sábado, 28 de enero de 2017

He Visto La Luz (III)

(Continuación del relato publicado 28 enero, 2017 He Visto La Luz (II))

…Tras quitarme las gafas de buceo, miré a mi alrededor buscando alguna explicación al modesto tsunami, cuando observé que había una tabla de surf a unos pocos metros, aparentemente abandonada. Me acerqué nadando con más curiosidad que prisa, y justo a mi espalda emergió una sirena.

Me quedé petrificado. No tanto por la posibilidad real de contemplar a un ser mitológico, sino por la extraordinaria presencia de la mujer que hizo tan súbita aparición. Desde luego no era una sirena. Era una diosa aparecida en medio de las olas. Sé que se utiliza mucho ese adjetivo, esa metáfora, para definir a una mujer bella, pero no es el caso. Llamarla diosa era una simple descripción de hechos, no limitados al análisis estético. Hablamos más bien del impacto espacial. De cómo su presencia desplaza al resto del universo a un segundo plano, desenfocado y oscuro, y cómo pasa a ser el centro del escenario de la vida, en todas y cada una de sus dimensiones; De cómo capta toda la energía existente en la atmósfera próxima, y la convierte en una especie de holograma magnético que retiene a personas, pensamientos y emociones, en una especie de área de influencia infinita que la precede y la anuncia. Es una persona atractiva, sin duda, pero en el sentido más literal de la palabra, y no en el habitual para destacar rasgos agradables de una persona.

He de suponer que cuando uno percibe que un determinado acontecimiento puede suponer un extraordinario cambio en su vida, debería quedarse paralizado, sudoroso, agitado o soliviantado. Es decir, alguna emoción extrema debe pasar por su alma, puesto que va a suponer una revolución intelectual, anímica y sentimental. Y supongo que para ese tipo de casos debieron nacer las reglas sociales, el protocolo, e incluso la burocracia. Eso fue lo que me salvó de ser devorado por su simple aparición. Porque las reglas de los comportamientos aprendidos nos persiguen desde la más pura infancia, y ejerce sobre nosotros una especie de reacción inmediata, parecida a los reflejos del cuerpo, los que activa el médico con una leve presión. Simplemente no pasan por la corteza cerebral, y por tanto, no reciben la valoración del área límbica. O sea, que hacemos por rutina lo que aprendimos. Y yo aprendí a preguntarle si se encontraba bien, deduciendo que había salido disparada de su tabla de surf al chocar conmigo.

No me reconoció inmediatamente. Y yo no pude, porque no me atrevía a mirarla a tan corta distancia y sin protección. Militar, por supuesto. Se precipitó a tranquilizarme. Ningún problema. Se despistó mirando cómo un hidroavión repostaba en pleno Mar Mediterráneo. A cualquiera le hubiese ocurrido. Supuse que la interacción finalizaría en ese punto, una vez agotadas las fórmulas de cortesía. Pero ella me reconoció, lo noté en el cambio de tono de su voz. Y me preparé para negar cualquier tipo de información que hubiese podido facilitar el posterior acercamiento. “No, debes estar confundida”, o algo similar. A mi favor, que ella no disponía de tiempo, sus vacaciones finalizaban. Y mi decidida postura de no complicarme la vida, en el supuesto caso de que la ausencia de vida real no fuese en sí mismo una extraordinaria complicación. En cualquier caso, armas suficientes para eludir cualquier tipo de intento de aproximación por su parte.

Lo que no había contemplado era la posibilidad de que ella no estuviera interesada en una sutil maniobra de avance y por el contrario, optase por un ataque directo y frontal. Desde luego, sus cromosomas gallegos no dominaban la escena, porque de ambigüedad, ni un poquito. Los tanques alemanes habían tomado posiciones, y mucho me temía que las maniobras elusivas no servirían de mucho. Solo dos opciones: La grosería o la rendición. Y yo estaba demasiado bien educado para según qué cosas.

Sus palabras exactas fueron: “Eres mi vecino de enfrente. Y no has sido capaz de decir ni buenas noches, cuando nos acostábamos casi a la vez. Una falta de etiqueta imperdonable. Y me vas a compensar invitándome a cenar en el restaurante del puerto que elija. Y luego nos tomaremos una copa. Y si me apetece bailar, pobre de tí si te quedas sentado” Quizás un poco mandona, lo que tienen las diosas, que todo el mundo hace lo que ellas quieren. Con una voz muy impostada, le dije con toda claridad que ya tenía otros planes. Ella no me oyó, porque aunque el tono fuese original, el volumen no acertó a elevarse. Supongo que no hubiera variado mucho. “Me recoges a las ocho” “¿Dónde? No has dejado el hotel?”

