miércoles, 24 de diciembre de 2014

Wiwichu 2014

A pesar de que se trata de un escrito navideño en toda su pureza, no tengo intención de aburriros mucho más con mi reconocida Christmas-Filia, de la que ya he hablado en multitud de ocasiones. He reconocido sin pudor alguno que me gusta la Navidad, que disfruto enormemente de estas fechas y que mi espíritu no puede ser más afable y generoso. Por supuesto hasta Epifanía del Señor. Una vez que se marchen SSMM y sus vehículos mono-joroba, ya no respondo.
Y todo esto a pesar de que hay pequeños detalles que me irritan temporalmente, pero a los que estoy sobreviviendo con esta levitación emocional a la que me acojo estos días.
Por ejemplo, la ausencia de christmas-celulosa y la proliferación de christmas-gift. Si es que no es lo mismo. A mí, que me ha tocado escribir unos cuantos cienes, con la correspondiente tendinitis, me gustaba muchísimo establecer categorías subliminales entre los receptores.
Los amigos: Caligrafía generosa, ininteligible. La mía de toda la vida. Con todas las recetas a su espalda, con millones de páginas de apuntes. O sea irradiando antoniadis desde el corazón, desde los músculos, los tendones y el alma. Con mensajes personales, con bromas particulares. Arriesgados, porque los amigos nos lo perdonamos todo
Los aspirantes a clientes: Mayúsculas. Formalidad. Mensaje estandarizado. Que se vea que somos gente seria. Nada de bromas, ni riesgos. Nada de fútbol ni de mujeres ni obviamente de política. Rápidos pero insulsos.
Los clientes: Cálidos. Agradecidos. Pelotas, con falsa camaradería. Con deseos de continuar muchos años más (Normal: más años, más beneficios)
En cambio, actualmente se reciben christmas por email, por whatsapp, por MMS. Memos, fotografías, poster, todos ellos creados por personas ajenas a nosotros y con una gran cantidad de tiempo libre, por lo que se ve. Es decir, que solo transmitimos en boca de otros. Usurpamos emociones de otros, o al menos existe una sospechosa coincidencia entre las suyas y las nuestras.
Es verdad que no todos tenemos esa capacidad para encontrar esa graciosa combinación de imágenes y lemas o eslogans. No es fácil . Pero desde luego, prefiero la imperfección de un amigo a la precisión de un desconocido.
También me ha fastidiado observar en la Plaza Mayor y aledaños,  la presencia de elementos o iconos que no tienen ninguna relación con la Navidad. Simpsons, Spidermans, mimos manostijeras, etc. No me parecía mal la presencia de Donalds o Minnies, hasta que ví cómo los entrevistaban por Telemadrid y contestaban con un inequívoco acento sudamericano. Hombre, un poco de rigor. A Donald no se le entiende, por definición, y Minnie no habla. Se gira con un aire coqueta, hace como que se ruboriza, incluso besa a Mickie, pero no habla.Un respeto.
En la propia Plaza Mayor, es decepcionante observar el enorme deterioro a la que ha sido sometido el antaño zoco navideño. Todas las casetas más o menos ordenadas y todas más o menos vendiendo lo mismo, y a los mismos desorbitados precios. Solo un detalle. En la parte superior, donde se iza la persiana que tapa el kiosco, una vez recogida, observé la presencia de un pequeño polipasto, colocado con el fin de evitar esfuerzos al colocar la persiana. Como lo escucháis. Ya no es necesario los palos y la ayuda de 3 personas para izarla. No se dónde vamos a ir a parar.
¿Y qué me decís del cambio de Rey en el Mensaje navideño?. A mí, me descoloca. Escuchar al Rey Juan Carlos, mientras que se va colocando la mesa, es una tradición ancestral que se ha perdido definitivamente. Podían haberle dejado como Rey honorario solo para Navidad. La profundidad del mensaje, su salero y soltura ante las cámaras son insustituibles. Y nos colocan al Rey Felipe, recién llegado, y con ganas de agradar. Dios nos asista.Como diga algo en serio, a ver qué hacemos con los langostinos.
En fin, en esas cosas iba pensando cuando descendía los peldaños de los sótanos de la Plaza de las Descalzas Reales, camino de la tienda de discos usados de La Metralleta. Probablemente hacía 30 años que no iba. Pero en esta ocasión iba acompañado o escoltado, según se mire. Mi hija había manifestado su interés por  este ancestral establecimiento, tras un reportaje de TV, y por fin podía acompañarla.
Mis sensaciones fueron poco más menos las mismas de siempre. Deseos de llevarme la tienda entera, emoción ante ese LP de Ramones, ante ese sencillo de Roxy Music, ante ese destartalado vinilo de Siniestro Total. Mi hija se quejó de la extraordinaria abundancia de discos y su imposibilidad de elegir entre todos. Si es que me ha salido rockera. Y papá, paga. Y encantado. estamos en Navidad


lunes, 8 de diciembre de 2014

Dan las seis (sintonizo a los Stones)

En honor a la verdad, pensaba que el reencuentro con estas letrillas, en este contexto tan público y tan íntimo a la vez, sería muy gratificante, como casi siempre. Pero lo cierto es que he sufrido una pequeña punzada de culpabilidad cuando he descubierto que llevaba dos meses sin ponerme al teclado.
Puedo encontrar múltiples explicaciones o excusas para tan vergonzosa falta, pero seguramente la explicación es más sencilla: No tenía nada que decir o al menos no quería decirlo. Lo cierto es que en el momento presente, no tengo una explicación mejor.
Es verdad que estuve tentado de abandonar la habitual línea editorial de antoniadis9 y expresar mis pensamientos al respecto de la actualidad política (me refiero a la política como apasionante campo de conocimiento y no a la vulgar utilización que de la misma hacen los malos políticos y los aspirante a malos políticos) En concreto iba a proponer la hipótesis de la progresiva helenización de España, basándome en la vergonzosa vulgaridad a la que medios de comunicación, ciudadanos y caraduras profesionales han conseguido hacernos creer que es la actividad política. Es decir, como en Grecia.
Sobre la situación griega, el escritor Petros Markaris ha escrito con mucha mayor soltura, conocimiento, ironíoa y diversión de lo que yo podría hacer en siete siglos, así que no me molesto. Y en cuanto a lo de la hipótesis, pues me da mucha pereza compartir mis puntos de vista, porque todas las conversaciones sobre este tema acaba con la coletilla "todos son unos sinvergüenzas" Y como no me apetece defender a quién no lo merece y no puedo competir con los absurdos debates en los que los periodistas menos capaces y los politicoides menos formados se pelean por quitarse el turno de palabra, pues me abstendré de intentarlo, no sin antes decir que un día puede que toque arremangarse y enfangarse del todo, y ese día puede que no sea tan lejano. Por supuesto, después de Navidad.
Y es que estamos en Navidad, lo que comunico para general conocimiento. Y ya sabéis lo que pasa en estas fechas. Que me vengo arriba de forma inmisericorde. Que me atrevo con todo y todo lo veo estupendamente. Que puedo enfrentarme con hidras de siete cabezas (claro, no hay de otro tipo) con un pelapatatas y sin que se me borre la sonrisa. Que me pueden llevar a la orilla de la Laguna Estigia y simplemente me pego un bañito.
Y no es que este año viniera retorcido ni mustio. Me voy encontrando progresivamente más animado, menos taciturno, más alegre, más bromista. Más yo mismo, tengo que decir. Pero es que veo el arbolito y es como si me hubiesen dado cuerda o me hubiesen colocado las alcalinas AAA de la reconocida marca del conejito.
Así que este año he decidido iniciar los festejos navideños con una recopilación musical, sin villancicos, claro está. Algo así como un grandes éxitos de mi vida, pero en los que no he tenido  nada que ver, porque el Altísimo o las fuerzas Big Bang o lo que sea que me hubiese colocado en este mundo, no me ha bendecido con el don de la armonía o la musicalidad. Vamos que tengo una oreja versus la otra.
Pero a veces uno empieza tareas con un propósito concreto,  y la cosa acaba como el rosario de la aurora. Recuerdo un pasaje de los Crímenes de la Calle Morgue, de Edgar Allan Poe, en la que uno de los personajes consigue adivinar los pensamientos del otro, estableciendo la cadena de concatenación de los mismos. En mi caso, os aseguro que la cosa fue más sencilla: Caí en la trampa de relacionar cada una de las canciones que seleccionaba con aquellos pasajes de mi vida en los que coincidieron temporalmente. Y la cosa acabó componiendo una especie de Banda Sonora Original.
Y claro, una cosa llevó a la otra, y la recopilación musical acabó en una recopilación vital. Y como la vida, con sus momentos nostálgicos, alegres, tristes, severos, impactantes, significativos, superflúos, hondos y dolorosos.
Por momentos pensaba quién demonios me había mandado meterme en semejante huracán emocional, pero como el único responsable es el único sufridor, pues aparte de la cara de tonto que se te queda, no hay mucho que se pueda hacer. Relajarse y disfrutar. O sufrir.
De aquí viene el título del post. Extraído directamente de la canción de Burning "Una noche sin tí" Que es un pedazo de tema, pero no precisamente la alegría de la huerta. Habla de un tipo que espera y espera la aparición de su amada, y que entretanto encuentra compañía en los Stones y en Eric Burdon, en los viejos blues y en el viejo rock and roll.
Ante semejante tesitura, solo cabía una de estas dos opciones: La primera, abandonarse a los recuerdos y que ellos tomaran los mandos. Esto podría dar lugar a consecuencias irreparables. Uno necesita pensamientos positivos para gobernarse porque los demonios circulan ordenadamente a su alrededor, hasta que te pillan con la guardia baja; Como en el juego de las sillas musicales, que todos circulan armónicamente alrededor de las sillas hasta que cesa la música y los jugadores asaltan los huecos vacíos cuales pirañas del Amazonas.
La segunda alternativa consiste en jugar la estrategia dominante. Este concepto se estudia en teoría de juegos. Yo de eso no tengo ni una alejada idea, pero en mis proximidades cotidianas tengo un experto, y eso ha hecho que pueda al menos deducir que eso de dominante debe ser mejor que dominado. Aunque seguro que algún lector ya se ha imaginado lo que no se pretende. Seriedad.
¿Cuál sería la estrategia dominante? Pues aquella en la que el jugador puede optar por una alternativa beneficiosa para él, independientemente de lo que haga el rival.
Siguiendo la metáfora, mi estrategia dominante sería la siguiente: Utilizo los recuerdos a mi entera conveniencia, seleccionando los más agradables cuando esté más apagado y los más tristes cuando esté más eufórico. Claro que también podría utilizar las mejores evocaciones para los mejores momentos y así prolongar y aumentar los momentos positivos.O los más tristes en los peores momentos para comprender que en peores plazas hemos toreado.
Pues esta será una estrategia dominante, pero me mete en un follón del quince. Pero al fin y al cabo, yo elijo. Que me cueste seleccionar el momento y las condiciones de traer a escena unos u otros recuerdos no quita para que yo soy el que toma la decisión, y ningún diablillo lo va a hacer por mí.
Y como estamos en Navidad, pues me da que los recuerdos tristes se van a quedar sin regalo de Reyes. De momento he vuelto a ver a los mejores amigos, he invertido y he compartido tiempo con ellos, y me ha hecho feliz.
Así que de momento voy ganando por goleada. Es que tengo mucho arsenal.

