sábado, 31 de diciembre de 2016

Imágenes De Fin De Año

Aquí os dejo una serie de fotos de mi pueblo adoptivo, La Cabrera, en la provincia de Madrid, tomadas con mi nueva cámara, y bajo la supervisión de mi amigo Angel Alfageme.

Espero que os gusten.

Feliz año 2017

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Una Petición Irracional

Siguiendo lo previsto en mi última entrada “Wiwichu 2016“, procedo a cumplimentar las peticiones de los lectores.

La quinta petición proviene del blog de Virginia De Cassan , que solicitó (el día de fin de año. Lo destaco para que la pública concurrencia de antoniadis9 observe cómo el espíritu navideño preside cada uno de mis actos), una Prosa “a su medida”, y que recibe a continuación.

 

Pudo haber sido en cualquier otra parte. Una exposición, una caminata, una boda. Ella es de esas chicas que encajaría en cualquier situación, yo creo que tiene ese don. Coincidimos en un parque. Yo llevaba mis problemas. Ella, su cámara, unas rayban de pasta negra y una pequeña mochila a la espalda. Deambulaba entre los caminos, sin un propósito definido. Se detenía en una flor, en una sombra, en un recodo. A veces enfocaba, a veces disparaba al buen tuntún.

Sin duda, podía ser la persona más convencional del parque, considerando la fauna que circulaba por allí, pero no me lo pareció. Antes bien, diríase que me sedujo su normalidad, su mimetismo con el entorno, su invisibilidad aparente. Ella no me veía, no parecía ver a nadie. Tras el encuadre, parecía aproximarse a la verdad de las cosas, a su verdad, a lo que fuese que estaba buscando en la vida, tal era la pasión con la que presionaba el botón. No miraba la foto resultante. Debía tenerla en su mente.

En un momento concreto, dejó caer la mochila, extrajo un pequeño bloc y garabateó unas letras. Arrancó una hoja y la colocó con mimo entre los fragmentos de la corteza de uno de los robles del parque, de tal forma que quedaba a pública exposición. Se alejó por uno de los caminos, hacia el interior del parque. Me abalancé hacia la nota. Solo tres líneas:

“Tuviste una oportunidad de ejercer la felicidad, allá, a la ribera del río

Pero a la vista de la corriente, te mantuviste a refugio en la orilla

Mientras yo navegaba, aferrada a uno cualquiera de los troncos hundidos. Esperándote”

Aún a riesgo de ser considerado el típico ligón de parque, en el supuesto que eso exista, no pude resistirme a preguntarle por su trabajo, propósito o afición, ni siquiera eso sabía. Dilaté la aproximación, más por decoro que por otra causa. Ya no era invisible. Estatura media. Cabello oscuro de organizada anarquía. Expresión sincera, burlona y risueña. Ojos vivaces y muy penetrantes. Me sorprendió la facilidad con la que entablamos conversación. Y la variedad de los temas que abordamos. Y mucho más aún, su intento de abrupta despedida.

“Espera. Dime al menos por qué dejas la nota con el poema”

“Porque en la vida hay que hacer lo que se debe, y lo que se desea. Y yo, debo o deseo expresar lo que siento”

Esas décimas de segundo que empleé en asimilar lo que dijo, fueron suficientes para perderla de vista. Ni en caminos, ni en recodos, ni en sombras. Solo me dejó esas letras en el roble, que ni siquiera eran mías. Me pareció ver el reflejo de una lente a distancia, y quizás una sonrisa burlona. Prestada, no cedida. De deber o de deseo.

Y yo, me quedé en la orilla.

 


Ceteris Paribus

Literalmente, ceteris paribus significa “todo lo demás permanenciendo igual“, y quiere decir que una predicción científica se realiza bajo el supuesto general de que no habrá ningún factor perturbador que afecte el sistema al que se refiere

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Ante la dicotomía que nos plantea el último día del año, cabe reaccionar de diversas formas. Tenemos la opción optimista, “el año que nos espera será considerablemente mejor que el que finaliza”, la opción pesimista, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, la opción neutra, “madrecita que me quede como estoy”, y entre todas estas opciones, cabe todo tipo de pequeñas modificaciones hacia la opción más esperanzadora, o hacia la más ceniza.

Como decían los eclécticos, en el medio está la virtud. Mi ancestro colega Maimónides, aconsejaba permanecer en un tono vital más bien bajo, salvo que a uno le toquen el orgullo. Quizá sea porque fue un ilustre colega, porque nació en Córdoba, o porque un tipo que se llama Maimónides tiene pinta de ser bastante sabio, pero inicialmente me he sentido muy inclinado a aceptar su tesis, y pensar que el próximo 2017 sería bueno, si no empeorase en exceso las cosas (ceteris paribus).

El problema es que Maimónides desaconseja el sexo y el vino, y hay cosas a las que me veo incapaz de renunciar. Un 2017 sin vino, puede hacerse muy largo, y sin duda, empeoraría al 2016. Por lo tanto, y con el máximo de los respetos a mi ilustre colega, su propuesta ha sido definitivamente rechazada.

Ergo si rechazamos los postulados intermedios, solo nos quedan los extremos o las infinitas combinaciones de ambas opciones. Y me parece mucho más entretenido debatir sobre los extremos. La moderación puede ser virtuosa, pero normalmente los virtuosos no son precisamente la alegría de la huerta.

Siguiendo los esquemas hegelianos, vamos a proponer un debate basado en la elección como premisa de uno de los dos postulados extremos. Esta sería nuestra Tesis, siguiendo al maestro. La antítesis sería el extremo contrario, y la síntesis, el resultado del debate entre ambas. Hasta aquí, vamos bien. Pero surge el primer problema. ¿Qué elegimos como tesis? ¿La opción optimista o la ceniza? En otras circunstancias lo sometería a debate, pero quedan menos de doce horas en GMT +1, por lo que he de tomar una decisión ejecutiva. Optaré por la opción optimista. ¿Razones? Fundamentalmente tres: 1/Llevar la contraria 2/La inercia del espíritu navideño que me acompañará hasta que SSMM Los Reyes Magos dejen sus presentes 3/Porque puedo

TESIS:

El año 2017 será mejor que el 2016.

Como datos que apoyan tal posicionamiento, podría apelar a la extraordinaria acumulación de noticias negativas que nos ha dejado 2016. Es cierto que utilizar este argumento negativo para apoyar una tesis optimista, no parece lo más académico, e incluso podría pensarse en una pequeña trampa dialéctica, puesto que si el año 2016 ha sido malo, por qué no podría serlo el 2017. Pero lo que es incontestable, es que esos acontecimientos concretos, no van a repetirse, puesto que ya han sucedido, y por tanto, al no volver a ocurrir, ya hacen que el 2017 sea mejor que el 2016.

Como véis, me he escrito la tesis, la antítesis y la síntesis en un abrir y cerrar de ojos. Esto va tomando cuerpo.