Solo me miró. Inicialmente, de frente. Luego de refilón, con los párpados a medio cerrar, como las persianas de una tarde de primavera. Lo captó a la primera, y me enseñó los dientes. Solo para que me diese cuenta de que me había calado al instante. Yo me daba de cabezazos mentales. Solo podía saberlo si había mirado su blog o si había indagado entre el personal del hotel. En cualquiera de los dos casos, obviamente me había interesado por ella, y ella lo sabía. Remató. “Te espero” “Pero…”No me dio tiempo. Enganchó su tabla y se marchó hacia el horizonte, nadando con un estilo cuestionable, pero efectivo. Salí a la orilla, dispuesto a esperarla para que me diera su teléfono , dirección, o alguna pista que me permitiese saber dónde o cómo recogerla. Una hora. Decidí volver al hotel.

Releí su blog buscando indicios de su localización. Nada. Pregunté en el hotel, fingiendo que tenía que devolverle un libro prestado. Nada. Había dejado la habitación. Volví a la playa y pregunté al dueño del chiringuito. Lo obvio. Por supuesto que sabía quién era. Una preciosidad. Pero no había vuelto a pasar por allí. Alquiler de tablas de surf. En efecto, su tabla estaba allí. Ella no. Había pagado el alquiler y no sabían nada más. En efectivo.

Me conecté a sus redes sociales a través de los iconos de su blog. Fotos, retweets, me gustas. Punto. No se me ocurría mucho más. Le mandé un email a través de su blog. Sin respuesta. Pensé en llamar a las compañías aéreas e incluso a la Guardia Civil. A las 7 recibí un mensaje en mi móvil: “Date prisa” Y una localización. ¿Cómo diantres había podido averiguar mi número de teléfono?


viernes, 27 de enero de 2017

He Visto La Luz (II)

(Continuación del relato publicado 27/08/16 “He Visto La Luz”)

….Tengo la sensación de que nos hubiéramos podido …no sé. Conocernos al menos. Y lo ha evitado con su carencia, con su omisión, con su falta de voluntad.

Me he quedado muy triste, más por él que por mí. Aunque bien mirado, él podría pensar lo mismo”

Antes de realizar profundas reflexiones sobre lo ocurrido, hice un pequeño resumen de la situación: Yo me dedicaba a mis cosas, ella me observaba como yo a ella, y se supone que me ha estado enviando mensajes telepáticos a través de gestos o sonrisas remitidas desde el balcón de enfrente. Y todo eso lo escribe en un blog que parece dedicado a la tradicional amistad hispano-alemana, desde los tiempos de Carlos I (o V) Y además, deja caer que no le hubiera importado tener algún tipo de relación amistosa con el tipo de enfrente o sea, una servidora.

Su actitud me pareció un tanto exótica en los medios, y un tanto descabellada en los fines. Mira que querer entablar relación con un tipo al que no conoces de nada, solo porque se acuesta tarde y vive enfrente. Y la mía me pareción serena, sosegada y sensata, al no querer ningún tipo de relación con una rubia, joven, con buen tipo, y dispuesta a conocernos. ¿Quién podría querer una relación iniciada de esa manera y con tan pocos fundamentos? ¡¡Pues cualquier varón heterosexual con sangre en las venas, so idiota!!

Claro, visto así, podría adivinarse algún tipo de error metodológico, dado que el resultado de la estrategia actual, la más pura abstinencia intencional, podría cifrarse en cero contacto, cero relaciones. Por tanto, cabría valorar la posibilidad de reconducir el asunto. Por ejemplo, podría empezar por comprobar si la chica es medianamente atractiva. No se rían. Mi miopía es considerable e intransferible. Agarré la cámara y lancé el zoom hacia su terraza. Disparé en ráfaga. En una de las instantáneas pude verla con claridad.

Bueno, no estaba mal, siempre y cuando te gusten las treintañeras rubias, altas, delgadas y con dentadura perfecta. Es cuestión de target. Si ese es tu nicho de mercado, podría suponer que sería bien acogida. Pero yo no tengo un target definido. De hecho, no tengo ninguno. Yo soy de los que únicamente se fijan en la belleza interior, siempre y cuando se haya sobrepasado unos mínimos estéticos. Supongo que debe ser por la miopía.

En cualquier caso, la decisión a tomar consistía en decidir si me dejaba llevar por una situación inesperada, completamente imprevista más bien, o por el contrario, dejaba correr la oportunidad, como había hecho hasta el momento. Por supuesto, de dar un paso adelante, me arriesgaba a poder incorporarme a una preciosa historia de amor, de afecto, de sexo, de amistad, con todos los condicionantes que ello conlleva: Atención, pasión, unión, sufrimiento, etc. Por el contrario, la abstinencia me permitiría la comodidad, el egoísmo, el confort, la serenidad, la sensatez y la sencillez.