lunes, 6 de octubre de 2014

Reencuentro XXV Aniversario (1983-1989)

Aunque nunca he sido un gran aficionado, un gruppie o un frikie de las películas de ciencia ficción, tengo un vago recuerdo de que alguna de ellas planteaba la posibilidad de enfrentar al protagonista con su "yo" pasado o futuro. Como es lógico, no discuto la posibilidad teórica de que los avances científicos puedan colocarnos en todo tipo de diatribas psicológicas, sean más inofensivas o más sádicas. Solo espero de que la ciencia avance mucho en direcciones más benévolas con el ser humano, porque solo de pensar en reencontrarme con mi yo pasado o futuro, se me ponen los pelos como escarpias. Me refiero a los que tenía mi yo pasado, y que seguramente no tendrá mi yo futuro, puesto que en mi yo presente escasean sensiblemente.
Y es muy posible que la ciencia no progrese mucho en esa dirección, porque no hay mucho que sacar por ahí. La gente no quiere verse deteriorada en un futuro, y no creo que quiera observar las diferencias con un pasado, en el que uno siempre se recuerda pletórico, inteligente, guapo y brillante, rebosando energía por los cuatro costados.
Pero hete aquí que en la vida, como en el ajedrez clásico, podemos plantearnos una partida estratégica, planificando aperturas, medio juego y hasta los finales, porque todo está estudiado y escrito, y siempre ha estado a nuestro alcance. Desde el mítico Ajedrez Elemental de Panov, mi libro de cabecera en la infancia y adolescencia, uno podía encontrar la respuesta a cualquier duda o encrucijada ,siempre que no existieran celadas. Ahí se acababa la teoría.
Y aún así, las celadas más astutas e inesperadas podían ser previstas, porque como ya se las habían colado a otros, podías evitar que te cazaran a tí, estando muy atento o habiéndolas estudiado previamente.
Cuando recibí ese email, o no había estudiado (fijo) o no estuve muy atento. Porque me pareció original, fresco, atractivo y juvenil. El hecho de que no recordase al remitente de nada en absoluto no me llamó la atención. Y era todo un datos, hay que reconocerlo. Un aviso claro.
Pero no lo vi. Me dejé llevar por el envoltorio, por los oropeles y neones, sin analizar la esencia, sin darme cuenta de la terrible celada en la que me veía envuelto.
Mi natural pereza, desidia y falta de planificación, pudieron haberme ahorrado el disgusto. Solo tenía que escucharlas. Siempre lo hago, y no me ha ido tan mal. O sí.
Pero como siempre se dice, los accidentes suelen ser multifactoriales; Además de la riqueza estética de la propuesta, la ruptura de mis tradicionales principios de dejarlo todo para última hora o aún más tarde, debió asociarse algún tipo de disturbio neuroquímico categorizado o no. No encuentro explicación alternativa.
El hecho es que la fecha se iba aproximando y yo me iba dejando llevar, sin remar ni pedalear, simplemente contemplando la corriente natural de los acontecimientos, sin pretender abrazarlos ni alterarlos. Solo tolerancia y respeto.
Pero como casi siempre, uno ha de tomar partido, y yo lo hice por la traición. Abandoné mis principios y actué. Hice lo contrario de lo que esperaba de mí mismo. O sea que hice lo de casi siempre, me temo. Me comprometí en el sentido literal y figurado. No había vuelta atrás.
Tenía excusas y de las buenas, de las pata negra. Cansancio de la semana, esfuerzos laborales máximos, permanecer con la familia, etc. Aún pensaba en ello, cómo podía apartarme de esa segura celada con una maniobra elegante y prudente, cuando de repente mi carroza se detuvo ante palacio. Ahí me vino a la memoria ese punto de no retorno, ese momento en el que no existe marcha atrás porque las consecuencias son irreparables.
Según iba avanzando por las escalinatas, una pequeña luz me alumbraba de forma tenue y difusa. No veía carteles ni rótulos ni los neones de la convocatoria. A ver si esto se había desconvocado y podía huir de forma apresurada y justificada.
Pero no.
"Hombre, pero ¿cómo estás?" Primera prueba, primer dardo doloroso y cruel. Alguien me recordaba. Si alguna vez pretendí pasar desapercibido, estaba claro que no iba a aconseguirlo. Balbuceo mutuo casi tan afectuoso, y primera prueba de fuego.
"Pero éste cómo se llamaba? Estaba resignado a quedar de pena con mi interlocutor, en el que reconocía haber tenido una relación cordial aunque no íntima. Finalmente, apareció aquel original nombre en mi mente, y de repente pude respetarle y halagarle con el reconocimiento. No ocurrió exactamente lo mismo con las siguientes apariciones, pero no estaba tan mal, recordaba a una de cada tres personas. Defendible.
Los siguientes minutos los recuerdo como de transición, felicitaciones a la organizadora, loas a la originalidad de la idea, asombros mutuos por reconocernos tan fácilmente y brevísimos intercambios de información profesional.
Desgraciadamente la fase de transición se prolongó de forma ostensible y las conversaciones triviales se iban agotando en intensidad, calidad y sobre todo duración. Cuando aparecía alguien nuevo en la sala, se presentaba una  nueva oportunidad de fracaso clamoroso o éxito rotundo, y yo procuré ir alternando con gallardía ambos escenarios.
Afortunadamente, había reconocido en la lista de asistentes a varios de mis amigos y compañeros más próximos; aquellos con los que compartías tristezas, rabias e impotencias, risas, carcajadas y juegos. Y con la prudencia y el respeto que te imponen los años, los 25 años de distancia, de separación, de experiencias terribles, maravillosas y únicas, detectas que sigues pisando terreno firme, que la esencia de tu conexión permanece, y que solo ha pasado el tiempo.
Me sorprendió profundamente la ausencia de sorpresa. Todo sucedió como debía suceder, como en mi fuero interno sabía, de forma natural y espontánea. La prevención, la vergüenza y la ausencia fueron barridas por los recuerdos, el cariño y la esencia.
¿Y qué pasó a continuación? Lo que tenía que pasar. Lo que hubiese ocurrido un día cualquiera de un mes cualquiera de aquellos tardíos 80, a la entrada de clase, a la salida de clase o en medio de clase. Que las coincidencias superaban con creces a las diferencias y que lo vivido conjuntamente se imponía a las experiencias individuales.
Y conjuntamente superamos nuevas pruebas, la exposición pública a nuestra prematura vejez o muy tardía adolescencia, explicando modestamente tus éxitos o dulcificando los fracasos. Reconociendo la máxima de que las personas no cambian, que aquellos a los que apreciabas te daban motivos para haberlo hecho; Los que aborrecías te aclaraban fácilmente porqué. Y los indiferentes debían seguir recibiendo la legislación vigente.
Echamos de menos a muchos, añoramos los "pinchos con mao" y hasta el Ron Tropicana. Nosotros estuvimos con él, y él con nosotros. No se si hubiera venido el primero, lo hubiera organizado, no hubiera ido ni de cachondeo, o se hubiese dejado arrastrar. Todas esas opciones me hubiesen parecido posibles, propias y válidas en él. Y ninguna de ellas me hubiera provocado la más mínima crítica. No pudo ser.
Y el colofón, el fin de fiesta, en el santuario de los cincuentones madrileños. La elección fue accidental pero metafórica. XXV años después volvimos a sentirnos jóvenes, sin rubor alguno, porque nuestra llegada rebajó la media de edad del local, o al menos eso quiero creer.
Finalizamos en un antiguo cine, y vivimos una gran película; Al menos por esa noche, tuvo un final muy digno.