Otra tesis casi tan sólida como la anterior, es la evolución económica. Como es bien sabido, venimos sufriendo una delicadísima situación económica que ha venido condicionando nuestra vida diaria, nuestro ánimo y nuestra mala leche. En ese sentido, defiendo que el 2017 será mucho mejor, porque es difícil que la economía sea aún peor que la del 2016, y por la gran acumulación de datos positivos macroeconómicos que hemos podido ir conociendo:

  • El número de líneas móviles ha aumentado hasta igualarse con la población mundial. O sea que hay casi tantos teléfonos móviles como ciudadanos
  • La Tasa De Nupcialidad sigue por encima de la tasa de divorcios, lo que permite aventurar que en un futuro el negocio de los abogados matrimonialistas y de familia, seguirá en alza, ya que casi 2/3 de los matrimonios acaban en divorcio
  • La posición de España en el ranking de innovación está muy por encima de la que ocupa en el ranking de corrupción, lo que quiere decir que tenemos imaginación hasta para corrompernos, o que hemos conseguido corrompernos de forma muy imaginativa, no estoy muy seguro, pero es un dato enormemente positivo, considerando que somos el país del Lazarillo de Tormes y el Buscón, y para contraponer a los pícaros, solo disponíamos de Juan De La Cierva o Rafa Nadal (A Picasso le mandamos a Francia, y a Dalí le tildamos de loco). Mejoramos.
  • Nuestro gasto de defensa per capita es de 273€, aproximadamente la mitad de lo que cuesta un Huawei decentito, lo que implica que somos un país cada vez más pacífico, o cada vez más ingenuo
  • Ocupamos la primera posición mundial en Eficiencia del Sector Sanitario, lo que seguramente quiere decir que el hecho de que una radiografía tenga una lista de espera de 2 meses, confirma la precisión diagnóstica de nuestros extraordinarios galenos, que seguramente solicitan la radiografía solo para contentar al paciente, puesto que vamos a tratarle sin verla, so pena de que nos corran a gorrazos
  • El Informe Durex, aporta también una serie de datos macroeconómicos muy positivos, en cuanto a frecuencia, satisfacción y atrezzo, que la casta línea editorial de antoniadis9 me impide comentar

Y por si todo esto fuera poco, cada año que pasa somos más sabios, siguiendo el castellano refrán “Más sabe el diablo por viejo, que por diablo”

ANTITESIS:

El año 2017 será peor que 2016

No se me ocurre por qué tenía que ser peor

SINTESIS

Ante la ausencia de datos negativos que contraponer a los contundentes hechos expresados en el capítulo TESIS, la única síntesis posible es que 2017 será mejor que 2016, salvo que algún gafe intervenga, por lo que, desde estas páginas, lanzo una convocatoria mundial de detección y neutralización de tipos cenizos, malencarados y malasombras, mediante cualquier medio legal, y algunos de ilegalidad cuestionable, con el fin de que no nos jodan el año 2017, que a todas luces tiene una pinta extraordinaria.

Y por si alguno piensa que mi optimismo es incurable (que lo es), le ruego que echen un vistazo al retrato de Hegel, que parece la antítesis del optimismo, y que aún así, aporta su método filosófico para apoyar la positividad y la esperanza.

Aunque, como se deduce de las reflexiones previas, parece innecesario, os deseo que paséis un excelente año 2017, lo que viene a decir, que no os empeñéis en ir a contracorriente, que el año 2017 está controlado…o en proceso.

¡Feliz año, pesimistas irredentos del mundo, desde el pueblo más bonito de la Sierra de Madrid!

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La Cabrera (Madrid, España)


sábado, 24 de diciembre de 2016

Soneto De Adviento

iguiendo lo previsto en mi última entrada “Wiwichu 2016“, procedo a cumplimentar las peticiones de los lectores.

La cuarta petición proviene del blog de  Víctor Nanclares ,que solicitó un Soneto, y que recibe a continuación.

El Blog de Víctor habla de cine, desde la perspectiva del actor. Arriba podéis verle en una fotografía de la representación del clásico de Lope De Vega “El Perro Del Hortelano“, donde el elenco al completo hace un trabajo extraordinario

Y con esta petición, solo me resta desearos una Muy Feliz Navidad a todos los seguidores de antoniadis9, a este y al otro lado del charco, y que tengáis una Feliz salida y entrada de 2017.

 

Un soneto que me pide Nanclares

Pudo encontrar mejor penitencia

Y aunque no puedo pedir clemencia

Porque cometí excesos verbales

 

Verme en este tipo de azares

Los que requieren bastante paciencia

No son muy propios del hombre de ciencia

Renegante de temas tan vanales

 

Líbreme el azar de nuevos retos

Que obliguen a distraer neuronas

Destinadas a mejores proyectos

 

Ante tal desazón que proporcionas

Abstente de proponer vericuetos

Que arrastren a incómodas zonas

 


viernes, 23 de diciembre de 2016

Café Para Todos

Siguiendo lo previsto en mi última entrada “Wiwichu 2016“, procedo a cumplimentar las peticiones de los lectores.

La tercera petición proviene del blog de  Lilibeth García Mollá, que solicitó lo siguiente: “Como veo que tienes muy vivo el espíritu navideño y a mi me gusta retar(o pedir), quiero un micro cuento que hable de como es la gente según el café que tome…wiwichu too!!”

 

“¿Está vd. completamente seguro?”

“Es la tercera vez que me lo pregunta. ¿Se cree que no sé cómo me gusta el café?”

“Sí, pero…No se preocupe. Café solo con unas gotas de coñac. Carajillo ligero marchando.”

Pero esa noche no pudo conciliar el sueño. Su know-how, su marca personal, su factor diferencial se tambaleaba. Hasta la fecha jamás había fallado un café. Casi treinta años de profesión. Desde los primeros pasos tras la barra, había tenido ese instinto. La personalidad del cliente, su edad, su aspecto físico, su modus operandi. Recogía todas las señales, las procesaba, y simplemente acertaba.

En lo que no entraba nunca es en la nomenclatura. El cliente le llamaría manchado, cortado largo, corto de café, con una nube, o como le diera la real gana. Pero el café siempre estaba a su gusto.Pero había fallado. Pensó en renunciar, en dejar que el cliente pidiera su café, como en el resto de los bares del mundo. Seguramente ese fallo no debía significar tanto, pero era un indicio. La edad llega para todos, inexorable, paciente. El momento de la reflexión.

En realidad, su técnica se basaba en cuatro reglas muy sencillas, con cierto aderezo personal:

  1. El aspecto físico es fundamental. Si tiene ojeras, parece preocupado o despistado, tarda en pedir y busca asiento en la barra, el cliente requiere al menos la mitad de café puro, preferiblemente natural
  2. Si va primero a la mesa, deja las cosas y luego pide, es un café con leche, de libro, con más leche que café y a temperatura elevada. El cliente tiene previsto dejar que se enfríe a ritmo lento. No tiene prisa por entrar a trabajar
  3. Los que tienen pinta de querer el café para llevar, van directos a la barra, no miran periódico, llevan el importe preparado y ya están buscando el palito y el sobre de azúcar. No llevan las llaves del coche, porque lo dejan en marcha. A esos, da lo mismo cómo se lo pongas, se lo van a tomar sin paladearlo
  4. Las chicas de cualquier edad, lo quieren con leche, salvo que se les aplique el punto 1

Seguro que hay algún lector que piensa que siempre hay excepciones, y está en lo cierto. Ese es su aderezo personal. Detectar las personas excepcionales. Pero, ¿ a quién se le escapa detectar a una persona excepcional? A nadie. Solo hay que echarles la vista encima y esperar a ver cómo saludan. Las personas excepcionales, lo son en los pequeños detalles también. O además. O principalmente.

Ya en las escaleras de entrada, un grupo de trasnochadores de jueves, intercambiaban su dinero. “Os dije que siempre acertaba. Soltad la pasta” “Allá van mis cinco euros. Nunca lo hubiese dicho. Le he pedido el carajillo por joder. Es que no falla una, el cabrón del camarero”

“Barista, ceporro. Se dice barista”


¡Votaciones LNDB!


Mi Duende Y Yo, En Navidad (Y II)

Siguiendo lo previsto en mi última entrada “Wiwichu 2016“, procedo a cumplimentar las peticiones de los lectores.

La primera petición proviene del blog de  Paula De Grei ,que solicitó una descripción de abrazo a un Duende de Navidad, y que recibe a continuación.