Quizás en otro tiempo, cuando me hallaba bajo los influjos de la juventud, del romanticismo inveterado, de la inconsciencia, de la ausencia de experiencias, podría haber tomado el camino arriesgado, el que me hubiera obligado a ceder. A ceder mi espacio, mi rutina y mis carencias como la dote que aportaban las novias a los matrimonios en tiempos pretéritos. Pero las relaciones personales, la pareja, el amor, son conceptos enormemente sobrevalorados. No hay cariño comparable al que uno tiene para sí mismo, aunque se odie todos y cada uno de los días de su vida. Llamémoslo supervivencia, no quiero levantar polémica. Simplemente, es difícil ser más amable con uno mismo que lo que uno mismo ya es para sí. Y puestos a ser crueles, nadie puede ser más cruel con uno mismo que uno mismo. Entonces, ¿cuál podría ser la razón que podría justificar correr el riesgo de encontrarse en una relación, cuando ese riesgo es fácilmente evitable, simplemente haciéndose a un lado y eludiendo la oportunidad? En mi opinión, el único aspecto que podría justificar el riesgo es el simple deseo de disfrutarlo, de vivir una aventura, de driblar al espacio de confort; Porque el resultado final siempre será inferior al actual, siempre se acabará en una situación enormemente menos confortable, que si se elige abstenerse de aventuras insólitas.

Es probable que entre los lectores puede haber quienes piensen que existe una manera menos drástica de enfocar este tipo de dilemas. La propuesta sería dar un pequeño paso adelante y ver cómo se desarrollan los acontecimientos, de tal manera que el compromiso para uno mismo,  queda íntegramente bajo su control. Es decir, avanzo mínimamente, veo qué ocurre y doy un paso adelante definitivo o me retiro. Y este argumento, tan estéticamente correcto, como profundamente falaz, encierra en sí mismo una extraordinaria celada, dado que si se produce un avance en la situación, la propia situación varía irremediablemente, habiendo perdido su status quo, y colocándonos en un momento en el que ya nada es como era antes. O sea, algo parecido al principio de incertidumbre de Heisenberg, pero aplicado a un suceso igual de inesperado que la posición de un electrón en un día de lluvia. Es decir, que un avance cambia irreversiblemente el escenario de juego, y todas y cada una de las actuaciones que se lleven a cabo, tendrán una consecuencia diferente e inevitable. Como decía un tipo inmundo que tuve la desgracia de tener como jefe, ninguna buena acción quedará sin su justo castigo.

Desde ese punto de vista, la decisión era sumamente sencilla de adoptar, y por lo tanto, no debía alborotar mi plácida existencia. Y, en coherencia con mi decisión, o más concretamente, con la falta de decisión, volví a refugiarme en mi ordenador y en mis escritos. Procuré no despistarme con el tenue resplandor que provenía de la terraza de enfrente, por lo que desconozco si por su parte se mantuvieron las miradas de interés, los movimientos tácitos de aproximación, o cualquier tipo de inciativa que pudiera llevarme a un hipotético desastre, entendiendo como tal el inicio de una relación de cualquier índole.

No pude resistirme a hacer un seguimiento de su blog, como mera curiosidad malsana. Escribió un último post en el que anunciaba que sus vacaciones tocaban a su fin y que próximamente regresaría a su domicilio habitual. No volvió a referirse a mí en ningún momento, lo que me produjo un sentimiento encontrado de alivio y despecho, simultáneo y efímero, que reafirmó la bondad de mi decisión.

Al día siguiente tampoco me la encontré en el desayuno, por lo que di por supuesto que estaría preparándose para irse. Tal vez como celebración por la ausencia de futuros problemas derivados de la incompleta relación, decidí acercarme a la playa, y pasar un rato más prolongado de lo habitual, ya le robaría tiempo a la siesta. Hasta me adentré en las suaves olas de la playa mediterránea, mimetizándome con el paisaje playero dominical. Iba equipado con un modestísimo equipo de snorkel adquirido en una de las tiendas del paseo marítimo, un bañador/chaleco reflectante, y una buena capa de loción fotoprotectora, factor 50, tirando por lo bajo. Es decir, hecho un cromo. No me desanimé por tal evidencia y decidí adentrarme en el mundo submarino, para observar la fauna y flora marinas a una estimable profundidad de medio metro, cuando recibí un considerable impacto que me arrancó de cuajo el tubo del snorkel. Me quedé un tanto confuso por la situación, y salí a la superficie. Tras quitarme las gafas de buceo, miré a mi alrededor buscando alguna explicación al modesto tsunami, cuando observé que había una tabla de surf a unos pocos metros, aparentemente abandonada. Me acerqué nadando con más curiosidad que prisa, y justo a mi espalda emergió una sirena.