sábado, 27 de septiembre de 2014

London Calling (and three)

Tras la contradictoria visita al Borough Market, sin llevarme un bocado puesto, en parte por la hora y en parte por las pounds, decidí regresar sobre mis pasos para admirar la Catedral de Southwark, de cuya existencia no tenía ni la más remota idea. En el camino, pude admirar un edificio maravillosamente destruido, el Winchester Palace, cuya ubicación, en una pequeña callejuela lo hace pasar absolutamente desapercibido para el gran público, o sencillamente es que ya lo han visto todos los días y no les impacta como a mí.
Se trata de un edificio que data del siglo XIII, y que fue destruido por el fuego en 1800. Por lo que he podido averiguar posteriormente, se trata de un Palacio que perteneció al Obispo de Winchester y que en su interior tenía pista de tenis, bolera, horno de repostería y unos cuantos extras.
Posteriormente, hacia Southwalk Cathedral. La primera sorpresa es que el amplio patio correspondiente a su entrada principal, se encontraba tomado al asalto por una heterogénea miríada de jóvenes de todas las procedencias y razas, devorando los habituales kit de comida rápida.
Este hecho me causó una potente diatriba: ¿Se trata de una irreverencia extraordinaria o del acercamiento de la religión a los jóvenes? En fin, como eran muchos, opté por introducirme en aquella fabulosa construcción, de un impecable estilo gótico, adquirido probablemente en su reconstrucción del siglo XIII, aunque parece que su origen real puede datarse en el siglo XI, durante el reinado del normando Guillermo I el Conquistador.
La Nave Central es verdaderamente espectacular , con un pasillo central envuelto literalmente en el escaso espacio que dejan entre sí las dos masas laterales, en las que destacan espectaculares vidrieras.
Me costó trabajo abandonar el entorno. Mientras paseaba por los pasillos laterales, percibía una especie de supervisión divina que parecía emanar de las graníticas piezas  que formaban las naves. Una extraña mezcla de reflexión y temor me acompañaban mientras me dirigía a la salida para enfocar el London Bridge.
El new London Bridge se construyó en 1973, mientras que el original, de madera, data de la época romana, hacia eñ 46 d.c. Los romanos rebautizaron como Londinium a una aldea celta, y la construcción del puente tuvo como objeto su conquista.
Desde su actual emplazamiento, es posible visualizar la tétrica majestuisoidad de su predecesor, obra arquitectónica y de ingeniería muy relevante. Aún es posible la visita a su interior, y se pueden apreciar la extraordinaria perfección de su diseño y maquinaria.
Una vez atravesado el puente y ubicado en la orilla norte del Támesis, decidí caminar hasta la Catedral de San Pablo,  para disfrutar de su grandeza exterior, y dar la interior como presupuesta, considerando los precios de la entrada.
Es la segunda catedral cristiana en altura, y fue escenario de la boda del Príncipe Carlos y lady Diana Spencer.
fue construida durante los siglos XVII y XVIII, y se encuadra en el estilo barroco inglés.
Se encuentra en una zona muy tranquila de Londres, muy próxima a la City (Ciudad financiera o barrio financiero), y no muy alejada de Trafalgar Square. Decidí pasear hacia la National Gallery, dando un rodeo por Covent Garden, ya que aún no había tenido oportunidad de conocerlo.
Al llegar a Covent Garden me encontré una especie de Mercado de San Miguel, dividido en dos pequeñas calles donde convivían pequeñas tiendas de arquitectura tradicional de la zona, de todo tipo de géneros, y donde la única diferencia entre las grandes firmas y los artesanos radicaba en el letrero exterior.
En los pasillos inferiores, terrazas de estilo europeo, donde milagrosamente podías tomar tranquilamente una cerveza, mientras un artista callejero, de indudable pedigree personal y artístico te entretenía con clase y talento.
Un poco apenado, y casi en piloto automático aparecí en Trafalgar Square, donde esa extraordinaria mezcla de Museo, Centro Comercial y pensión temporal para turistas que es la National Gallery, emitía sus tradicionales cantos de sirena hacia mí, y como siempre, ya que soy hombre fácil, me dejé engatusar aún con la firme promesa de limitarme a las salas de número bajo, es decir, la de las pinturas de 1500 a 1600.
Pero ellos son mucho más listos, y decidieron ampliar la colección con el ala sainsbury, y obras de 1250 a 1500, justo al ladito, por lo que picas de forma inconsciente; Y como me suelo perder a la salida, ya que intento evitar las tiendas, al final acabé como siempre en la sala española (la sala 39), y en la de los impresionistas (43 a 46)
En fin, otras dos horitas de museo, que corroboran mi teorema de que es infinitamente peor Museo que el Prado o L'hermitage, pero que lo organizan de escándalo.
A la salida, y calculando el tiempo para coger el tren en Estación Victoria, decidí bajar en diagonal hacia Buckingham Palace, sin  perder de vista la Torre del Parlamento, el famoso Big Beng, pero no pudo ser.
Era la hora del te, y decidí variar la ruta y acercarme hacia Piccadilly Circus y Regent Street. Prometo que estaba decidido, pero fue imposible resistirse a las gangas de ropa deportiva del famoso Lillywhites. Además siempre te encuentras 3 ó 4 dependientes españoles y 300 o 400 compradores españoles. Es muy divertido comprobar cómo algunos hablan inglés aún peor que yo.
Tras las compras reglamentarias, te en Regent Street, acompañado de un pastelito con aspecto de milhojas, que curiosamente se llamaba Thousand leaves cake. y yo pidiéndolo como en el Pictionary.
El paseo hacia Buckingham Palace y St. James Park me empujaba hacia Hyde Park Corner, sus jardines, la gente y los miles de puestecillos, con cervezas, salchichas, gofres, chuches XXL, etc Lo disfruté mientras pude apurar la agenda y después hacia la Estación Victoria, final de mi periplo londinense.
Tren a Gatwick, recogida de niños en aeropuerto y rumbo a Spain.
Todo en un día. Decía Séneca que "La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy" Yo diría que ese día londinense no lo perdí del todo

domingo, 24 de agosto de 2014

London Calling (part two)