Esta relación parte de un acto de difícil justificación. Cuando tenía diez años, desobedecí las precisas instrucciones de mis padres, acerca de la imperiosa necesidad de permanecer dormido toda la Nochebuena, bajo la estricta amenaza de quedarme sin los regalos de Navidad. Pero mi curiosidad llegó más lejos que mi disciplina, y pude resistir toda la noche en vela, hasta que…

…escuché cierto trasiego de pasos y movimiento en el salón de casa donde usualmente se depositaban los regalos. Como a esa edad me empezaban a asaltar las dudas de la participación de los padres como facilitadores, financiadores o ejecutores de la voluntad de Papá Nöel, decidí reptar por el pasillo hasta asomar mínimamente la cabeza por el quicio de la puerta del salón. Mi sorpresa fue que en vez de divisar a mis padres en pijama y bata, colocando paquetes y rotulando nombres en los mismos, me encontré con una criatura minúscula vestida con una especie de chandal de algodón rojo, de los de antes. Vintage, si preferís.

Por el tamaño, la ausencia de barba, anteojos y panza, deduje que no se trataba de Papa Nöel en persona, sino de alguno de sus ayudantes, un Duende De Navidad. Como no estaba muy seguro de si las represalias que conlleva no estar dormido cuando llega Papa Nöel, se aplican en el mismo grado si se trata solo de uno de sus ayudantes, decidí mantener las medidas de precaución.

Desde mi atalata pude observar el proceso de envoltorio de emergencia, con una especie de papel previamente engomado en los bordes, y que parecía adaptarse a todos y cada uno de los tamaños de regalo existentes. Todo un espectáculo. A velocidad de vértigo había conseguido cumplimentar su tarea, con el agravante añadido de que el camión cisterna con mando a distancia que debía esperarme como regalo, había decidido independizarse. En una de sus escapadas, aterrizó justo en mis narices, lo que me arrancó una involuntaria queja, que atrajo de inmediato la atención del Duende.

No debía ser la primera vez, puesto que a continuación inició una serie de preparativos que ya debía tener estudiado. Rebuscó en sus bolsillos, colocó en la palma de la mano una pequeña porción de un polvo de color marfil, e hizo ademán de soplar hacia mí. En el último momento se arrepintió, y me preguntó porqué me había despertado. Le confesé que tenía dudas al respecto de la intervención de los padres. Hablamos al respecto. Los padres apooyan el proceso de distribución de regalos, que se inicia exclusivamente cuando las cartas llegan a Laponia, siempre que vayan franqueadas adecuadamente. “¿Y si yo no he escrito ninguna?” “Da lo mismo, tus padres se encargan y nos llega.”

Me dejó mucho más tranquilo. Algunas dudas técnicas en el proceso logístico, pero nada trascendental. Le pregunté si tendría represalias en forma de ausencia de regalos. Me dijo que no debía haberme despertado y me explicó la razón:

“La complejidad del proceso es enorme, y el número de Duendes disponibles es finito. Si todos los niños que esperan su regalo estuviesen despiertos, retrasarían muchísimo la entrega. Nos preguntarían el contenido de las cajas, comprobarían que hemos acertado, discutirían el envoltorio, etc. Y podría ocurrir que dejásemos a algún niño sin regalo. Lógicamente nadie quiere eso. Tú tampoco, espero”

Claro, yo no quería que ningín niño se quedase sin regalo. Pero tampoco quería dejar de hablar con el Duende. Decidí ablandarle con alguna muestra de cariño terrenal, y le abracé. Experiencia efímera. Se volatilizó a los pocos segundos. Pero como aquellos que hablan de las experiencias más allá de la muerte, con la luz blanca, los recuerdos resumidos en una especie de película continua, etc., yo puedo hablaros de lo que sentí.

Y sentí la presencia en mi interior de la más absoluta sensación de paz y de protección que he vivido nunca. Quizás parecida al primer abrazo que proporcionas a tu hijo recién nacido, repleto de amor y precaución. Con sabor a misión cumplida y a la responsabilidad de lo que te queda por vivir con él. Con amor, esperanza, sosiego y lucha, sentimientos que mutan a cada momento del día, con cada sonrisa, con cada llanto, con cada movimiento, con cada queja. Con el sentimiento encontrado de sentirte invencible y sentirle vulnerable. Con la agradable sensación de saberte mejor que antaño, y de que aún deberás ser mucho mejor, por él, por tí.

Solo puedo comparar ese momento puntual que marcó mi vida, con todos los momentos vividos con mis hijos, en cada una de las horas, en cada uno de los días, con la intrínseca contradicción de sentirte su duende, mientras que ellos lo son para tí. Diría que no volví a verle, pero mentiría. Cada buenos días, cada beso al acostarse, cada abrazo, cada caricia y en cada risa, revivo ese instante. Y aprovecho para saludar al Unicornio Azul, chocar las manos con los marcianos que me escoltan, y saludaría a Elvis, pero todo el mundo sabe que no puede salir de donde está.


jueves, 22 de diciembre de 2016

Mi Duende Y Yo, En Navidad (I)

Siguiendo lo previsto en mi última entrada “Wiwichu 2016“, procedo a cumplimentar las peticiones de los lectores.

La primera petición proviene del blog de  Paula De Grei ,que solicitó una descripción de abrazo a un Duende de Navidad, y que recibe a continuación.

Siempre he mantenido en secreto algunas de mis convicciones más profundas, normalmente por razones sociales: Por evitar dar explicaciones, por eludir la chanza o burla de los amigos o allegados, o simplemente por no coincidir con los usos y costumbres contemporáneos.

Así, he obviado compartir con mis gentes una serie de creencias inconfesables, tales como la existencia de los Unicornios Azules, los marcianos, la reencarnación, y la resurrección de Elvis, con el matiz de que nunca llegó a fallecer. Este tipo de cosas tienen muy mala prensa y podrían desviar a la gente de la imagen de serio y riguroso profesional que pretendo transmitir.

Lógicamente, tampoco se trata de creencias tan exóticas o extravagantes, ya que pueden ser apoyadas, sino por evidencias científicas, sí por argumentos racionales basados en la lógica clásica. Por ejemplo, es obvio que existen los unicornios azules, ya que si no existieran, a nadie se le ocurriría la posibilidad de que existiesen. Por tanto, sino fue el maestro Silvio el que los vio, seguramente se lo contaría algún testigo presencial. En el caso de los marcianos, por la misma razón, deben existir, ya que en caso contrario, nadie hablaría de los marcianos, sino de los venusenses o venustarras, es decir, los habitantes de Venus, que está mucho más cerca de La Tierra que Marte. O selenitas, cuya existencia nadie se ha empeñado en defender. El caso de Elvis, no requiere explicación. Todo el mundo sabe que es una conspiración de la CIA, y que está viviendo en algún país sin tratado de extradición con Memphis-Tennessee.

Pero la más inconfensable, sin duda, es mi relación con los Duendes Navideños. Estas criaturas, a las que algunos con evidente mala uva, califican como mitológicas, son los indispensables ayudantes de Papá Nöel. En concreto, los que le preparan los regalos de Navidad, para que el propio Nöel pueda repartirlos en todos los hogares del planeta.

Esta relación parte de un acto de difícil justificación. Cuando tenía diez años, desobedecí las precisas instrucciones de mis padres, acerca de la imperiosa necesidad de permanecer dormido toda la Nochebuena, bajo la estricta amenaza de quedarme sin los regalos de Navidad. Pero mi curiosidad llegó más lejos que mi disciplina, y pude resistir toda la noche en vela, hasta que…


miércoles, 21 de diciembre de 2016

Carta De Amor Por Indicios

Siguiendo lo previsto en mi última entrada “Wiwichu 2016“, procedo a cumplimentar las peticiones de los lectores.

La primera petición proviene del blog de  Ana Centellas ,que solicitó una Carta De Amor, y que recibe a continuación.