 

 

 

 


miércoles, 25 de enero de 2017

En Un Mar De Grises

Ojalá pudiera borrarte, eliminarte u olvidarte

Para no verme sometido a tus vaivenes

Para no ver cómo juegas con mi mente

Ojalá pudiera erradicarte de mis sienes

 

Pero cuando me abordas, blandiendo tu sonrisa

No es posible completar la ruta de huida

No es posible reaccionar tan deprisa

Pero cuando me atrapas, la vida se olvida

 

Déjame al menos en un mar de grises

Donde pueda ocultarme, mostrarme, guarecerme

Donde pueda encontrar refugio cuando te divise

Déjame al menos que me muera por verte


martes, 24 de enero de 2017

Desde El Cariño

No pudo dolerme más, porque rebasó mi capacidad de sufrimiento. Lo intentó, pero no pudo. Intentó conseguir una victoria del vencido, misión imposible. Que busque a otro, yo ya no le sirvo.

Se lo dije con cariño, el que la tenía. “Estás perdiendo el tiempo, me estrujaste, me explotaste, me destrozaste y quieres volver a hacerlo. Todo. Pero es que ya no se puede, mi vida. Ve, mira, busca, elige y destruye. Eres la mejor”

Aún dudaba. Y se lo expliqué “Mira, no hay nadie que te quiera como yo, y por tanto, no podrías causar mucho más daño, porque a más cariño, más dolor. Pero es que ya no tengo más, ni cariño, ni dolor, ni sufrimiento. Y pudiendo ser feliz, arrasando otro infeliz, rebañando hasta la última gota de su alma y reanimándola para volver a intentarlo, ¿qué haces derrochando tus minutos conmigo?”

No acabó de gustarle, pero no solo tenía toda la razón, sino que además se lo decía desde el cariño, el que la tenía.


lunes, 23 de enero de 2017

A La Vuelta De Tus Ojos

Encontré alguna de las respuestas a la vuelta de tus ojos

Al observar con detalle el aleteo de tus párpados

Comunicándose en morse con las habitaciones de mi alma

Enviando las coordenadas para encontrar el tesoro

Que aguarda pacientemente a este intrépido explorador

 

Mas no me decido, quizá no compense el riesgo

Y esa duda disuelve el hechizo oculto tras tus pupilas

Era el momento, la magia, la alineación de los planetas

Mientras pasa la vida, inocente, anodina y sombría

Por aplicar las razones a los enigmas del cuore

 

 

 


sábado, 21 de enero de 2017

Necesitamos vuestros versos – Textos solidarios.

Yo ya he participado
¿A qué esperas?

El Destrio

Necesitamos vuestros versos

Acabamos de empezar una nueva iniciativa en la que solicitamos poesías para seleccionar la que sirva de guión en el vídeo promocional del libro (aqui teneis todos los detalles) y solo unas horas más tarde ya hemos recibido algunas poesías que podéis leer en  esta página.

Iremos publicando allí todas las que recibamos durante unos días, y posteriormente abriremos una sencilla votación, como ya hicimos con el título, para escoger entre todos la que nos parezca más adecuada.

Muchas gracias a todos una vez más por acoger tan favorablemente cada nueva idea, y por ayudarnos a ayudar.

Ver la entrada original


viernes, 20 de enero de 2017

Concurso Enero – La sombra dorada

¡¡Nuevo concurso organizado por Paula!!
El blog pauladegrei.com organiza un nuevo concurso de relatos, cuyo premio es un ejemplar de la obra “La Sombra Dorada” del escritor Luis M. Núñez, al que también podéis seguir en su blog lordalceblog.wordpress.com
¡¡Animaos a participar!!

Paula De Grei

Con motivo de mi última reseña, es que inauguro el concurso para todos aquellos que quieran participar por un ejemplar de La sombra dorada de Luis M. Núñez.

Premio: libro físico con dedicatoria especial cortesía del autor.

Bases para participar:

  1. Rebloguear/Compartir ésta entrada en tu sitio o cualquier red social.
  2. Enviar un e-mail a  pauladegrei@gmail.com con el asunto “La sombra dorada” y en el cuerpo del mensaje cualquier texto que sea propio, original, inédito, un auténtico tesoro sin descubrir, y que involucre éstas dos palabras: “Sombra” y “Dorada“. **Recuerden incluir en el correo el link a la red social/sitio, así podré identificar a la persona.

Resultados:

  • Los textos se publicarán a medida que se reciban.
  • El texto ganador será el que tenga mayor cantidad de “me gusta” y se publicará los primeros días de febrero (las personas que no estén…

Ver la entrada original 35 palabras más


miércoles, 18 de enero de 2017

Desde La Barra

Dedicado a Jose Gotzens

 

Y ella se dirigió a mí con unos términos impropios de una señorita, por lo que no tuve más remedio que apearle el tratamiento.

“Hola, ¿querías algo?”

“Pues querría una copa”

“Ah, disculpa, me has confundido con el camarero. Ahora lo llamo”

“Bueno, es que esperaba que me invitases”

“¿Y qué te hace pensar que quiero o debo invitarte?”