Llevaba muchas semanas pensando lo que haría cuando pudiese disfrutar de ese día libre londinense. Podría decirse que el plan estaba bien fundamentado y su ejecución no era extremadamente complicada. Claro que para no faltar a la costumbre, la vida en sí misma o los pequeños eslabones de acontecimientos y circunstancias que la conforman, se fueron engarzando poco a poco para conseguir que ese día, que tan bien planificado estaba, se fuese complicando, no tanto en la agenda sino en el ánimo y en la atención.
Y lo que podría haber sido el día del turista liberado, se convirtió en un paseo triste y errático, porque mi alma y yo nos encontrábamos en otro escenario, en otra atmósfera vital a años luz  de allí, con el ánimo encogido y rebosante de responsabilidad, confiado y angustiado a la vez. Porque ya no creo lo suficiente en la justicia de la vida ni en la congruencia de los actos, ni mucho menos en la fortuna, por azar entendida.
La verdad es que ya solo creo en ciertos acontecimientos cotidianos, sencillos, básicos, estructurales podría decirse. Unicamente creo en los cimientos, dudo de las paredes y desconfío totalmente de los tabiques, ventanas y demás vías de escape más o menos oficiales.
Acepto las gateras, porque no te engañan, sabes que toda la carga no puede pasar por un orificio tan estrecho. Al menos lo estás intentando. De acuerdo, sin éxito, porque no puede tenerlo. Pero en esos momentos te sientes liberado, solo durante el tiempo que dura la intención. No es poco. No parece poco al que sufre la presión de la vida.
Finalmente, esa visita a Londres, tan confusa y solitaria, bien pudo suponer una válvula de escape improvisada a tanta estenosis reflexiva. Y así hubo que enfocarlo. No había otra forma; Pensé en mantener la ruta prevista, sin ilusión, sin entusiasmo, pero con resignación pragmática.
Había que estar, por tanto; lo único sensato que cabía proponer era desplazar temporalmente los sentimientos, como esos diques que los niños construyen en la playa, con diminutas palas y rastrillos. Sabes que aguantarán la primera ola si no es muy grande, pero en breve se producirá la progresiva disolución o lo que es peor, la inundación completa. Pero entretanto, aportan cierto grado de pasajera esperanza.
De un modo inconsciente, decidí iniciar el recorrido visitando la Tate Modern, en la orilla sur del Támesis, a corta distancia del London Eye. Se trata de un barrio en reconversión, donde los grandes edificios de oficinas conviven en desconcertante armonía con impersonales construcciones suburbiales, de caduco destino. La orilla intemporal del río adquiere un ¿involuntario? aspecto parisino, encontrando estatuas vivientes, magos, vendedores callejeros, retratistas y hasta flores.
La propia Tate recuerda al Pompidou de Paris, rebosa el espacio y fluye la luz. Los niños juegan en sus galerías, ajenos a la pomposidad y protocolo museístico. Se trata de un Museo atípico, o a mí siempre me lo ha parecido. Atípico es lo que se me ocurre a vuelapluma. Extravagante o exótico podrían ser términos afeados por los entendidos, entre los cuales no deben buscarme.
De hecho, esa...fuente de contrastes es la razón de que mi primera parada fuese allí. Sabía que en su interior encontraría la calma, en sus extraordinarias vistas desde la sexta planta. La admiración infinita, en los cuadros de Kandinsky y Picasso. Y la hilaridad extrema en algunas de las piezas exhibidas en la segunda planta. Yo creo que la concepción de arte que tenemos los ignorantes y la que tienen los expertos puede ser asemejada a la que tienen los críticos de cine que premian a las películas iraníes que ninguno de nosotros, nuestros amigos, familia y ni siquiera los del Facebook, iríamos a ver ni gratis.
La obra estrella de ese sector de la exposición la conforman  la yuxtaposición en el eje de abscisas de una estructura de chapa compuesta por diversas subestructuras tubulares, en lo que el autor/a probablemente consideraría como una metáfora vital de nuestra visión poligonal de la vida; A mí personalmente me pareció un fancoil de aire acondicionado de los de toda la vida, eso sí impecablemente alineado con la horizontal del suelo.
También destaca por su originalidad una columna policromática de estructura hormigonada con recubrimiento de escayola, en donde se engarzan sabiamente un pie de lámpara y una zapatilla de running, cuyo tallaje no pude determinar correctamente, en parte porque la posición de la zapatilla lo dificultaba, en parte porque el tallaje británico aún no lo domino. Incuestionablemente, el conjunto escultórico en cuestión representaba una crítica social extraordinaria a nuestra actual way of life. No cabe duda: El hormigón representa a las ciudades modernas, el pie de lámpara es una alegoría de nuestro sedentarismo de salón y la zapatilla viene a ser una descarnada reprobación de la sociedad capitalista.
Como el lector podrá imaginar, cuando uno observa estas obras maestras, espera contemplar a su alrededor algún tipo de sonrisa de complicidad con el resto de los espectadores, una especie de lenguaje no verbal que transmita la mutua incredulidad ante el hecho de que algunos metros cuadrados (o inches cuadradas) del museo vengan a estar ocupadas por elementos que podríamos encontrar fácilmente en el punto limpio de cualquier ciudad española. Lamentablemente, esto no ocurrió. La gente avanzaba estoica entre las obras expuestas, con rictus serio y concentrado. Yo creo que estos ingleses no solo son educados hasta la médula, deben tener un termostato natural que regule las emociones de todo tipo. Como no había ningún latino alrededor, no pude comprobar esta teoría. Un italiano no aguanta sin descojonarse la visión de la escultura de la zapatilla. Fijo.
Obviamente mucho más relajado me dirigí en dirección este, siempre a lo largo de la orilla sur hacia Borough Market,  contemplando de fondo el imponente y sobrecogedor London Bridge. Ya había tenido oportunidad de verlo interiormente en otra ocasión, lo que no quita para que impresione incluso más en la distancia.
La llegada a Borough Market, una zona situada bajo los arcos del tren, supone un cierto contraste entre el Londres moderno, financiero, severo e impersonal y el Londres decimonónico, Dickensiano, triste y oscuro en el que los mercados venían a ser un punto de encuentro entre la necesidad, la pillería, la desgracia y la opulencia.
En Borough Market ya no encontramos la respuesta a la necesidad diaria, que puede ser satisfecha en Sainsburyś, en Marks and Spencer o en cualquier mini colmado atendido por dependientes multirraciales en permanente expresión de fastidio. En su sección gourmet podemos encontrar cualquier tipo de alimento, desde los más calóricos dulces a las más seleccionadas hortalizas, a precios coherentes a su excelencia.Se trata más bien de esa compra especial, ese detalle con el que nos obsequiamos tras una dura semana de trabajo; O la excusa que utilizamos para ser absueltos de nuestros pecados veniales por nuestro compañero de trabajo o nuestra pareja.
En poco más de 20 metros, el escenario es idéntico en continente, pero muy diferente en contenido. Decenas de ejecutivos o menos ejecutivos disfrutan de cuatro ondas de Ultravioleta que pasaban por allí, pero que ellos celebran como si fuera La Carihuela o Benidorm. No deja de sorprenderme esa costumbre británica de comer en la calle con recipientes de plástico o cartón, aunque sobre la marcha reflexiono que en Madrid ya no es tan raro. Cierto que en Borough puedes elegir entre todo tipo de comidas, a cual menos apetitosa. Me abalanzo sobre un bar de tapas, como si fuese un oasis sahariano, cuando observo el precio del equivalente al pincho de tortilla y me doy media vuelta. Y en pounds.
(continuará)




viernes, 1 de agosto de 2014

La Duquesa

Aún cuando no está confirmada su existencia real, una de las obras más importantes de la literatura universal, La Divina Comedia, nos habla de una historia de amor entre su protagonista y autor, Dante Alighieri y su amada Beatriz, también conocida como Bice.
El nombre de Beatriz significa etimológicamente "bienaventurada", y bien podríamos catalogar así a una mujer que pasa a la historia como el objeto y protagonista central de la obra literaria del Renacimiento por excelencia.
Curiosamente, La Divina Comedia está dividida en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cuando reflexionaba sobre el enfoque de este pequeño homenaje, una sonrisita irónica asomó por mi habitualmente inexpresivo rostro. Pensé que éste era el hilo conductor, porque la protagonista de estas líneas, otra Beatriz o Bice, no menos importante que la del siglo XIII, es perfectamente capaz de adentrarse y adentrarnos a cualquiera de esos tres sitios, con una agilidad y dinamismo sorprendentes.
Yo creo haberla visto en al menos dos de los tres estados, y me enorgullece poder decir sin tapujos que a los dos estados accedí invitado por ella. Acudió a mí buscando ayuda, apoyo y sinceridad y yo intenté dárselo. En el tercero de los estados no se si la he visto, pero de haber estado, nadie lo merece más que ella, y allí no me necesita.
A mitad del camino de la vida,                                    

en una selva oscura me encontraba                                         
porque mi ruta había extraviado.
(La Divina Comedia, Infierno, Canto 1)
Fue en aquellos momentos donde pude desenredar el laberinto de su mente, apreciar sus cualidades y admirar su entereza. Planeaba sobre el resto con un espeluznante control de emociones y expresiones. Mientras que los mortales a duras penas podíamos asumir nuestra impotencia, La Duquesa proyectaba seguridad e incluso indiferencia, como la de aquellos paladines que defendían a las damas medievales y se jugaban su vida con total desprecio de la misma. 

Mis mejores pensamientos fueron con ella, probablemente porque me los arrancaba absorbía o extraía para reforzar los suyos y mantener su posición dominante.

De aquel agua santísima volví
transformado como una planta nueva
con un nuevo follaje renovada,
puro y dispuesto a alzarme a las estrellas

(La Divina Comedia, Purgatorio)

Desde aquel momento, en el que todo pudo volver a la calma, reapareció la pequeña, la frágil y desvalida que solicita y obtiene la atención, el protagonismo y  la malcría.
Y así permaneció, transmitiendo más sombras que luces, hasta que el astro rey la acompañaba a cada instante, donde toda iniciativa triunfaba y donde su luz enfocaba el suelo a pisar.

No acierto a describir el paraíso, puesto que no la acompañé. De haber estado, deduzco que los vergeles, los oasis, las lagunas y los ríos, se ofrecieron a su paso, la acompañaron a destino y se plegaron a su fuerza interior.