Querida mía:

No vayas a cometer la ligereza de desechar estas letras por un simple detalle como la ausencia de conocimiento mutuo. Permítame la licencia de explicarle cómo es posible que la mujer más bella a la que nunca he conocido, en realidad nunca la haya conocido.

Doy por seguro, Señora, que tanto Vuesa Merced como yo convenimos en la dificultad de explicar las más profundas cosas de la vida, las que acontecen merced a las más extrañas circunstancias, a las casualidades más inocentes, a las coincidencias más notables. Y es desde ese punto de vista, desde el que quisiera confesarle que esos sucedidos, son los verdaderos responsables de mi absoluto e incondicional amor hacia usted.

Fíjese que yo no soy más que un humilde Trovador de Oficina, refugiado en mis plumas, mis pergaminos y mi escritorio, desde el que doy cumplida respuesta a mi oficio, el de cantar y contar las cosas para aquellos que me recompensan con unos maravedíes, un trozo de queso añejo o un buen trago de vino. Y estando concentrado en mis quehaceres, tomo noticia de que Vuesa Merced elabora los más bellos textos y poemas que un mortal haya visto.

Aún cuando nada de lo escrito por sus delicados dedos haya pasado en realidad por mi mesa, aún cuando jamás haya podido leerlo o declamarlo con mi modesta musicalidad verbal, siempre tuve la percepción de que la dama que posee la cualidad de trasladar sus pensamientos a una hoja de pergamino, ha de ser una mujer excepcional, singularidad que a fe mía he de comprobar aunque sea lo último que hiciere en mi existencia.

Y así, a través de esta misiva de la que no espero respuesta, le manifiesto que si bien es cierto que en sus escritos se recogen la totalidad de las virtudes descritas por los poetas, no es menos cierto que su retrato, aparentemente robado de uno de sus paseos al atardecer, revela en su rostro una tez sonrosada, unos ojos vivaces, cálidos e inquietos, que aúnan la perspicacia de la natural inteligencia, con la sensación de sosiego que solo los más grandes pueden ofrecer. Sus dientes, perlas del Mar Caribe, amenazan con deslumbrar al incauto que ose admirarlos de frente a vuestra belleza. Algo diría de la esbeltez de su cuello, digno del cisne más altivo que exista, más la natural prudencia a la que me obliga la ausencia de conocimiento mutuo, me hace sonrojarme y abstenerme de ofrecer más detalles.

Señora, maldigo o bendigo el día en el que los bardos me hicieron llegar el testimonio de su existencia, puesto que la mera posibilidad de contemplarla al natural, ya me parece un suceso tan imposible como improbable, y por lo tanto, mi amor hacia Vuesa Merced deberá reposar en la soledad de mis pergaminos, lo que martirizará a buen seguro el resto de mi existencia.

Su más rendido servidor

A9


Wiwichu 2016

Como es sobradamente conocido por los lectores de antoniadis9 que este tiempo navideño envuelve, adorna y potencia la totalidad de la energía positiva que soy capaz de generar, advierto a través de estas letras que nada ni nadie va a poder conseguir derrocar esa estrella imaginaria que a buen seguro se ha colocado encima de mi cabeza, desde hace unos cuantos días.

Obviamente respeto la libertad de expresión de esos irredentos elementos anti-navidad que cada año parecen coger más fuerza o simplemente se ponen más pesados. Que estén equivocados, solo despierta en mí un extraordinario sentimiento de ternura y amabilidad, que retroalimenta mi ya de por sí elevadísimo espíritu navideño.

Por tanto, abusen soliciten, pidan o exijan de mí cualquier cosa que esté al alcance de mi conocimiento o habilidad (en el supuesto caso de que las tuviese), porque estamos ante la hora feliz de esta barra de bar metafórica, que sirve los productos de antoniadis9. Estamos en situación Defcon 5, o sea, barra libre.

Porque simplemente, me veo incapaz de negar nada a nadie, salvo lo que resulte imposible, desde la estricta perspectiva presocrática. Es el momento, soy hombre fácil. Es Navidad.

No es menos cierto que mis habilidades y capacidades son escasas, poco prácticas y cuasi simbólicas, pero ustedes no dejen de pedir, que yo estoy por la labor de esforzarme. Eliminen solicitudes referidas al canto, pintura, escultura, bricolaje casero, danzas de cualquier índole (con la improbable excepción del chotis, que tampoco hace falta ser ingeniero), poesías, fotografías (que requieran mínimo de calidad. O sea, que me atrevo con el nivel photomaton), y en general, cualquier tipo de actividad que requiera gracia y salero. Porque es una carencia genética o adquirida, absolutamente irresoluble.

Prueben acaso con poesías, poemas, haikus, sonetos, relatos, piropos, datos absurdos que nadie conozca, recomendaciones musicales (honestamente, ahí me defiendo), opiniones deportivas (solo opiniones), discursos políticos, cartas de amor, ecuaciones de hasta segundo grado, y una pequeña miscelánea de culturilla general, de especial utilidad en competiciones familiares de tablero y dado.

Ese es mi catálogo, mis capacidades, como ya observan, muy limitadas. Pero todas a su disposición. Porque es Navidad. Porque pienso tomarme las uvas, campanada a campanada con precisión milimétrica. Porque instruiré a todos los que se dejen del funcionamiento del Reloj de la Puerta Del Sol, con criterio y con pedagogía, por enésima vez. Porque seguiré eligiendo los champagne y el vino, con el mismo criterio anárquico de los últimos años. Porque seguiré escuchando el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, y como cada año, me parecerá que la interpretación de la Marcha Radetzky ha sido mejor que la del año anterior. Porque me seguiré zampando todo lo que me pongan en Año Nuevo, a pesar de que me parezca increíble, incluso a mí. Porque aprovecharé el día de Navidad para realizar la sobremesa más larga de la historia. Y porque seguiré esperando mi regalo del día de Reyes.

Pero ustedes, pidan, que hay barra libre.

¡Feliz Navidad! ¡Wiwichu a Merry Christmas


sábado, 17 de diciembre de 2016

En Justa Reciprocidad (y IV)

Viendo que el pobre Santi solo había adoptado la única posición posible, nos concentramos en conversar con el entrenador, que nos explicó que el partido ya había terminado. ¿Podíamos llevarnos a Santi? “Imposible. Penales”

El partido había terminado, pero con empate. El ganador, a lanzamientos de penalty. Obviamente, con Santi de portero.

Valoramos la situación en un improvisado Gabinete de Crisis. Pensamos en salir corriendo, pero teníamos cincuenta metros de maravillosa arena color marfil hasta ganar la avenida. Pensamos en intentar convencerles, pero el idioma era un inconveniente no menor. Pensamos en buscar a la Policía, pero la mezcla de los dos inconvenientes anteriores desaconsejaba la maniobra.

Por tanto, solo nos quedaba esperar y desear que la tanda de penalties fuera rápida y favorable al equipo de Santi. En esa línea, nos dividimos. Dos al aeropuerto para coger tarjetas de embarque, llevar equipaje y simular un infarto si era preciso para retrasar la salida del vuelo. Otros dos se encargaban de gestionar el transporte. El resto, apoyo moral a Santi y generar una Línea Maginot para protegerle si perdían. Aún así, era mucho riesgo. Tampoco sabíamos cómo tiraban los penales, nunca les habíamos visto. Me extraño cómo Juanan se acercaba al equipo contrario, para hablar con el que parecía ser el utillero, dada la edad y el estado físico. Le ofreció una cerveza de la cosecha del hombre orquesta, y comenzaron a departir animadamente en un pequeño aparte. Cuando volvió, le pregunté de qué iba la charla, pero se negó a contestarme. “Solo hablaba con gente de futbol”, me respondió el ex-delantero centro de un buen número de equipos de la Preferente madrileña. Juanan se acercó a Santi, le dio unas palmaditas en la espalda y le cuchicheó alguna cosa.

