viernes, 1 de agosto de 2014

La Duquesa

Aún cuando no está confirmada su existencia real, una de las obras más importantes de la literatura universal, La Divina Comedia, nos habla de una historia de amor entre su protagonista y autor, Dante Alighieri y su amada Beatriz, también conocida como Bice.
El nombre de Beatriz significa etimológicamente "bienaventurada", y bien podríamos catalogar así a una mujer que pasa a la historia como el objeto y protagonista central de la obra literaria del Renacimiento por excelencia.
Curiosamente, La Divina Comedia está dividida en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cuando reflexionaba sobre el enfoque de este pequeño homenaje, una sonrisita irónica asomó por mi habitualmente inexpresivo rostro. Pensé que éste era el hilo conductor, porque la protagonista de estas líneas, otra Beatriz o Bice, no menos importante que la del siglo XIII, es perfectamente capaz de adentrarse y adentrarnos a cualquiera de esos tres sitios, con una agilidad y dinamismo sorprendentes.
Yo creo haberla visto en al menos dos de los tres estados, y me enorgullece poder decir sin tapujos que a los dos estados accedí invitado por ella. Acudió a mí buscando ayuda, apoyo y sinceridad y yo intenté dárselo. En el tercero de los estados no se si la he visto, pero de haber estado, nadie lo merece más que ella, y allí no me necesita.
A mitad del camino de la vida,                                    

en una selva oscura me encontraba                                         
porque mi ruta había extraviado.
(La Divina Comedia, Infierno, Canto 1)
Fue en aquellos momentos donde pude desenredar el laberinto de su mente, apreciar sus cualidades y admirar su entereza. Planeaba sobre el resto con un espeluznante control de emociones y expresiones. Mientras que los mortales a duras penas podíamos asumir nuestra impotencia, La Duquesa proyectaba seguridad e incluso indiferencia, como la de aquellos paladines que defendían a las damas medievales y se jugaban su vida con total desprecio de la misma. 

Mis mejores pensamientos fueron con ella, probablemente porque me los arrancaba absorbía o extraía para reforzar los suyos y mantener su posición dominante.

De aquel agua santísima volví
transformado como una planta nueva
con un nuevo follaje renovada,
puro y dispuesto a alzarme a las estrellas

(La Divina Comedia, Purgatorio)

Desde aquel momento, en el que todo pudo volver a la calma, reapareció la pequeña, la frágil y desvalida que solicita y obtiene la atención, el protagonismo y  la malcría.
Y así permaneció, transmitiendo más sombras que luces, hasta que el astro rey la acompañaba a cada instante, donde toda iniciativa triunfaba y donde su luz enfocaba el suelo a pisar.

No acierto a describir el paraíso, puesto que no la acompañé. De haber estado, deduzco que los vergeles, los oasis, las lagunas y los ríos, se ofrecieron a su paso, la acompañaron a destino y se plegaron a su fuerza interior.

Es lo que hacemos el resto, la observamos, la queremos y la tememos, porque está en otra dimensión, y cuando aterriza a nuestros pies, la levantamos, la protegemos y la envolvemos en nuestra humilde terrenalidad. Hasta que cambia de estado y se abre camino hasta reiniciar el vuelo, desde donde nos contempla con esa mezcla de suficiencia y bondad. Y solo los elegidos, los que la acompañamos al infierno y al purgatorio, seremos agraciados con su atención, su gentileza y su cariño.

Y los demás se lo pierden, ya puedo decirlo. Y serán castigados con su indiferencia o con su tristeza, pero nunca la podrán alcanzar.


En el cielo que más su luz recibe
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí baja;
 (La Divina Comedia, Purgatorio)

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