Es lo que hacemos el resto, la observamos, la queremos y la tememos, porque está en otra dimensión, y cuando aterriza a nuestros pies, la levantamos, la protegemos y la envolvemos en nuestra humilde terrenalidad. Hasta que cambia de estado y se abre camino hasta reiniciar el vuelo, desde donde nos contempla con esa mezcla de suficiencia y bondad. Y solo los elegidos, los que la acompañamos al infierno y al purgatorio, seremos agraciados con su atención, su gentileza y su cariño.

Y los demás se lo pierden, ya puedo decirlo. Y serán castigados con su indiferencia o con su tristeza, pero nunca la podrán alcanzar.


En el cielo que más su luz recibe
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí baja;
 (La Divina Comedia, Purgatorio)

viernes, 25 de julio de 2014

La Terraza

El otro día leía en una entrevista, en un periódico o revista (o en la tele?) que no recuerdo, a una persona a la que tampoco recuerdo, decir que alguna de sus mejores ideas se le han aparecido cuando iba conduciendo.

A mí me pasa algo parecido: algunas de mis peores ideas se me han aparecido cuando iba conduciendo. Además de las obvias: acordarme de la familia del que instaló el semáforo ese que no absorbe nada, proponer limitar la edad para la conducción al intervalo entre los 35 y los 59, prohibir los Seat León por Real Decreto Ley y desterrar a sus propietarios, etc. Lo que a todos se nos ha ocurrido alguna vez.

Claro que luego llego a esta terraza, donde parece que el mundo se ha tomado un respiro e indulto a los conductores jóvenes e incluso a los mayores, si me pilla de buenas. Los del León siguen en el destierro.

Porque en esta terraza, donde las paredes han huido y la decoración es minimalista, observo la situación desde una perspectiva más elevada. No me refiero a los 1.038 metros sobre el nivel del mar a los que se supone que está, sino a la sensación de sosiego intrínseco que me invade cuando cruzo el umbral de la puerta.

No se trata de que los males del mundo desaparezcan y todo sea perfecto, sino que me enfrento a esa imperfección desde una perspectiva más serena. Más capaz o más resignado, no estoy seguro, pero en cualquier caso, mejor dispuesto.

He tratado de analizar de forma pormenorizada cuál puede ser el efecto terraza, cuál su justificación o influencia. Al fin y al cabo soy científico por formación y puede que por vocación. Y por tanto, he comenzado con la flora y la fauna, lo que los modernos y los niños llaman ecosistema y que yo seguiré llamando el pueblo.

En el microecosistema de mi casa, me encuentro rodeado de diferentes especies vegetales, por la sencilla razón de que estuve lento y no pude solar todo el patio. Ahora estoy resignado y le he encontrado cierta utilidad al jardincillo este.

Las liliánides me protegen de miradas indiscretas y evitan que el balón se escape a la casa del vecino, cuando olvido que llevo un tiempito sin pegarle al esférico en serio. Los rosales te acompañan mucho, y te hacen sentir vivo, especialmente cuando te acercas demasiado. El peral da buenos frutos que casi nunca me da tiempo a catar, porque los pajaritos del campo dan buena cuenta de ellos.

He tratado de buscar en vano alguna especie no identificada, con la esperanza y el temor de que pudiera ser una especie cannabica camuflada entre las inocentes macetas domésticas. Al menos explicaría la sensación de sosiego vital, que en ocasiones facilita enormemente el paso a fase REM.

En cuanto a la fauna, y considerando que el especimen más raro con diferencia, se encuentra aporreando el teclado, tampoco he encontrado explicación aparente. Las lagartijas acompañan, pero sin más. Y los gatos, perros, vacas suizas o de las otras, que no las distingo, no me parece que aporten mucho más.

Otra posible explicación podría estar en la marcada orientación sur que presenta. Me oculta la impresionante protección de la muralla granítica que parece abrazarnos a los pobres mortales que osamos invadir su espacio, pero cuya presencia tolera con magnánima superioridad. Por otro lado me protege del frío invernal y e resguarda de los arremolinados efluvios eólicos.

A la vista del pormenorizado análisis realizado, y sin encontrar explicación científica alternativa, me he rendido a la evidencia y no me queda más remedio que reconocer una influencia parapsicológica o para-psicológica, que me da no es lo mismo. Dado que la casa está construida en el paraje conocido como la era del Tío Polo, al que Dios tenga en su gloria, pero al que no recuerdo haber perjudicado conscientemente, me inclino a pensar (con las máximas reservas), que no es el espectro Polo el que me proporciona esa sensación de paz interior que suelo percibir. Básicamente porque los fantasmas están para incordiar, no para sosegar. De toda la vida.

Por tanto, solo me queda esperar y desear que este fenómeno inexplicable para la ciencia, se consolide, se mantenga y se amplíe si es preciso, que buena falta me hace.

Y vosotros, podéis venir a comprobarlo, siempre previa cita, de forma educada y ordenada y aportando convenientes ofrendas materiales, a ver si va a ser una de estas deidades caprichosas que prefieren un buen whiskey de malta a sacrificios alternativos (me da que sí)

sábado, 12 de julio de 2014

A la entrada del infierno/paraíso

Allí, donde la duda te atormenta y te arrastra hacia torrentes oscuros
en los que te ves reflejado y distorsionado, al albur de la luna llena
donde todos nos hallaremos en algún momento, debes estar seguro
allí me encuentro en soledad, y desorientado como un alma en pena

Allí, donde paso al frente puede ser cobardía, y retroceso, prudencia
cuando los recuerdos te guían o te extravían, según el momento
es tiempo de desnudarse, de exponerse y de hacer penitencia
asumiendo los errores, los fallos, las mentiras y los desencuentros

Allí, donde no habrá perdón, no lo busco porque no existe
en mi fuero interno sé que no lo merezco, no debo ni hablar de ello
he aprendido que aunque pudiera evitarlo, debo estar triste
es la forma en la que me flagelo , me condeno y pago mi yerro

Allí, donde las nubes dan paso al arco iris más luminoso y brillante
donde las zozobras de pensamiento, y de obra y de omisión
se enderezan y se corrigen mágicamente, y te impulsan adelante
hacia la estrella polar, sin dudas, sin miedos, con total convicción

Allí, donde demonios, remordimientos, y recuerdos, desaparecen
se diluyen, se difuminan y se transforman en esperanzas y refuerzos,
he comprendido que el capricho de la vida persiste y permanece
obviando aspiraciones, merecimientos, anhelos, y esfuerzos

Allí, donde comprendes que la travesía prevalece sobre el destino
mientras recibes alternativamente apoyos, zancadillas o indiferencia
puede que la solución al acertijo la descubras casi al final del camino
y es que nada está escrito, y la única alternativa es la supervivencia







martes, 17 de junio de 2014

El Profesional (Relato Corto)



Sobre el asfalto parecían haber desaparecido para siempre las huellas del invierno, aunque en algunas zonas, el brillo superficial del rocío mañanero permitía a nuestro amigo ver su rostro reflejado en el camino pisándolo constantemente, como un permanente recordatorio de su terrible existencia. Le pareció gracioso e irónico. Un personaje despreciable que merecía holgadamente ser aplastado hasta por sí mismo. Siempre tuvo la terrible honestidad de calificarse de una manera objetiva. Era un malvado, una persona temible en la que no anidaba el más mínimo sentimiento noble o generoso. El único dato positivo era que eso le permitía ser muy bueno en su trabajo. Mientras se dirigía hacia el siguiente encargo, no dejaba de pensar lo malvado que había llegado a ser; Una simple descripción. Era una persona terrible, de las peores.
En alguna ocasión se planteó la posibilidad de cambiar. Simplemente no ejercer constantemente esa maldad, quizás ante una persona o una situación, o un animalillo desvalido, o quién sabe. Pero nunca lo intentó en serio.
Lo más cerca que estuvo fue en aquella ocasión. Ya era un malvado adulto y se preparaba seriamente para la titulación definitiva. El asesinato. Hoy en día era su modus vivendi, como otros sirven copas y otros intermedian en seguros. En aquel entonces, aún buscaba un remoto pretexto, una cierta ética en su actuación.
Pudo hallarlo en la única persona con la que mantenía cierta relación de convivencia pacífica. Si hubiese podido amar a alguien, podría haber sido a ella. Su mirada parecía sufrir una completa metamorfosis. En su presencia, la terrible dureza de sus pupilas parecía adoptar cierta relajación. Y sus músculos parecían estar menos tensos. Podrían atisbarse los incisivos inferiores, menos carcelarios de lo habitual. No era una sonrisa.
El paso a primera división del crimen, tuvo que ver con ella. Vivía en la típica familia desestructurada; El padrastro o para ser más precisos, el acompañante de turno de la madre, tras una noche de juerga a la antigua usanza, decidió equivocarse de cama y aterrizar en la de la chiquilla. La aproximación pudo ser repelida por ésta, con la ayuda de una contundente raqueta de tenis. Al día siguiente, los ánimos se calmaron, y en la casa volvió a reinar la anarquía y el desastre, pero en los niveles cotidianos.
La muchacha cometió la torpeza de contárselo a nuestro amigo, que tomó la decisión de vengarla y de paso probarse a sí mismo en el noble arte del crimen.
A las dos semanas los periódicos reflejaban la terrible noticia de la violenta muerte de un honrado camarero a manos de un presunto atracador. El hecho de que el atracador mutilara los genitales externos, previo a las cuchilladas mortales, causó cierta extrañeza a los investigadores del caso.
Para confusión de nuestro amigo, la chiquilla no parecía muy contenta por la muerte de su “padrastro”. Probablemente esto les alejó, aunque él no podría olvidarla del todo, ya que ella provocó involuntariamente el desarrollo de una prometedora carrera profesional, y el cierre definitivo de cualquier posibilidad de recuperación a la estirpe humana.
Mientras preparaba el utillaje reglamentario, se preguntaba qué habría sido de ella. Solo recordaba vagamente su rostro, que presidían los enormes ojos turquesa.
Un trabajo rutinario. La víctima, una mujer. No es lo frecuente pero ocurre. Vida normal, dos hijos pequeños y trabajo administrativo. Los motivos no le importaban. Un trabajo más.
Pudo acceder sin dificultad a la terraza de la pequeña vivienda, forzando la cerradura, atravesando sigilosamente el pasillo. Una vez en el dormitorio, colocarse a la cabecera y hundir el cuchillo de izquierda a derecha, desde la mandíbula, atravesando la tráquea. Sin un ruido. Solo volvió la cabeza un segundo, para confirmar los resultados.
Le llamó la atención el color de los ojos inertes, de un azul turquesa que parecían serle familiares. Se encogió de hombros mientras se concentraba en evitar el suelo minado de muñecas, camiones y piezas de puzzle.