No sé qué le diría, pero el primer penalti se lo colaron por la escuadra. Miré a Juanan, y me hizo un gesto de tranquilidad. Afortunadamente el compañero de Santi metió el suyo, tras rebotar en ambos postes y el culo del portero. Empate. El siguiente penalti lo atajó Santi, como si supiera a la perfección por donde iba lanzado. Me levanté a aplaudir enfervorizado. Estaba absolutamente implicado en esa tanda. De perder, tanto Maika como Santi me matarían, previa tortura. Y la culpa me perseguiría en todos los sueños de todas las noches hasta el fin de mis días. Ese puñetero esférico había recibido toda la energía positiva de la que era capaz. A veces para entrar, y otras para salir. Metáfora de lo volátil que es nuestra existencia. En unas ocasiones, la cosa va directa a la escuadra. En otras, el portero se resbala y tu vida al retrete.Ya me vale estar pensando en metafísica cuando, si acaso, se trataba de un problema de física. De movimiento uniformemente acelerado. Busqué consuelo en Juanan, que repitió ese gesto de tranquilidad, imitando el movimiento de samba con el que nos orientaba en los partidos cuándo había que retener el balón.

Samba o bossa nova, la cuestión es que Santi había parado todos los lanzamientos y que sus compañeros habían fallado todos. Solo faltaba tirar uno, y lo pidió el propio Santi. Yo jamás le había visto meter un gol. Ni en el futbolín. Su puntería con el pie era digna de choteo general en cada entrenamiento, y de bronca colectiva en los partidos. Pero el tío agarró el balón, lo colocó como esa judía que nos daban de pequeños para realizar el trabajo de ciencias. Con mimo, algodón y agua. Bueno, fue un escupitajo, por lo que algo de agua llevaba.

Se fue hacia el balón. Amagó el zapatazo y le tiró flojito al centro y bombeado. El típico penalti a lo Panenka. Había dado la victoria a su equipo, y a mí, la esperanza de seguir viviendo. Le enganchamos entre Juanan y yo, aprovechando la euforia del momento. Protestó tímidamente que quería recoger su trofeo, y le recordamos qué tipo de trofeo nos esperaba en Madrid si no hacíamos un milagro. No creáis que le convencimos del todo, eran sus quince minutos de gloria y se los habíamos arrebatado. Pero había una meta, un objetivo colectivo, y las individualidades deben estar al servicio del equipo. Juanan dixit.

En la avenida dimos rápidamente con los amigos que gestionaban el transporte, con resultado nulo. Y la cosa empeoraba. Los del equipo de Santi se acercaban a toda prisa, ebrios de éxito. Aquí Santi se vino arriba, chocó manos y explicó que era crucial para nosotros llegar al aeropuerto y que no había transporte disponible. Pequeño concilio de sus compañeros de equipo, y todos al microbus oficial del Botafogo Praia F.C. Oviamente no cabíamos, pero la legislatura del transporte discrecional en Río no era muy exigente. En caso de necesidad, se arreglaba con unos reais doblados en la cartera del permiso de circulación del microbus, y pudimos llegar al aeropuerto entre cánticos victoriosos con mesaje autóctono que no supimos comprender, y el casi obligatorio We Are The Champions, que coreamos a pleno pulmón.

La carrera por el aeropuerto, sorteando pasajeros, carritos, y duty frees hasta la puerta de embarque, fue épica. Digna de youtube. Obviamente estábamos en last call, pero los compañeros ya habían iniciado el numerito del infarto, y las azafatas de la puerta casi agradecieron que todo se tratase de una performance. No debían tener muy al día los conocimientos de RCP, por lo que nos dejaron pasar aliviadas. La llegada al avión, todos con los bañadores de flores, excepto Santi y su mítico Bob Esponja, causó el regocijo del pasaje, que nos perdonó el retraso.

Ya en el vuelo, decidimos descansar unas horas y reunirnos después para comentar la logística. Dormimos lo que pudimos en los asientos turista de Iberia, y recibimos la espectacular hospitalidad de sus tripulantes de a bordo. Lo mejor que podemos decir de ella es que no nos insultaron. Faltando un par de horas, despertamos a todos y revisamos el plan. En primer lugar, enumeramos las cosas que nos faltaban para presentarnos en El Paular.  Lo teníamos prácticamente todo. Solo nos faltaban los anillos, el traje del novio, la plata para pagar el convite, el coche y el pendrive con la música de la boda. Y tiempo. Mucho.

Como el trayecto hasta El Paular, un sábado por la mañana, suele tener mucho tráfico, decidimos que necesitaríamos un vehículo ágil y rápido. Una moto, por ejemplo. Entre todos, juntábamos una Vespino de 50 cc., si es que conseguíamos arrancarla. Optamos por alquilar una en el aeropuerto. Ninguno tenía permiso de conducción de motocicletas, pero a esas alturas, era un inconveniente menor. El traje era imposible de rescatar, por lo que revisamos nuestros atuendos y localizamos un par de jeans negros y una chaqueta tipo Teba que, con unas zapatillas adidas casi nuevas, vendría a conformar un smoking…alternativo. Si encontrásemos abierto una tienda de conveniencia, quizás una pajarita de pega, de esas que se usan para los niños. Recopilamos el dinero, y decidimos que Juanan llegaría tarde a la misa para vaciar sus tarjetas de crédito en diferentes cajeros, porque obviamente se sobrepasaba el límite. Lo de los anillos era más jodido, pero uno de los compañeros conservaba en un llavero su anillo de pedida y de pedido. Es decir, el suyo y el de su ex. Obvio que no llegó a usarlo, por razones que no vienen al caso. Hizo montar el llavero para que cada día que llegase a su casa no olvidase que, a pesar de que el día quizás no había sido perfecto, siempre hay situaciones peores: Podía haberse casado.

Al llegar a Barajas, los sacrificados, Juanan y Manu, se encargaban del equipaje y llegarían tarde a la Iglesia. El resto, al Rent a Car. Moto para Santi y para mí (resulté agraciado en el sorteo), y Seat Panda para el resto. Recogimos la moto, los cascos y suplicamos unos guantes. No había disponibles y no había tiempo para comprarlos. Mientras que yo recogía el vehículo, Santi se vistió con los retales que encontramos.

El día había amanecido en Madrid con la habitual brisa de la Sierra de Guadarrama, tan pura y sana como fría. Unos ocho grados centígrados y viento del norte. Solo en el trayecto entre el parking y la puerta de salida donde había quedado con Santi, ya me había congelado. Esa era mi penitencia, pensé. Qué equivocado estaba.

A la altura del Circuito del Jarama, a poco mas de treinta kilómetros de Madrid, pensé en suicidarme directamente. Las manos moradas, las piernas blancas. Obviamente, el bañador no me tapaba mucho. La camiseta sahariana, parecía sobreimpresa en mi piel, casi tatuada. En fin, empaticé rápidamente con el gran Amundsen, con el sherpa Tenzing y con los cubitos de hielo, pero llegamos al Paular.

Santi corrió como un loco. Habíamos logrado una nueva proeza. Modificar la ancestral costumbre de que la novia siempre llega tarde. ¿No queremos igualdad? Pues el novio también tiene derecho a hacerlo. Veinte minutos. Pero las tradiciones hay que derribarlas así, a machetazos. Corrió por el centro del pasillo y ocupó su sitio al lado de Maika. Esta no movió un músculo. El sacerdote le pidió permiso para comenzar, y ella le hizo un gesto inapreciable de aprobación.