“Bueno, llevas más de media hora sin quitarme la vista de encima. Has sonreído cuando yo lo he hecho, has alzado tu copa en mi dirección, le has preguntado al camarero mi nombre y si había venido sola, se te han sentado dos pibones a tu lado y ni las has mirado, me has hecho dos fotos con mucho disimulo, has ido al baño en dos ocasiones dando un rodeo kilométrico para pasar cerca de mí, has tirado a propósito los abrigos de mis amigas para entablar conversación y por si fuera poco, tienes una copa a tu lado intacta, casualmente de la misma bebida que suelo tomar aquí y con la misma sombrillita que me gusta. Yo diría que quieres ligar conmigo, y por eso me he acercado a romper el hielo y pedirte esa copa. “

” Lo siento, pero no creo que esa relación de simples indicios te autoricen a romper la tranquilidad de mi barra. Te ruego me permitas seguir degustando mi copa. En caso contrario, me veré obligado a avisar a Seguridad”

 


martes, 17 de enero de 2017

Círculos Concéntricos

He estado pensando diferentes maneras de perdonarme por todos estos años de fracaso y traición. Y he descartado casi todas, por ser simples excusas, por no afrontar la verdad.

Y para evitar que, en un momento de debilidad, pueda rescatarlas, reciclarlas, o suavizarlas, he decidido someterlas a un análisis racional, exhaustivo y descarnado, para así poder exponerlas en su justa desnudez ante vosotros, esperando de vuestra objetividad la más feroz de las críticas concebibles. Y una vez recibida, desecharlas todas y cada una de ellas, por aplastamiento, por su patética intención de justificar lo injustificable. Cuento con vosotros.

Justo es que conozcáis previamente cuál era el objetivo, qué es exactamente lo que he venido incumpliendo sistemáticamente durante todos estos años, y que expongo para mi propia vergüenza y deshonor.

Y éste no era otro que el de mantenerme siempre en el camino diseñado en mi juventud tardía, como hoja de ruta a algo que podría parecerse a la felicidad. Puedo coincidir con el lector en que los elementos que procuran la felicidad en nuestra vida son excesivamente variados, dispersos e incontrolables como para aceptar que ésta pueda alcanzarse por el simple hecho de marchar entre dos cunetas morales. Pero no me negarán que mantenerse en el camino que uno mismo se ha marcado, no estorba para alcanzarla.

Y asumiendo, por el simple análisis histórico de mi paso por la vida, que no siempre he podido mantenerme entra las dos marcas, y que el camino recorrido, erróneo o certero, es de imposible retroceso, he caído en la tentación de buscar algún tipo de explicación o coartada para ello, simplemente para no aceptar lo obvio, que me he traicionado a mí mismo en algún/algunos cruce/s del camino.

Entre las excusas barajadas han surgido algunas, que de tan ridículo que suenan, no me atrevo a exponer. En cambio, algunas de ellas resistieron con aparente solidez los primeros ataques argumentales.

En concreto, las que estaban relacionadas con la subjetividad de los conceptos manejados. Por ejemplo, la verdad. Un concepto subjetivo, difícil y no cuantificable, me dije. Cómo asumir que no he seguido el camino prefijado, cuando ese hipotético abandono puede ser cuestionable, por lo etéreo del concepto. Y tuve dudas. Reales. Podría ser que ese hipotético desvío no se hubiese producido, o los límites no fueran muy precisos, o ese extravío durase tan poco tiempo que no fuese representativo.

Tuve que oponerme muy seriamente, con argumentos muy contundentes. Por ejemplo, que la mera sospecha de haber abandonado el camino, es suficiente indicio de haberlo hecho. Por ejemplo que la verdad se encuentra cuando despojas toda la neblina, el envoltorio y la vestimenta, y te quedas con el núcleo, con la esencia. Y si la acción (u omisión) ofende al esqueleto básico, a los cimientos de la verdad, poca subjetividad puede permitirse en el análisis. Te fuiste, abandonaste el camino, cometiste un error irreparable.

Y una tras otra, las excusas, los argumentos falaces, los sofismas, la dulcificación de los comportamientos, las buenas intenciones, la intención de no dañar, y todo ese catálogo al alcance del traidor de uno mismo, va cayendo poco a poco, como las fichas del dominó, como las palas de ese abanico, que una vez plegado no puede prestar su servicio.

¿Y qué os parece mi última ocurrencia? ¿No lo véis como un patético intento de defender lo indefendible? Espera amigo lector, no te precipites, que te la hago llegar.

“¿Y si en realidad el camino marcado no fuese lineal, sino una especie de rotonda en el que el juego consista en mantenerse en constante rotación, y que viniese flanqueado por una especie de círculos concéntricos, a los que uno podría desplazarse en caso de grave error de pilotaje, aunque sin abandonar el trayecto circular? ¿No sería más humano el poder alojarse no demasiado lejos del camino marcado, a pesar de graves equivocaciones en el proceso? ¿No sería una forma alternativa de mantenerse en la carrera sin romper las reglas para siempre? ¿No nos merecemos esa segunda oportunidad, dada la inmensa dificultad del recorrido?”

