodore, con Nacha Pop y Secretos. Tiene que ver con las chavalitas de la biblio que la que menos tendrá nietos a estas alturas, tiene que ver con manuales que se parecen a los libros de mis hijos como mis botas Cejudo se parecen a las de Cristiano Ronaldo. (Son botas, tienen  tacos y cordones, y ahí finaliza el parecido)
También tiene que ver con un artículo publicado en el Scientific American publicado en diciembre de 1984 por un tal Jearl Walker, que Dios tenga en su gloria (si es que ha cascado) o que Dios guarde muchos años (en caso contrario)
El articulito en sí, si uno lo lee sin carga de emotividad alguna (que no es mi caso ni de coña), es un descojone. Supongo que habrá una forma más literaria de escribirlo, pero no más exacta. El amigo Walker (RIP o no RIP), comienza un artículo en la sección Taller y Laboratorio del número 99 de la revista (joder, la que tendría que ser más seria), de la siguiente forma:
Esa exasperante tendencia que presentan los líquidos a adherirse a los recipientes desde los que se vierten se conoce como efecto tetera
Y una vez llegado a este punto, cuando todo parecía indicar que el Walker (no se si Jearl, o más probablemente Johnnie) reflexionaría y suspendería ahí mismo el artículo, pues va y sigue adelante ¡¡¡Y lo explica!!!
Aunque me encantaría atormentaros con la explicación científica, como ya lo he hecho a lo largo de diferentes generaciones familiares (ahí me he pasado), he de deciros que tan rimbonbante nombre se circunscribe al hecho de que cuando quieres llenar una taza, el fluido correspondiente, sea indefectiblemente derramado en cualquier otro sitio menos en la taza, salvo que se combine el justo punto de caudal e inclinación del fluido, o en su defecto, se utilice un cuchillo o varilla para ajustar el flujo del fluido a la ubicación deseada.
Siempre me ha parecido metafórico: O haces las cosas con la velocidad y la posición adecuadas o tienes que utilizar alguna guía. Metafórico, sin duda.
El perturbador efecto tetera

domingo, 10 de febrero de 2013

El derrape cerebral

Tengo cierta curiosidad por saber si los lectores de estas líneas se han percatado de que vengo remoloneando unas cuantas semanas de mis deberes "literarios" Es verdad que ayer una lectora me afeó levemente mi conducta irresponsable, pero no es menos cierto que tanto la falta como la penitencia fueron tratadas con una severidad  inversamente proporcional al cariño que me profesa. Vamos que fue un leve tironcillo de orejas.
Pero esa soportable regañina me sirvió para obtener dos inesperadas revelaciones:
  1. Que me lee
  2. Que me proporcionó el título de mi entrada de hoy
No tenía en absoluto la intención de perforar la celulosa hasta al menos el próximo fin de semana, debido  a un mix entre los ritmos circadianos, mi pereza habitual y uno poco de mala leche que me viene acompañando desde hace algun tiempo.
Y en estas circunstancias, que me dan el título mascado.
Y ya, ¿que se supone que debía hacer? Pues una vez traspasada la barrera, no hay más remedio que seguir hasta el final. Y en estas me hallo.
Permítanme los lectores que guarde el suspense hasta el final, en cuanto al significado del título se refiere, o al menos a los orígenes del mismo, y pasemos a hablar de posibles interpretaciones alternativas.
Profundizando como siempre en las fuentes, y tratándose de significados de las palabras, podemos optar entre el Marca, que siempre oferta diferentes opciones semánticas a un mismo vocablo, y todas ellas de gran riqueza metafórica o dicho de otra forma, que las utilizan de forma absurda y disparatada, pero siempre madridista, o alternativamente, la fuente más ortodoxa y utilizada por este cronista, el Diccionario de la Real Academia que, con menor valor metafórico que el Marca (of course), siempre arroja una luz en el eterno camino de Damasco que supone el entendimiento correcto y riguroso de nuestro idioma.
A la vista (iba a decir a la lectura, pero es que lo he mirado en Internete, y no se si es lo mismo), de las aclaraciones de la Academia, me he encontrado con un terrible problema de muy difícil solución: El término derrapar proviene del francés.
Y a ver qué hacemos ahora. Si tenemos que utilizar una palabra que proviene del francés, es sin duda porque se puede utilizar para alguna cabronada, para faltar o molestar al prójimo, para enaltecer al gabachío popular o para alguna cochinada erótico-festiva, que es lo que suele pasar con los galicismos.
Por si hay algún escéptico al respecto, no hay más que enumerar alguno de los más afamados: bricolaje (una cabronada como hay pocas), cómoda (que es un mueble que no hay dios que pueda mover, ocupa un montón no es nada "cómoda"), complot (pues eso), élite (que es como decir "a donde vas, desgraciao") , y los erótico festivos (cabaret, champaña, colonia, perfume y para rematar la jornada, hotel)
En efecto, derrapar es un galicismo que la RAE traduce como:
derrapar.
(Del fr. déraper).
1. intr. Dicho de un vehículo: Patinar desviándose lateralmente de la dirección que llevaba.
2. prnl. Ven. Comportarse de manera contraria a los cánones tradicionales de una sociedad.
Por tanto, debemos concluir que alguien que derrapa es alguien que se desvía de la línea recta, yéndose hacia algún lado, que presumiblemente no debe ser el correcto.
En el caso que nos ocupa, yo diría que si éste es el significado, me da que empezando por mi propia persona de mí mismo, y siguiendo por unos cuantos de los que me rodean y muchos de los que me pillan más lejos, va a ser que estamos derrapando una jartá. 
En mi defensa he de decir que vengo intentando seriamente corregir la trayectoria, aunque el coche (probablemente por viejo), se empeña inmisericordemente en volver a la trayectoria errónea, lo que me obliga a algún volantazo arriesgado. Pero ahí estamos.
Lo de la afección venezolana "Comportarse de manera contraria a los cánones tradicionales de una sociedad", afortunadamente y lo digo muy orgulloso, intento aplicarlo siempre que puedo.
No tengo muy claro que la conversación que inspiró definitivamente el título y que debo (como muchas otras cosas) a las correrías profesionales de minmana, se refiriese en concreto a la utilización de galicismos en el lenguaje castellano, aunque bien podría suponer que no, puesto que aunque se hablase de accidentes, éstos estaban encuadrados en la cosa médica y más en concreto en la fea costumbre que tiene el endotelio vascular en rasgarse cuando nadie se lo había pedido.
Cambiemos por tanto, una "p" por una "e" y me hubiese quedado sin título, y vosotros sin entrada literaria. Pues bien está lo que bien acaba, y cuidado con los derrapes/mes, que vais como locos.