Salvo el “que se besen”, porque no parecía estar el horno para bollos, todo transcurrió normalmente. Arroz, vítores, caras de emoción. Lo de siempre. Parecía que Maika no se lo había tomado muy mal, aunque procuré no acercarme. Sin incidencias, nos dirigimos al Hotel anexo para el convite.

Mis amigos llegaron un par de horas después, y me trajeron algo de ropa, que agradecí efusivamente. Llegué a olvidarme de todo el viaje y disfruté del convite con los amigos y el resto de la pandilla, que querían detalles de la despedida de soltero. Solo atinamos a decirles que fue …diferente.

Epílogo

Al día siguiente, recibí una llamada de Santi. Me pedía que le dejara quedarse en mi casa. Al parecer, Maika, en justa reciprocidad, le había dejado sin noche de bodas, sin luna de miel, sin casa, sin beso, y con una amenaza muy seria de separación. Habían tragado con la boda por respeto a los invitados, pero no podía seguir casada con un individuo que había sido capaz de dejarla en ridículo y jugarse un futuro juntos. Y eso que no conocía todos los detalles. Me pidió consejo. Solo pude aconsejarle lo que hicimos a continuación.

 Puedo aceptar, como hipótesis de partida, que se nos pudo ir la mano. Pero no es menos cierto que ella no tiene el menor sentido del humor. Y heme aquí, sentado sobre los fríos escalones de granito, vestido como un moderno juglar, con mi jubón, mis medias, mi capa y maltratando una guitarra española veterana en estas lides.

Y como improvisados tunos, nos dejamos la voz y la afinación por un amigo, por su futuro con una mujer que le haría infeliz el resto de su vida. Porque ahora, además de la mala leche, tenía un recuerdo inolvidable, que esgrimiría en cualesquiera discusión que tuviesen el resto de sus vidas.

 


martes, 13 de diciembre de 2016

Suavemente Me Mata

¿Y si lo decimos claramente?

Y si explicamos que el amor transforma irremediablemente nuestra vida?

Y si evitamos los eufemismos flotantes con los que intentamos engañarnos?

Yo seré el primero: Los hechos más cotidianos, las circunstancias de diario, pasan a ser experiencias sobrenaturales de placer o de dolor. Digámoslo así.

El saludo del vecino, la maceta de la entrada, el café del desayuno, es distinto cuando uno está enamorado. Podemos esbozar un simple graznido, o darle un abrazo completo. Olemos la flor que corona la maceta o ideamos usos alternativos como arma arrojadiza. El café nos despierta, nos estimula, nos hace felices, o nos recuerda a ella.

Y como denominador común, la pausa. La ausencia de velocidad percibida. Nos mata lentamente o nos coloca suavemente de forma tangencial al paraíso. En los mismos contextos, el mismo clima, la misma atmósfera, la luz.

Y la causa? Es obvio. El amor es un tóxico. Ya lo dijo Paracelso: “Solo la dosis hace que algo sea veneno” Y el amor se comporta como tal. A las dosis justas, la euforia de los opiáceos y el alcohol. Excesivas: Arsénico. Por compasión.

¿Hay solución? Ninguna. En el exceso llevamos la penitencia. En el defecto, la pobreza. En la prudencia, la ausencia. Porque en el amor no se admiten medias tintas. Se trata de una típica situación de zugwang, en el que el jugador ha perdido solo porque le toca jugar.

Y si no juega, pierde igualmente.

 

 


domingo, 11 de diciembre de 2016

En Justa Reciprocidad (III)

Es bien conocido que la intuición se define como el saber empírico inmediato. E inmediatamente supe que íbamos a tener problemas para agarrar nuestro vuelo. Llamadlo intención, o simple observación de apareamiento playero. Salvo por el hecho de que los desemparejados sufrían el acoso y derribo de los varones brasileros, todo iba bastante bien.

Salvo, quizás, el hecho de que el novio había desaparecido. Eso sí que podría ser un pequeño inconveniente.

Me costó un buen rato reunir a los amigos en un único corrillo constituido en Gabinete De Crisis, pero mucho más que se difuminaran los últimos rastros de cualesquiera actividad lúdico-festiva que estuviesen llevando a cabo.

La cafeína brasilera obró el pequeño de milagro de transmitir a esta panda de indocumentados, la enorme gravedad de la situación. Esquematicé al máximo la situación: Nosotros estábamos en Rio y teníamos que estar en Madrid. Para ello necesitábamos tomar el avión y llevar a Santi a bordo para que culminara la locura en el altar. Señalé las dificultades (Santi, que no estaba. El avión, que se iría sin nosotros) y creo que las asimilaron. Hubo cierta reflexión colectiva de las consecuencias de no culminar nuestra misión. Todos convinimos que si no colocábamos a Santi en el altar, lo mejor que podíamos hacer era robar un banco para que nos encerrasen en una cárcel brasileña, porque la vuelta a España sería implanteable.

Afortunadamente todos somos tipos de recursos. Movilizamos todas nuestras capacidades y posibilidades. Yo llamé a un Comisario de Policía español que había tenido contactos en Río. En realidad, sus contactos eran prácticamente todos femeninos y alejados del mundo de la Seguridad ciudadana, pero toda ayuda era poca en aquel momento. Mandamos a dos al aeropuerto para confirmar las posibilidades de embarque, las horas, los retrasos, rutas alternativas, etc. Otros al Consulado español, para explicar la situación y que nos hiciesen de intermediarios ante la Policía, si fuese preciso. Otro, junto con algunas garotas, a explorar la playa entera, unos cuatro kilómetros. Yo me quedé para coordinar la operación y aguardar a Santi.

Para amenizar la espera, recibí una llamada de Maika, la novia de Santi. Aquella con la que pasé una noche inolvidable, y muchas más reuniones de amigos tensas e incómodas. Le pregunté por el motivo de su llamada, y tuve que apartar el auricular medio metro. Al parecer, se estaba sintiendo molesta por ese pequeño detalle de no saber nada de Santi el día antes de la boda. Alegué que eso traía mala suerte. Volví a separar el altavoz medio metro. No parecía haberle convencido el argumento. Es raro, yo pensé que era bastante sólido. Por no aburrirles, Maika estaba disgustada. Y yo, amenazado de muerte. Tuve que prometerle por mi honor que Santi estaría al pie del altar. Cuando finalmente colgó, ya estaba yo bastante más preocupado que antes.

El regreso de la expedición estaba pactado para dentro de sesenta minutos justos. Entretanto, pregunté a los que pude. Como Santi había ido sin traje de baño, tuvimos que comprarle uno de Bob Esponja, color esponja, naturalmente. Esa fue nuestra seña de identidad: Español, rubio, alto, (siempre fue el portero de nuestro equipo en el colegio), con bañador Bob Esponja. La mayoría pensaba que les estaba vacilando, entre la descripción y mi registro idiomático. Los que no, solo decían “español”

La reunificación del equipo arrojó escasos resultados prácticos. La mejor noticia, del aeropuerto. En tres horas salía el último vuelo que llegaría a Madrid a las 11:00 hora española. La boda estaba prevista a las 12:00, por lo que disponíamos de sesenta minutos para llegar a Barajas, coger un taxi, ir a casa del novio, vestirlo, coger los anillos y dirigirnos al Monasterio De El Paular, en la Sierra de Guadarrama, a setenta y cinco kilómetros de Madrid. Sobraba tiempo.

Claro que estaba el pequeño problema del novio. Cuando pasó el hombre orquesta con las bebidas, las frutas, y el resto de avalorios playeros, le pedimos algunas botellas de agua, ya que la adrenalina nos secaba las mucosas. No se como surgió, pero hablamos de la desaparición de Santi, y al mencionar el bañador de Bob Esponja, nos dijo algo así como Leme. Le interrogamos, pero fue imposible entender algo más. Pero una de las garotas nos aclaró que se refería a Praia Do Leme, algo así como la continuación de Copacabana. Al parecer, el hombre orquesta había visto a Santi allí. Nos dirigimos hacia allá, recorriendo la totalidad de la playa de Copacabana, saltando cuerpos, regateando sombrillas, ignorando sonrisas cantarinas. Estábamos en misión oficial.