sábado, 7 de junio de 2014

Desde el rencor

Siendo plenamente consciente de las innumerables cualidades que posee el género femenino, debiera resultarme complicado que las actuaciones o pensamientos de las mujeres que me rodean, pudieran llegar a sorprenderme.
Pero, como suele decirse, la realidad supera a la ficción, y  afortunadamente puedo asegurar que las chicas no dejan nunca de asombrarme.
Esa capacidad de actuar de una forma inesperada, ese comentario demoledor, esa certera reflexión, y por encima de todo, esa habilidad extraordinaria para dañar y herir a todo aquel que a su criterio lo haya merecido, ya fuere hombre, autoridad, animal o colega de género (especialmente a éstas),  me resulta particularmente chocante, y profundamente admirable.
Ya decía Lorenzo Silva que nada como una mujer para insultar a otra, y siempre he pensado que es una afirmación particularmente acertada. Las mujeres disponen de ese punto de crueldad infinita para la crítica que jamás he podido percibir en otro varón, o al menos de una forma tan descarnada y feroz.
Estas reflexiones, que expongo casi de una forma sociológica, sin atreverme en ningún momento a barnizarlas con un sentido crítico, entre otras cosas porque otra de las capacidades extraordinarias de las mujeres es su determinación para la venganza, acuden a estas líneas por una simple y tranquila conversación con una extraordinaria persona que pertenece al grupo XX.
Lo curioso del caso es que el núcleo del diálogo se circunscribía a un recíproco solazamiento. Ambos estábamos muy contentos porque su escenario vital evolucionaba de una forma bastante satisfactoria en las últimas semanas, con los lógicos altibajos, pero coincidíamos en interpretarlo de forma bastante positiva, especialmente al hacer contraste con otros momentos, desgraciadamente aún recientes.
La posición de partida de este singular ejemplar del género femenino, que entre otras muchas cualidades emana bondad y generosidad por los cuatro costados, es que una de las razones por las que ahora afirma encontrarse en un buen momento, no es otra que haber encontrado la forma de olvidarse de un abominable individuo que contribuía a su infelicidad de una forma decisiva.
Eso último me pareció de una lógica aplastante, pero lo que me dejó ciertamente perplejo fue el análisis posterior: "no le odio, pero le guardo rencor. Aunque el rencor en realidad es un pensamiento positivo, porque le permite conocer de primera mano lo que se puede llegar a sufrir en esas ocasiones. Le vendrá muy bien"
Seguramente no lo he transcrito textualmente, pero ese mensaje fue el que me quedó indeleble en mi mente, por lo que solo puedo analizar eso. Quizá baila una coma arriba o abajo, pero el mensaje, era ese.
Nada más lejos de mi intención rebatir o discutir este posicionamiento. Me parece que aquel que le haya hecho sufrir merece todo eso y mucho más. En realidad lo que me llama la atención es la utilización de una palabra que normalmente empleamos en sentido negativo, y darle la vuelta como a una peonza, con el único fin de justificar unos sentimientos que probablemente ya estarían justificados.
He barajado la posibilidad de que en realidad ella tenga razón, y que la palabra "rencor" tenga una gran variedad de significados o apreciaciones, lo que apoyaría su tesis, por lo que he decidido investigar un poquito al respecto.
El Dimitrakos, quiero decir el diccionario de la RAE, dice que rencor es un resentimiento arraigado y tenaz. Y dice también que deriva del latín "rancor", que significa "ranciedad" . En italiano es rancore, que suena bastante más musical. También se traduce como "Sentimiento de hostilidad duradero y arraigado contra algo o alguien.
En  resumidas cuentas, que no he encontrado ese componente positivo y altruista al que se refiere esta maravillosa persona. Igual he buscado poco, pero a mí me da que me está tomando el pelo. es decir, que sabe perfectamente que son sentimientos inconfesables, pero los disfraza o suaviza con el photoshop femenino.
A mí me parece simplemente que las personas que son capaces de guardar rencor, tienen un potencial interesante, que pueden utilizar de formas diversas. Esa capacidad para mantener resentimiento te puede colocar en constante posicionamiento de alerta y evitar sufrimientos innecesarios. También puede identificar especímenes similares al que causó el primer daño y anticiparse a él.
Lo que me preocupa es la utilización sistemática o preventiva ante cualquier situación difusa o dudosa, porque eso podría dificultar la comunicación o interrelación de nuestro mundo con el de los que nos rodean.
Decía Aristóteles que "La virtud es un hábito de la voluntad consistente en un termino medio en relación con nosotros,...,determinado racionalmente por una regla ,..., por medio de la cual lo determinaría un hombre dotado de sabiduría práctica" Es decir, que en cuestión de moral, la razón es la que gana. 
Independientemente de la dificultad de precisar quién tiene sabiduría práctica o de encontrar un término medio, doy por supuesto, y a la vez me temo, que cuando Aristóteles habla de "hombre", debía referirse al ser humano en general, y no solo al género masculino.
Y digo me temo porque dudo que Aristóteles tuviera la suficiente costumbre de trato con las mujeres en la antigua Grecia. Si hubiese sido así, la mayor parte de su obra filosófica hubiese sido completamente diferente. Es imposible que hubiese podido abstraerse a la influencia del pensamiento femenino. Nadie puede. 
Y se hubiese encontrado con sorprendentes matices dentro de su concepto del raciocinio moral. Como por ejemplo, ciertos elementos de agresividad mucho más propios de los espartanos que de los filósofos atenienses. Que para una guerra, por ejemplo, sin duda serían muy útiles.
Y la vida, ¿no es una guerra constante? El mundo contra uno y uno contra el mundo. Y al final siempre ganan ellas.   