Tú me dirás, amigo lector, pero para mí, esto son excusas de mal pagador. Espero de tu rigor y objetividad que destroces sin piedad esta incalificable teoría, que justifica la debilidad, la traición y el error, y le permite mantenerse en el trayecto sin penalización definitiva.


domingo, 15 de enero de 2017

Estribaciones De La Madrugada

¿Qué sentido tiene permanecer en este día, sabiendo que morirá en pocas horas

Y será reemplazado por uno distinto, en el que volveré a figurar como invitado

En el que nada de lo hecho podrá modificar lo que queda por hacer.

Como folio en blanco inmaculado.

¿Para qué?

Posiblemente para colocar estas letrillas en algún cierto orden

Que transmitan confusión, incredulidad y resignación

Hacia lo que parece el más extraño de los propósitos, el más flagrante de los despropósitos.

La historia es cíclica, dicen. Lo que es cíclica es la confusión.

Estamos para repetir día a día las mismas cosas. ¿Atrapados en el tiempo?

Como un proyecto en el que solo cuenta la ejecución, porque los objetivos son inalcanzables

Entonces

Que me ejecuten escribiendo, riendo, luchando, besando y queriendo.

Y que cuando esto haya de parar, por acción del que mande

Que me pille en movimiento, en escalada, hacia las estribaciones de la madrugada.

 

Fotografía de Paloma Baytelman http://ift.tt/2iVL1W9 Bajo licencia de Creative Commons

 


viernes, 13 de enero de 2017

El Consultor De Filosofía (y II)

…Miré a ver si nuestro orador tenía algo publicado. No recordaba el nombre, por lo que eché mano al bolsillo para leerlo de la tarjeta que había dejado para los asistentes. Al darle la vuelta, esperando un mini relato de sus méritos académicos, solo figuraba un cargo o profesión: “Consultor de Filosofía”

Y de los buenos, pensé.

(El Consultor De Filosofía)

He de admitir que se trata de una solución un tanto heterodoxa. No me duelen prendas en reconocerlo. Aunque el simple hecho de plantearme la posibilidad, debería hacer sospechar al lector la envergadura del problema en el que me veía envuelto.

Descartadas las figuras teológicas, académicas, familiares, e incluso los amigos de toda la vida, él era mi única esperanza. Rebusqué entre mis bolsillos, mis cajas de zapatos, los cajones, sus dobles fondos y mi amigo google. Una especie de asociación de ideas me llevó a indagar en la Asociación donde nos habíamos conocido. Acierto pleno. Me facilitaron su nombre, teléfono y una idea aproximada de sus tarifas. Aproximadamente altas.

Pero la acumulación de argumentos a favor y en contra, los matices de refuerzo y rechazo, los elementos de incertidumbre, la proyección de futuro de las diferentes opciones alternativas, el efecto mariposa y el cambio climático, eran demasiadas combinaciones, variaciones y permutaciones para una sola persona.

Llegué a la conclusión de que solo ellos podrían ayudarme. Y de entre ellos, su representante terrenal, su manager, su broker. El que intermediaría entre ellos, mi problema y yo. Considerando que la mayor parte de ellos están bastante fallecidos, esperaba sinceramente que su legado se mantuviera perenne en sus obras, como siempre se dice, o que al menos, el Prof. López-Müller mantuviese una buena relación médium con los del más allá, para recoger y aprovechar sus ideas en el más acá.

Me recibió en una especie de sala de estar reconvertida a biblioteca, o mejor dicho, a depósito de libros. Ambos fuimos puntuales y corteses. Rebusqué a mi alrededor buscando algún tipo de diván o sofá de extraordinario confort, y acabé sentándome en una silla de la línea Kiënbock de Ikea. Digna, confortable y anodina.

Pensé que sacaría algún tipo de carpeta, como si fuera la historia clínica de un médico, y a cambio buscó un trozo libre del ABC de antesdeayer. Bolígrafo Bic en huelga, que precisó varias vueltas de campana entre sus manos para comenzar la escritura. Capucha mordisqueada. Veterano de mil guerras, se conoce.

Cuando me pareció que estaba listo, le pregunté cuál era el procedimiento. Me dijo que prefería que le contase el problema y que ya iríamos avanzando. Lo que me temía. Yo confuso y desordenado. El, anárquico y vintage. Hacíamos una extraordinaria pareja, pensé. Y tuve que sonreir a mi pesar. El se percató, y realizó una especie de anotación en el margen del periódico. Acabábamos de empezar y esa sonrisa traicionera le permitió marcar el primer gol. Refrené mi expresión facial y volví a ese extraordinario rictus de preocupación con el que gané la puerta de entrada.