El corazón me dio un vuelco cuando observé la espigada silueta de un rubio con bañador de Bob Esponja, ocupando la portería de abajo, la más alejada al Pan de Azucar, inmerso en un partido de fútbol playa. Casi me da un infarto. Nosotros muertos de miedo, y él de portero.

Ibamos a invadir el campo, cuando los suplentes del que parece ser podría ser el equipo de Santi, nos detuvieron con muy mala leche, y nos obligaron a quedarnos fuera de los márgenes del campo. Preguntamos cuánto quedaba, y nos contestaron que estaban en el descuento. Decidimos esperar, porque unos minutos más no iban a variar el pedazo de problema, y que nos lincharan, sí.

Cuando el árbitro ordenó el final de partido, nos abalanzamos a la portería, y a Santi solo le dio tiempo a decir: “Me obligan a quedarme porque no tiene portero, se les ha lesionado en el calentamiento. Y esto viene a ser como la Champions League de Copacabana. He intentado irme tres veces, y no me han dejado. Así que he decidido que lo mejor que puedo hacer es mantener su portería a cero, que ganen el torneo y largarnos a toda leche”

Viendo que el pobre Santi solo había adoptado la única posición posible, nos concentramos en conversar con el entrenador, que nos explicó que el partido ya había terminado. ¿Podíamos llevarnos a Santi? “Imposible. Penales”

El partido había terminado, pero con empate. El ganador, a lanzamientos de penalty. Obviamente, con Santi de portero.

(Solo queda una última entrega)

 


miércoles, 7 de diciembre de 2016

En Justa Reciprocidad (II)

Pero cuando el primer viaje disponible era a Río De Janeiro, y alquien repitió el consabido “No hay huevos”, aparecieron como por ensalmo, camisetas floreadas, gorras y rayban último modelo. Como si estuviese planeado. Engañamos a Santi con la duración del viaje y embarcamos como si nos fuéramos a tomar unos vinos a Alcalá de Henares.

Tras las más de catorce horas que duró el vuelo, con escala por medio, y tras hacer una improvisada sesión de estiramientos colectiva en la sala de recogida de equipajes, nos aventuramos a tomar el primer transporte libre a la ciudad. Conseguimos una pequeña furgoneta de siete plazas, al mando de la cual se encontraba un pintoresco individuo que atendía al nombre de Rómulo.

Se empeñó en hacernos de guía durante todo el día, una vez informado de nuestro planes. Acordamos un precio asumible y nos dejamos llevar por él, bien advertido que lo primero que había que hacer era tomar un cafecinho, en cualquier sitio. Le sugerimos un starbucks y nos miró asustado. Al parecer, lo del café viene a ser como lo de la paella de Jamie Oliver. Nos disculpamos y nos acercó a una especie de bar-pensión-patio vecinal, donde disfrutamos de un extraordinario café, obviamente Cafe Do Brasil . Aparentemente, la cafeína consiguió resetearnos, y devolvernos a nuestra verdadera misión, hacer que ese día resultase inolvidable para nuestro amigo. A fe que lo logramos, aunque podría asegurar que él hubiera preferido que hubiésemos fracasado estrepitosamente.

Dejando de lado esas pequeñeces, el tour por Rio De Janeiro transcurrió según lo previsto. Conseguimos llegar al Pan De Azucar cuando aún no había llegado ningún turista. Normal, estamos hablando de las siete de la mañana, considerando la diferencia horaria. Había que esperar a que abriesen taquillas y pudiésemos sacar los billetes de los funiculares. Echamos un sueñecito en el coche, y embarcamos en la primera tanda.

Las vistas desde arriba son espectaculares.La ciudad, las islas que la flanquean, las míticas playas. Intentamos localizar Copacabana e Ipanema, que luego recorreríamos. El Cristo de Corcovado, las favelas, en fin, el pack turista completo. Nos quedamos con una grata impresión, pero el día se acababa y había mucho que hacer aún.

En improvisada reunión de campaña, decidimos que la siguiente parada sería el Cristo De Corcovado y a partir de ahí, recorreríamos las diferentes playas, buscando algo que no sabíamos si existía: Una especie de orgía de frenética diversión que cumpliera holgadamente los objetivos de nuestro viaje: Recordarle a nuestro amigo Santi todo lo que dejaría de disfrutar el resto de su vida, para que tuviera plena conciencia del error que estaba a punto de cometer, especialmente cuando ya tenía poco remedio. Lo que hacen los amigos, vamos.

Tras disfrutar de las extraordinarias vistas, y la majestuosidad del Cristo, comenzó nuestro auténtico viaje. Todo acompañaba. Temperatura extraordinaria, viento en calma, cielos despejados. Al ser día festivo, las playas estaban repletas de bañistas, exhibicionistas, futboleros, masajistas y vendedores ambulantes de todo tipo de objetos, comidas y bebidas. La tremenda desigualdad social y económica existente en esta atípica ciudad se tomaba una pequeña tregua en las playas. Si bien es cierto que en los complementos, trajes de baño y comodidades se puede observar diferentes capacidades económicas, la alegría con la que se manejan sus gentes, permite contemplar un Rio De Janeiro más compacto e igualitario, al menos hasta el anochecer.

Como suele ocurrir, cada playa de Rio tiene su pequeña historia. Copacabana, la más larga y famosa, fue nuestra primera escala. Los bañistas se hallaban enfrascados en interminables partidos de futbol y volley, con esporádicas escalas para refrescantes baños atlánticos, entre cordilleras nevadas de agua espumosa. Nos pareció un gran sitio para empezar. Nos colocamos en cualquier sitio al azar y arrancamos la mañana con la primera caipirinha, ofrecida por una especie de hombre orquesta o caracol gigante, puesto que parecía llevar bajo sus hombros cualesquiera deseo, anhelo o necesidad perentoria existente. Tentados estuvimos de pedirle que se quedara con nosotros durante el día entero.

Una vez situados, comenzamos a evaluar el panorama. Aunque todo el mundo dice que en Rio se encuentran los cuerpos más espectaculares, lo cierto es que entre todos contamos dos o tres chicas feas, lo que desmonta definitivamente el mito. Solo quedaban cuatro o cinco mil extraordinarias garotas. Como disponíamos de poco tiempo,  no pudimos saludarlas a todas. Decidimos utilizar un criterio de geolocalización. Así, geolocalizamos a unas cuantas a diez-quince metros a la redonda, a las que invitamos a tomar algo. Las treinta o cuarenta primeras nos agradecieron muy cordialmente la invitación, pero la declinaron. Afortunadamente teníamos una opción estadísticamente viable, y todo era cuestión de insistencia.

Y en efecto, insistimos y en cuestión de minutos confraternizamos animadamente con un grupo de jovencitas escoltadas por unos cuantos amigos varones, que también intentaban confraternizar con nosotros. Por tanto, había que ir dando una de cal y otra de arena, no fuese a ser que el viaje a Río acabase siendo recordado como el viaje de las sorpresas, o si me permitís el juego de palabras, el viraje.

Compartiendo esas caipirinhas, ese agua de coco, esos baños y esas bossa novas, podría asegurar sin miedo a equivocarme, que las barreras culturales, idiomáticas o de cualquier otro tipo, quedaron reducidas al mínimo concebible, y que el recíproco intercambio de costumbres, sentimientos y hormonas se multiplicó de forma exponencial a lo largo del día. Lamentablemente teníamos la barrera de la agenda, la que nos obligaba a dirigirnos al aeropuerto en un par de horas. Por tanto, encontrar las palabras justas en un idioma que nos era desconocido, y considerando la premura de tiempo, no parecía una alternativa viable. Y ante una idea mejor, fuimos besando en cadena a nuestras nuevas amigas, entregándonos por completo al método ensayo-error.

