jueves, 22 de diciembre de 2016

Mi Duende Y Yo, En Navidad (I)

Siguiendo lo previsto en mi última entrada “Wiwichu 2016“, procedo a cumplimentar las peticiones de los lectores.

La primera petición proviene del blog de  Paula De Grei ,que solicitó una descripción de abrazo a un Duende de Navidad, y que recibe a continuación.

Siempre he mantenido en secreto algunas de mis convicciones más profundas, normalmente por razones sociales: Por evitar dar explicaciones, por eludir la chanza o burla de los amigos o allegados, o simplemente por no coincidir con los usos y costumbres contemporáneos.

Así, he obviado compartir con mis gentes una serie de creencias inconfesables, tales como la existencia de los Unicornios Azules, los marcianos, la reencarnación, y la resurrección de Elvis, con el matiz de que nunca llegó a fallecer. Este tipo de cosas tienen muy mala prensa y podrían desviar a la gente de la imagen de serio y riguroso profesional que pretendo transmitir.

Lógicamente, tampoco se trata de creencias tan exóticas o extravagantes, ya que pueden ser apoyadas, sino por evidencias científicas, sí por argumentos racionales basados en la lógica clásica. Por ejemplo, es obvio que existen los unicornios azules, ya que si no existieran, a nadie se le ocurriría la posibilidad de que existiesen. Por tanto, sino fue el maestro Silvio el que los vio, seguramente se lo contaría algún testigo presencial. En el caso de los marcianos, por la misma razón, deben existir, ya que en caso contrario, nadie hablaría de los marcianos, sino de los venusenses o venustarras, es decir, los habitantes de Venus, que está mucho más cerca de La Tierra que Marte. O selenitas, cuya existencia nadie se ha empeñado en defender. El caso de Elvis, no requiere explicación. Todo el mundo sabe que es una conspiración de la CIA, y que está viviendo en algún país sin tratado de extradición con Memphis-Tennessee.

Pero la más inconfensable, sin duda, es mi relación con los Duendes Navideños. Estas criaturas, a las que algunos con evidente mala uva, califican como mitológicas, son los indispensables ayudantes de Papá Nöel. En concreto, los que le preparan los regalos de Navidad, para que el propio Nöel pueda repartirlos en todos los hogares del planeta.

Esta relación parte de un acto de difícil justificación. Cuando tenía diez años, desobedecí las precisas instrucciones de mis padres, acerca de la imperiosa necesidad de permanecer dormido toda la Nochebuena, bajo la estricta amenaza de quedarme sin los regalos de Navidad. Pero mi curiosidad llegó más lejos que mi disciplina, y pude resistir toda la noche en vela, hasta que…


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