Me animó a comenzar. “Es que no se cómo contarle todo el problema. “ “No se preocupe. Lánzeme su preocupación principal y partamos de ahí”

“Profesor, debo optar entre proteger la buena marcha de mi empresa o acostarme con la ex-mujer de mi socio”

“Para eso no hace falta la filosofía. Absténgase de tener relaciones carnales con ella, busque otra mujer, y salvaguarde su empresa y su futuro”

“Ya, pero es que usted no ha visto cómo está de buena”

“En eso lleva usted razón. ¿No tiene una foto?”

Le enseñé su foto del perfil de facebook, y algunas otras en las que estábamos los tres juntos.

“Ciertamente, tiene usted un problema de primera división. De Champions, si me apura. Pero tampoco necesita a la filosofía. Si no se acuesta con ella, es usted un perfecto imbécil”

“En eso convenimos, Profesor López-Müller. Lo que me gustaría es analizar los diferentes puntos de vista de los filósofos más sabios, para poder acostarme con ella con un respaldo mayor que el de la testosterona y la solidaridad masculina. Encontrar el consuelo de que hombres más sabios que yo han analizado este tipo de situaciones, y han encontrado algún tipo de ruta ética, espiritual, mística o religiosa, a través del cual pueda encontrarme a mí mismo en plenas relaciones físicas con ella, sin un excesivo complejo de culpa o de falta de ética”

“Usted lo que busca es una coartada para poder disfrutar con ella sin remordimientos”

“En efecto, veo que finalmente capta la idea”

Me miró unos segundos con expresión circunspecta, para posteriormente tomar alguna nota en la página de sucesos del diario. No parecía muy prometedor. Precisamente había ido a verle a él para evitar eso mismo, salir en los papeles. Y menos en sucesos. De improviso, se levantó y cogió un libro de San Agustín “La Santa Virginidad” Mal empezamos. Afortunamente lo dejó en su estante y cogió “Las Uniones Adulterinas” No es que fuera exactamente lo que yo había pensado, pero si había algún tipo de adulterio, no íbamos tan mal.

“Mire, San Agustín, en el capítulo XV de este libro explica bastante bien la diferencia entre las cosas lícitas e inconvenientes o inoportunas. Y destaca cómo abstenerse de llevar a cabo las cosas inoportunas, como podría ser la relación que usted desea, puede ser considerada, pero también la acción contraria, porque ambas cosas son lícitas, y unas veces conviene esto y otras lo otro.”

No negaré que el insospechado respaldo de San Agustín, elevó considerablemente mi moral. Nada menos que un filósofo ilustre, clásico, sabio, y encima santo, me estaba proporcionando el respaldo moral necesario para tirarme, perdón, para iniciar relaciones íntimas con la ex-mujer de mi amigo. Animé a López-Müller a que rebuscara en el resto del texto. Leyó un poco más en silencio, y cerró el libro con cierto grado de rotundidad.

“Creo que esta parte es con la que nos quedamos, porque más adelante defiende que a los que no se contienen les conviene casarse, y les conviene lo que es lícito; en cambio, a los que hacen voto de continencia, ni les conviene ni les es lícito. Y, salvo que usted me diga lo contrario, no parece que el matrimonio forme parte del escenario en el que usted se sentiría cómodo.”

Negué con vigor. Mis ojos, mi cara, mi cuello y mi mente, negaron al unísono. Le quedó claro. Nos quedaríamos con un cierto apoyo de Agustín, y seguiríamos buscando. De entre los libros cuyo lomo quedaba a la vista, me llamó la atención uno de Hume, el Tratado Sobre La Naturaleza Humana. Y como si fuera telepatía, el profesor lo recogió de uno de los anárquicos montones y lo depositó encima de la mesa. Tosí un poquito, debido al polvo acumulado, y escuché los argumentos del escocés en boca de López Müller.

“En una palabra: la naturaleza ha concedido una especie de atracción a ciertas
impresiones e ideas, por la cual, al surgir naturalmente, traen tras sí a sus correlativas. Si estas dos atracciones o asociaciones de impresiones e ideas concurren en el mismo objeto se apoyan recíprocamente y la transición de las afecciones y de la imaginación se hace con la más grande naturalidad y facilidad.”

¡Por fin encontraba exactamente lo que estaba buscando! Un responsable, un culpable, un eximente. La naturaleza. En efecto, yo no me planteaba realmente una relación tan cuestionable desde el punto de vista ético o práctico. Era la propia naturaleza la que me arrastraba hacia esa procelosa relación, al atrubirle una atracción a aquello que bien podría llegar a ser una simple impresión o idea. Por tanto, me podía acostar con ella a los solos efectos de comprobar si existía esa relación entre las impresiones y las ideas, es decir, si en verdad era cierto que todo ese pedazo de atractivo femenino, pasaba a cristalizar en una extraordinaria relación sexual irrenunciable, o un simple polvo salvaje.