Es bien conocido que la intuición se define como el saber empírico inmediato. E inmediatamente supe que íbamos a tener problemas para agarrar nuestro vuelo. Llamadlo intención, o simple observación de apareamiento playero. Salvo por el hecho de que los desemparejados sufrían el acoso y derribo de los varones brasileros, todo iba bastante bien.

Salvo, quizás, el hecho de que el novio había desaparecido. Eso sí que podría ser un pequeño inconveniente.

 

 


martes, 6 de diciembre de 2016

A elegir el título solidario

Esta obra es en parte de todos nosotros, nos representa a todos los que tenemos algo que transmitir.
Ayuda a encontrar el mejor título. ¡Vota!

El blog de Fabio

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Hola, amigos.

Desde la redacción de Scripto queremos agradecer todas las aportaciones que estamos recibiendo. Muy pronto tendremos la revisión de los textos finalizada, pero mientras tanto, hay muchas otras cosas en marcha, como por ejemplo la elección del título.

En su momento ya les pedimos que nos ofrecieran posibles títulos, y entre los propuestos hemos seleccionados los que creemos que mejor definen el proyecto. Ahora, queremos nos ayuden a elegir uno. Hagan clic en la imagen que ven abajo y voten por el mejor título para el libro:

entrada-encuesta

Muchas gracias.

Redacción de Scripto.es


Fuente: página de Textos Solidarios en Scripto.es

En Twitter, usen la etiqueta #TextosSolidarios.

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lunes, 5 de diciembre de 2016

Textos Solidarios avanza y comunica

Merece la pena dedicarle un espacio a tan bella iniciativa. Enhorabuena a todos.

El blog de Fabio

burmese-kids

Hola, amigos. Estamos contentos de que se hayan dado una vuelta por aquí. Señal de que esta casa les gusta y les interesa.

Sabemos que quieren ayudarnos, por eso ustedes nos envían sus textos. Los estamos recibiendo y procesando con mucho esmero. Por favor, no desilusionen, no vayan a pensar que les hayamos rechazado su colaboración. Muy por el contrario, como es un proceso laborioso, nos estamos tomando nuestro tiempo. De a poco iremos respondiendo todos los mensajes que nos envían.

Hasta hace poco, los mensajes solo eran recibidos y respondidos por nuestro líder fundador, Israel Aguiar. Pero, a partir de ahora, pueden utilizar una nueva dirección de correo, redaccion@scripto.es, que es más ventajosa, dado que todos los miembros de la redacción tenemos acceso a la misma.

Ya tenemos unas 16.000 palabras y pensamos llegar pronto al doble, para que así el libro sea digno de todos ustedes. ¡Ya…

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viernes, 2 de diciembre de 2016

En Justa Reciprocidad (I)

Puedo aceptar, como hipótesis de partida, que se nos pudo ir la mano. Pero no es menos cierto que ella no tiene el menor sentido del humor. Y heme aquí, sentado sobre los fríos escalones de granito, vestido como un moderno juglar, con mi jubón, mis medias, mi capa y maltratando una guitarra española veterana en estas lides.

¿Cómo he llegado a esta ridícula situación? Todo empezó de forma inocente, amistosa, cuando decidí ocuparme de la organización de la despedida de soltero de uno de mis mejores amigos. Santi es de esos tipos con los que has compartido todo tipo de situaciones y de los que pondrías tu alma en sus manos sin vacilar un instante. Cuando me lo planteó, no tuve más remedio que aceptar, y lo hice con orgullo. Lo que vino después solo puede ser catalogado como un accidente, como una de esas cosas que ocurren en la vida, y a las que no se les debería dar mucha importancia.

La boda se había fechado para el primer día de diciembre, lo que reducía sobremanera nuestras posibilidades de actuación. Siempre fuimos partidarios de obviar los típicos planes de cena, copas y meretrices. Nos consideramos muy por encima de esas vanalidades sin elegancia. Buscábamos un plan alternativo, divertido, sencillo y con cierto trasfondo cultural, para romper con los estereotipos que siempre rodean un festejo de estas características.

El Comité de Despedida estaba formado por tres miembros fijos, con voz y voto, más un Secretario de Actas que no tenía voz, pero que siempre se las arreglaba para realizar alguna aportación, con el hábil truco de tararear las primeras notas de una canción alegórica. Que proponíamos alguna actividad que él consideraba desastrosa, entonaba la estrofa más conocida de Enola Gay. Que le parecía algo muy poco varonil, inciaba su oda a Village People. Incluso ponía los brazos para representar las letras de su canción YMCA. Y si le molaba la propuesta, alternaba entre el Aleluya de Haendel y el We Are The Champions. Insoportable de todo punto.

Los trabajos se desarrollaban con extraordinario rigor. Propuestas vetadas por los 2/3 se desechaban en el acto. Aún no se porqué se desestimó el viaje a Almería para realizar un tour por los escenarios naturales del Spaguetti Western, pero soy un demócrata convencido y respeté la voluntad de la mayoría. De igual modo,  se obvió la celebración de una capea a la luz de la luna. Entre otras cosas porque no encontramos una espada de lidia en el Cash Converters.

El desastre comenzó a fraguarse a partir de un inocente comentario de mi amigo Primi, tripulante de cabina veterano en una compañía low cost. Nos informó de que los empleados tienen a su disposición una serie de billetes en condiciones muy ventajosas. Y ahí se nos fue la perola. Llamadlo entusiasmo, iniciativa o locura. Pero la discusión evolucionó hacia la idea peregrina de que el destino podría surgir sobre la marcha. Primi miraría precios, y el más barato que saliera desde Barajas en ese mismo día sería asaltado por la comitiva. Santi, como protagonista, y el reparto coral de sus amigos más fieles y leales.

He de decir, en mi descargo, que nunca acabé de verlo como una gran idea. Pero en estas hordas de testosterona irredenta, siempre hay algún capullo que pronuncia el discurso de Wallace, la arenga de Agustina de Aragón o la charla de Al Pacino en “Un Domingo Cualquiera“, todo ello condensado en una única frase de irreprochable construcción gramatical:

“A que no hay huevos”

Si la Primera Guerra Mundial se precipitó tras el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria, en alguno de los numerosos conflictos armados, alguien pronunció esa misma frase, con total certeza. O su equivalencia en idioma extranjero. Pero basta la mención a la hombría endocrina para que los acontecimientos se precipiten de forma anárquica y sorpresiva.

Y allá nos encontramos los cinco, con Santi a la cabeza, armados de un trolley de tamaño cabina con una prenda de abrigo, pijama, muda, libro y neceser, esperando a conocer nuestro próximo destino. Contábamos con una especie de Cuartel General en tierra, que plantearía actividades en destino, considerando los atractivos locales, el protocolo, nuestra clase extraordinaria, y el tiempo que disponíamos antes de la boda. Nuestros planes eran salir dos días antes de la boda y regresar la noche anterior, con tiempo suficiente para los preparativos prenupciales.

Por supuesto, pensábamos desechar cualquier viaje de más de dos o tres horas. Pero cuando el primer viaje disponible era a Río De Janeiro, y alquien repitió el consabido “No hay huevos”, aparecieron como por ensalmo, camisetas floreadas, gorras y rayban último modelo. Como si estuviese planeado. Engañamos a Santi con la duración del viaje y embarcamos como si nos fuéramos a tomar unos vinos a Alcalá de Henares.

(Continuará)