sábado, 31 de mayo de 2014

Reflexiones A Vuela Pluma

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Nunca había prestado excesiva atención a tan simple y conocido refrán o dicho o simplemente metáfora. Incluso podría confesar que siempre me ha parecido una chorrada. Probablemente porque he tropezado en la misma piedra una y otra vez, y no me considero un torpe cuadrúpedo. Si acaso un ingenuo.
En realidad, estos refranes o contundentes expresiones, en mi opinión no son más que una patética forma de extender en la sociedad lo que no es más que un simple punto de vista.
Y esto me lleva a pensar cuan sencillo es hacer este tipo de cosas en esta época. Puedes idear una frase contundente y sonora, y fabricar un eslogan que triunfe en las redes sociales, independientemente de que carezca de sentido, o de que sea abstracto, genérico, vacío o superficial
Me atrevo a proponer la idea de que en realidad la diferencia entre las fábulas y los tweets contundentes, es escasa o mínima. Así, a vuela pluma, que Esopo o Samaniego disponían de más de 140 caracteres. Pero en la intención de twiteros profesionales y fabulistas clásicos, está presente el espíritu moralizador. Sea de un pensamiento, un posicionamiento social o político o de una tendencia de estilo.
No hay ninguna duda que la opinión pública es el motor de nuestra sociedad, a pesar de lo que pudiera parecer. Las decisiones, las estrategias, las alianzas de aquellos que nos gobiernan están basadas en las encuestas, que se supone representan nuestro punto de vista, nuestra percepción de las cosas que hacen o dejan de hacer. Siendo así, considero un serio problema para nuestros gobernantes y para nosotros mismos, el hecho de que cualquier persona pueda transmitir cualquier idea o pensamiento, y éste pueda ser amplificado de forma viral e incontrolada. Es decir, si nuestros gobernantes actúan a merced de la opinión pública, lo que en mi opinión es evidente, y existe una herramienta sencilla, barata e incontrolada de crear opinión pública, ya pueden prepararse para tomar decisiones que probablemente les suponga un problema político, ético e incluso moral.
Por otro lado, tenemos la absoluta obligatoriedad de conservar la libertad de expresión como uno de los derechos más irrenunciables del ser humano. Me considero terriblemente beligerante a favor de su conservación en los términos actuales y probablemente su ampliación en casos concretos. Y este derecho, puede llegar a colisionar seriamente con la capacidad regulatoria o control del mismo.
Considerando que no podemos aspirar a elegir la mejor de las formas de gobierno posibles, lo que Sócrates llamaba el "gobierno de los mejores", por su imposibilidad de llevarlo a la práctica, y que debemos de lidiar con las imperfecciones del mejor de los modelos de gobiernos realizables, la democracia, mucho me temo que tendremos que acostumbrarnos a furibundos procesos de transformación en nuestra opinión pública y por tanto en nuestra gobernabilidad.
Teorizo que a nuestra Sociedad actual no vamos a poder reconocerla en un plazo de tiempo muy breve. La extraordinaria difusión en nuestras vidas de los medios virales de relación va a cambiarlo todo y va a remover los más firmes cimientos de nuestra sociedad. Y quiénes manejen esos medios, harán lo propio con nuestra sociedad.
¿Qué diferencia hay con respecto a épocas anteriores? Pues sin duda la velocidad. Y la capacidad de extensión del mensaje. Pensemos que el periódico tarda en salir 1 día, y que los programas de TV no son continúos, la mayoría de ellos. En cambio hoy en día, twitter es inmediato y tiene máxima difusión.
La presencia de estos nuevos medios de relación, podría inicialmente ahondar la brecha intergeneracional, debido a los diferentes niveles de acceso entre los colectivos de mayor edad y los más jóvenes. Probablemente sea algo temporal, porque los futuros abuelos ya estamos preparados para manejar las nuevas tecnologías con cierta solvencia, pero me atrevo a asegurar que los mensajes socio-políticos llegarán a los jóvenes, y probablemente conseguirán un cambio de percepción y de tendencia de éstos, en relación a los conceptos sociales y políticos vigentes.
Personalmente, y dado que hasta la fecha no se ha demostrado que existan mejores resultados sociopolíticos con el sistema actual, tengo una cierta disposición favorable a los cambios que nos esperan a la vuelta de la esquina. Pero confieso que me preocupa seriamente la difusión de determinadas ideas y valores. Lo siento, yo no opino que todas las ideas sean respetables. Coincido con Aurelio Arteta. Lo que es cierto es que existe el derecho de expresarlas, por muy profundamente equivocadas que estén. Pero eso no le otorga automáticamente el grado de respetabilidad.
Contrasta significativamente lo anteriormente expuesto con la expresión de ideas propias u originales en un libro. Si alguien pretende explicar sus opiniones en un libro, necesita pasar por una serie de filtros, que si bien no garantizan la aceptabilidad automática de las ideas expuestas, nos ofrece una cierta garantía de su sostenimiento intelectual. se supone que lo han visto editores, directores editoriales, correctores de texto, etc. En cambio en el tweet solo existe un filtro, el de los 140 caracteres. Eso solo te garantiza una extraordinaria capacidad de síntesis, en el mejor de los casos, y una gran facilidad para el olvido, en caso contrario.
Para apoyar todo lo expuesto, recuerdo una anécdota que me ocurrió con el Profesor de Marketing de un Master que cursé en el año 2000. Se trataba de discutir el proceso correcto para el lanzamiento de un nuevo producto. La tesis del que suscribe partía desde el Departamento de fabricación, que calcularía la viabilidad técnica del producto y sus costes de fabricación, para posteriormente proponer su precio de venta y que el Dpto de Marketing y Ventas hiciesen el trabajo de distribución. Mi profesor de Marketing me dijo algo que nunca olvidaré: Que el responsable de Marketing decidía cuanto se iba a vender y por lo tanto, el proceso debería arrancar desde allí. Le pregunté, con cierta sorna, si el consumidor no pintaba nada en esa historia, y él me dijo que no demasiado, si se invertía la cantidad adecuada en publicidad.
Esta anécdota me enseñó que la capacidad del consumidor o del ciudadano para discriminar o elegir, probablemente no sea tanta, si enfrente tenemos el suficiente potencial económico. En estos momentos se me ocurre que aunque eso pueda ser cierto, quizás hay más posibilidades para un David armado con una honda (redes sociales) frente al todopoderoso Goliath (el poder tradicional)
Lo que de verdad me cabrea es que aquellas ideas más moderadas, sensatas y viables, siempre sucumben ante el poder e influencia de la publicidad masiva, llámese internet, redes sociales o las tradicionales técnicas Goebbelianas
Once_principios_de_la_propaganda.htm
Puede ser porque los más moderados sean moderados hasta para decidirse o porque las ideas moderadas nunca podrán competir con las más radicales en marketing viral, el caso es que parecemos condenados a decidir entre establishment o radicalización, sin que parezca existir una alternativa viable intermedia.
Ante esa perspectiva, y descartando la abstención por el lógico respeto a la democracia, al ciudadano de a pie le han puesto entre la espada y la pared.
Yo quiero volver a los libros, donde suelo encontrar las respuestas a mis dudas metafísicas, y no me planteo en ningún caso prestar mayor atención a los tweets o a las convocatorias masivas. Llamadme antiguo que puedo serlo, pero borrar un libro es difícil, y no se puede poner la excusa de que te han hackeado la cuenta.

domingo, 18 de mayo de 2014

A la ribera del río

Te acercas y me preguntas dónde el río se civiliza
para contemplarlo al eco de los pasos de tu tristeza
En la llanura, en la montaña, en sus laderas

podrás hallar el sosiego que la pena minimiza

Y en tu solitaria condición me confías la verdad
que en realidad consuelo no esperas, el duelo es infinito
aunque en ciertas situaciones, al albur del atarceder
tu ánimo podría mejorar, visto con generosa bondad

Mira, hace unos días, analizando mi tristeza, concluí
que la profundidad de la culpa es lo que más me apena,
al no poder traspasar a otros la responsabilidad
de lo que sucedió, y ahora llegó el momento de sufrir

Intento disculparte y me interrumpes, descuida soy consciente
de todo lo que hice y mucho más, que lo que omití,
vendrá conmigo hasta el ocaso, como un indeleble estigma
que eliminar no es posible, ya que en tu alma está permanente

Aceptar tanta culpa solo es posible si el daño es proporcional
me es imposible -le digo-  creer que en tu ánimo pueda haber
producir tanto mal, no se podría creer en criatura tan dulce,
solo podría explicarse de haber ocurrido algo accidental

Agradezco la benevolencia y en lo más profundo de mi esencia
no dejo de agradecerte asaz tolerancia, de seguro inmerecida,
y que no saldría de tus labios de conocer todas las causas
que precipitaron la venta de mi alma y la difícil indulgencia

Bien podría decirte que fue todo por amor, y con eso qué diría
quizá en otras épocas, donde pudiese parecer suficiente;
lástima, no es el caso, en nuestros tiempos eso poco significa
ya que cualquier banalidad predomina, sobre amor y alegría

Mi único consuelo es la bondad de mis intenciones
solo pretendía liberar de mis influjos a una buena persona
cuyo terrible pecado fue enamorarse de quien no debía
de quien no le quería, o simplemente tenía otras ambiciones

No lo pudo superar y por eso aquí me hallas, por las riberas
de este río, que nació como un  torrente y murió humildemente
diluido en las turbias aguas de este canal poderoso, cuyo trayecto
encontrará, como en la vida, rectas, meandros y barreras

Quizás el delito no me lleve presa, pero mi yo, mi alma y espíritu
se hallarán en permanente penitencia, con capas moradas
bajo las telas, así es como nos sentimos, viviremos y penaremos,
y entretanto recorreremos el río con pena y con ímpetu

Ante esas confesiones, donde hablas casi de penas capitales
solo encuentro en tus acciones, la férrea motivación
de los designios del corazón, que por su capricho unas veces
nos transforma en seres perversos y en otras, angelicales

Por mi parte, quién soy yo para juzgarte, ni soy ofendido
ni te creo ofensora, quizás una víctima, quizás una estatua.
En esta ribera yo encuentro la calma, pues la necesito,
y aquí me hallarás en esos días donde se necesita un amigo.