Claro que había unos pequeños inconvenientes, no mayores. Por un lado que el hecho de que la relación sexual funcionase, podría tener también algún tipo de relación con mi propia capacidad amatoria. Chorradas, soy cojonudo en la cama. Pero por otro, una vez consumado el acto, me quedaría sin coartada para repetir, en el caso hipotético de que la impresión se convierta en idea, puesto que lo que hubiere de comprobarse, ya se habría comprobado, a favor o en contra. De todas formas, el primer polvo me lo llevaba puesto, eso sí.

Comenté con López Müller mis reflexiones, y me miró como si estuviese metiendo la mano en la Bocca della Verità , con bastante desagrado e incluso miedo. Pero estuvo lo suficientemente prudente como para no entrar en un debate demasiado profundo. Creo que solo comentó que una vez que el filósofo o literato dejan sus palabras en un papel, éstas pasan a ser patrimonio del lector, y el sentido de las mismas , pasa a tomar las más numerosas, irregulares, discontinuas y disparatadas formas, en la mente de todos y cada uno de los lectores, por muy ceporros que éstos sean, añadió.

No me dí por aludido y busqué la prueba definitiva en alguien que jamás me ha fallado, a la hora de corroborar cualquiera de las extraordinarias locuras que he ideado a lo largo de mi vida. Nietzsche.

No tuve que esperar mucho. Señalé a López-Müller el libro “El Ocaso De Los Dioses o cómo se filosofa a martillazos”, y en el prefacio encontré la respuesta a mis dudas:

“Conservar en los problemas sombríos y de abrumadora responsabilidad la alegría serena, es cosa harto difícil, y, sin embargo, ¿hay algo más necesario que la alegría serena? Nada sale bien si no participa en ello la alegre travesura”

En efecto, la solución estaba en tomarse las cosas como una alegre travesura y con alegría serena. Eso me permitía el paquete completo de objetivos con el que desembarqué en el despacho de López- Müller, a saber:

  • Acostarme con la ex de mi socio
  • Repetir si procede
  • Evitar remordimientos
  • Asumir hipotéticos reproches con una alegría serena

Tras pagar a López-Müller, seguramente por nada, hice la llamada, reservé el hotel, repetí de champagne y de sexo hasta los límites (los de la VISA y los de mi edad), y desde luego me quedé muy contento, con esa alegría, quizás no tan serena debido sin duda al champagne.

Y serenamente encajé los dos bofetones que me propinó mi socio, cuando su ex le restregó nuestra noche de sexo en sus narices, menos de 24 horas después. Y parafraseando el Soneto Al Túmulo Del Rey, de Cervantes, busqué a Nietzsche y no hubo nada.

 

Foto de portada tomada de Flickr http://ift.tt/2im9A28, propiedad de Austinevan, bajo una licencia creative commons http://ift.tt/SBtSCK

 


lunes, 9 de enero de 2017

Entropía Social

“Disculpéme, señora”

“¿Sí?”

“Desde hace ya unos minutos, vengo detectando que mantiene posada una de sus manos en mi glúteo derecho”

“¿Y?”

“Simplemente lo hacía notar, por si fuese un hecho casual”

“¿Me está sugiriendo que mantengo mi mano posada en su glúteo y que no me he dado cuenta? ¿Qué clase de insulto es ese?”

“Nada más lejos de mi intención, señora. Antes bien, obtener la confirmación de que aquello que bien podría ser considerado casual, en un contexto convencional, pudiera ser entendido como un acto estrictamente voluntario”

“Y en el hipotético caso de que ese…acto, no fuese estrictamente involuntario, ¿qué le hace suponer a usted que haría algo tan extremadamente vulgar como hablar de ello?”

“Llámeme usted exótico, madame, pero podría hacérmelo suponer el hecho de no constituir un acto muy común, estadísticamente hablando”

“Y de nuevo, ¿qué le hace pensar a usted que me muevo en esos parámetros comunes? ¿Vuelve usted a intentar insultarme?”

“No, por dios, no vaya usted a pensar tal cosa. Es simplemente, que si nos movemos en un entorno de tal entropía social, en el que usted actúa en las afueras de los convencionalismos sociales, y yo, hipotéticamente procediera de forma similar, desearía tener una cierta garantía de que sus represalias no podrían llegar a ser, digamos, absolutamente convencionales (y contundentes)”

“Pero, caballero, ¿no se le ha ocurrido pensar que el hecho de que yo hipotéticamente le contestase afirmativamente, es decir, aceptara la hipótesis de que usted se desenvolviera en la circunvalación de los convencionalismos sociales, con mi tácita aprobación, sería una vulgaridad extrema, superior incluso a las ya expuestas? Sin duda, su pregunta solo admite una respuesta. Y esta respuesta es que la única respuesta posible está en la comprobación empírica de sus hipótesis, asumiendo el riesgo de que pueda usted recibir la abrupta respuesta social más convencional (y contundente) posible, o en su defecto, una innovadora, heterodoxa y satisfactoria respuesta en los límites del convencionalismo”

Zaaassss ¡¡¡¡