domingo, 4 de mayo de 2014

El Sistema Métrico Vital

Una vez asimilado con deportividad que hace unos pocos días me cayeron los 50 (véase Cincuentones), y habiéndome resistido a realizar un balance global de la ingente cantidad de meses por las que uno ha pasado, muy probablemente por el pánico que me produce, he decidido proponer un sistema de valoración personal e intransferible, y que tiene como truco la enorme subjetividad e imperfección del mismo, terrenos en los que me muevo como pez en el agua.
Simultáneamente he tomado la irreversible decisión de abandonar  para esta entrada del blog ese deje irónico-sarcástico-que pretende ser un poco Larra, pero que no se acerca ni de lejos, para abordar el tema con enorme seriedad y trascendencia. Pero como uno se debe a su público, que estoy seguro de que no me quieren ver sufrir escribiendo cosas trascendentales, pues he decidido revertir la irreversible decisión. Es lo bueno de tener un blog, que escribes lo que te da la gana y te contradices de la misma manera. Ya lo decía Ortega, «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo» Por tanto, "circunstancialmente", voy a pasar de mí mismo y hacer caso a los lectores. De nada.
En realidad, este sistema que propongo, no es estrictamente novedoso. De hecho, la historia de una civilización, de un país, de un colectivo, de una ciudad, puede estudiarse de muchas maneras, todas ellas válidas, esencialmente porque no hay manera de enterarse qué pasó en realidad. Desde muy pequeño, siempre he intentado llegar a la esencia de una realidad histórica, preguntando a mi padre quiénes eran los buenos y quiénes los malos, y observando las enormes dificultades que suponían  contestar a una pregunta aparentemente sencilla. En el último libro que estoy leyendo "1914, el año de la catástrofe", que trata sobre la 1ª Guerra Mundial, ofrece un sistema de análisis que encuentro muy interesante. Independientemente del rigor técnico con el que aborda el problema, es capaz de apuntalar las tesis con muestras de correspondencia personales de gentes de a pie, artículos periodísticos y por supuesto con documentos oficiales.
A través de este sistema, encontramos dos formas diferentes de entender un/unos sucesos; De un lado, la perspectiva individual de cada uno de los afectados, que las más de las veces nos permite observar puntos de vista totalmente discrepantes sobre unos hechos aparentemente objetivos. Por otro lado, la utilización de escritos que reflejan sentimientos personales, y por tanto, válidos en aquel momento y en aquella hora, nos permite vislumbrar la cuasi certeza de que las cosas, los hechos, los sentimientos y las valoraciones, son terriblemente subjetivas y enormemente cambiantes, según el día , la hora y el minuto en el que nos encontremos sumergidos.
Aprovechando esta lectura, cuyo objetivo es revivir experiencias humanas, y desde ahí , intentar reconstruir la historia, es cuando me he permitido exponer un método alternativo de valoración de experiencias, al que modestamente he denominado el Sistema Métrico Vital.
Podía haber elegido como nombre el Sistema Anglosajón Vital, pero si en el caso de las medidas o la circulación de vehículos, es tan profundamente equivocado, me ha parecido un riesgo innecesario aplicarlo a la vida de un individuo, por razones de fácil comprensión: la vida es lo suficientemente compleja como para llevarla por el lado izquierdo.
¿En qué consiste este sistema?  Muy sencillo. Digamos que alguien tiene que realizar una valoración sobre un periodo de su vida, unas vacaciones, la vida universitaria, el tiempo de convivencia conyugal...Cuál sería el método de valoración previo al "Sistema Métrico Vital " (en adelante SMV) Pues podríamos considerar que la mayoría de las personas tenderían a considerar ese bloque temporal como un conjunto de experiencias vitales, de las que al final de su análisis obtendrían una valoración cualitativa y global. Por ejemplo: "Las vacaciones de Semana Santa han sido un coñazo, porque ha hecho muy mal tiempo y casi no hemos pisado la playa"
Obsérvese las ventajas e inconvenientes de este método; La ventaja del mismo es su facilidad de comprensión para un tercero, que con la mejor intención nos pregunta sobre nuestro tiempo de asueto, con la lógica esperanza de que nos contesten algo muy agradable que nos permita un clima de favorable entendimiento, algo de especial importancia si hablamos, por ejemplo, con nuestro jefe directo o con el compañero con el que conviviremos la jornada laboral. A partir de aquí, podemos saber que no es el día de pedir un cambio al compañero o un aumento al jefe. Ciertamente es una ventaja.
El inconveniente principal es que no podemos acercarnos tanto a la verdad como nos podría interesar. Supongamos que tenemos un interés real y no crematístico o laboral. Vamos a plantear la hipótesis de que en realidad nos mueve un verdadero deseo de que a nuestro interlocutor le hayan ido bien esos días de asueto. Vale, no es frecuente, pero esto no es más que una hipótesis, y por tanto, no vale discutirla. Si en lugar de una valoración subjetiva global("Las vacaciones de Semana Santa han sido un coñazo..."), nos aportase datos más objetivos y numerosos, podríamos aceptar sin reservas su aseveración, discutirla hasta la saciedad o al menos matizarla.
Este nicho de mercado es el que pretende cubrir mi propuesta, el novedoso SMV. Se basa en una profunda división de la vida en pequeñas unidades temporales llamadas días, de a 24 horas cada uno, y concentrar la valoración de las experiencias vitales en cada uno de los días, y no a mogollón, como se suele hacer hasta la fecha. Ya se que parece poco innovador ("Que tenga un buen día", "¿Has tenido un buen día?", "Vaya día de mierda", etc), pero en realidad no son más que fórmulas de cortesía bajo las que subyacen claros intereses materiales: "Vuelva mañana y suelte 2€ por un café que a mí me cuesta 0,10€", "Si ha sido bueno, aprovecha tu energía positiva para arreglar la lavadora", "No me vuelvas a repetir otra vez que el mes que viene tu madre va a pasar 15 días en casa"
En mi caso, el único objetivo del SMV es conseguir aproximarnos a la realidad de las experiencias personales, su impacto, su influencia, su influjo, con el fin de poder aportar datos empíricos que puedan ayudar a mejorar la percepción que las personas a las que queremos tienen de su propia vida, o alternativamente poder ofrecerles experiencias pasadas aisladamente consideradas que puedan ayudarle a tomar decisiones o a sobrellevar mejor los inevitables disgustos cotidianos.
Aunque no he abandonado la posibilidad de numerizar debidamente cada unos de los días vividos, me encuentro en un callejón sin salida cuando pretendo comparar sucesos o hechos de gran heterogeneidad. Por ejemplo, si a mi querido amigo llamémosle A, se le presenta delante de sus narices un billete de 100€, cualquier observador objetivo diría que sin duda es un paso adelante para considerarlo como un día 10/14 (he puesto 14 para ver si me voy enterando con lo de la selectividad. Pero que si no os gusta, lo cambiamos y listo) En el caso de mi amigo A, habría que matizar mucho ese dato, porque si 4 días después le duele la espalda,  es perfectamente capaz de echarle la culpa del dolor a los 100 pavos, y a ver qué hacemos ¿puntos negativos? Para el mismo caso A, cualquier padecimiento lumbar es perfectamente irrelevante si el Atleti gana a un 3ª división. No os cuento si se hace con la Champions. Levita, fijo.
Por tanto, es claramente un sistema imperfecto, pero con posibilidades. A mí me sirve de mucho. Al final, casi todos mis días aportan algo positivo que me permiten empatar o ganar a los desastres cotidianos. A veces es la música, a veces vosotros que me léeis, otras veces las sorpresas, alguna vez un paciente y constantemente los niños. Cuando voy por debajo en el marcador, nunca me fallan.

sábado, 26 de abril de 2014

De las siete artes

Elegiría la música, por su versatilidad y sencillez. Permite reflexionar sobre la existencia. Como la Primavera de Vivaldi. Siempre lo he considerado una de las mejores alegorías de la vida. El suave sonido de los violines armónico y simultáneo correspondería a la mejor etapa de la vida, entre el nacimiento y la pubertad, donde todo es amable y feliz, las flores crecen y su colorido nos rodea . 

A lo mejor idealizo a la música por mi personal incompetencia en ese arte, y la consecuente envidia hacia quien es capaz de hacerme soñar y completar mi día a día con las pequeñas piezas del puzzle que me faltan. Si necesito una porción irregular de entusiasmo, recurro a Wagner, y cabalgar hacia la victoria a lomos de las Walkirias. Si preciso algo más etéreo y estelar, me acerco a Strauss y junto a Nietszche, hablamos con Zaratustra. Si las lágrimas deben abrirse paso en mis mejillas, el Allegreto de Brahms es absolutamente paradójico.
Y si no basta con el sonido y se busca una mayor seriedad y oficialización, solo hay que fijarse en la partitura. Los símbolos que rellenan el pentagrama aportan más rigor científico y formalidad que mil ecuaciones diferenciales.