martes, 31 de diciembre de 2013

London Calling

Aunque no me identifique ni con la letra ni con el mensaje de la mítica canción de The Clash, no puedo por menos que reconocer que London me atrae con una especie de magnetismo singular que no puedo explicar con razones aisladas, ni hechos individuales, y ni siquiera con la conjunción de motivos.
La razón por la que en London me encuentro recargado no puede encontrarse en la Vitamina D, porque hay que reconocer que las placas solares aquí solo pueden ser utilizadas en la Tate Modern, Museo de arte Abstracto situado en las proximidades del Tamesis, que nos ha proporcionado excelentes momentos de discusión artística de alto nivel. Yo, defendiendo lo indefendible; por ejemplo la combinación tétrica (del tetris, quiero decir) que componían lo que con buena voluntad podrían ser considerados los restos de stock de un mayorista de fontanería, aunque mantenía un sospechoso parecido con el comedero que compramos para mi perro en otros tiempos. Salvo en un par de Picasso que había por ahí, que resistieron los envites críticos, la crueldad que aportaban mis compañeros de viaje al respecto de las habilidades artísticas allí exhibidas fue digna de reality show.
Y si no puedo encontrar las razones de mi "come up" londinense en el astro rey, simplemente porque no se le ve; tampoco en las visitas que realizo cuando me encuentro por aquí, porque los recorridos son prácticamente siempre los mismos: Camden Town y Portobello, National Gallery, British Museum y el triángulo Oxford Circus-Piccadilly circus-Hyde PArk.
Así que esta vez, decidido a realizar innovaciones y asumido el estrepitoso fracaso de la Tate, me decidí por una experiencia que nos permitiera a los churumbeles y a mí, desarrollar un estudio profundo y serio acerca de la realidad sociológica de London, desde una perspectiva cultural pero con un marcado planteamiento empírico; Un estudio de campo, vamos. Y allá que fuimos. Al campo.
Tras un detallado estudio de las opciones, cine, musicales, museos, compras, iglesias,...finalmente nos decidimos por la opción innovadora y agresiva, con los enormes riesgos que eso conlleva. Y con claro desprecio a nuestra integridad física en aras de la ciencia, nos encaminamos el 28 de diciembre por la mañana al mítico Upton Park, coliseo en el que juega el West Ham United. Nada menos que nos encaminábamos a ver un partido de la Premier League. Y no cualquier partido. Un tremendo West Ham-West Bromwich Albion, en el que se jugaban nada menos que salir del puesto nº 19 (West Ham) y el nº 15 (El West Bromwich)
Estos estudios no pueden realizarse de cualquier forma, y los preparativos fueron minuciosos y serios. Tras recorrer la web de la Premier y llegar a la conclusión que el West Ham viene a ser como el Rayo Vallecano y que a duras penas conocíamos a 2-3 jugadores, el despliegue de compra de entradas, camisetas, merchandising, etc. viene a ser bastante mejor que el de los Lakers o allí se andan, y nos decidimos a comprar entradas en algún lugar del campo. Lógicamente para nosotros estar situados en los asientos 55 a 57 del East Stand Upper, es como si a un guiri le dices que le toca el Fondo Sur del Bernabéu. Pero la ciencia es la ciencia, y nos decidimos a abordar la compra con 46 pounds para una servidora y 1 pound para cada uno de los muchachos. Primera lección. A ver como lo dices al niño que no le llevas al fútbol por 1 pound.
Examinamos con cuidado el plano del metro y para variar cogimos el bus 74 hasta Oxford Street y luego el metro. Dado que desconocíamos horarios y costumbres, nos fuimos con 3 horas de antelación , con una elevada sospecha de que nos íbamos a aburrir como ostras antes del partido. 4 estaciones antes localizamos a un muchacho con la bufanda del West Ham y empezamos a pensar que igual no era tan pronto. La avalancha de gente a la salida del metro nos confirmó la sospecha. Los tenderetes llenos de merchandising oficial de los equipos y las pintas de cerveza a las 11:30 AM, a razón de al menos una por individuo mayor de 25, nos hizo pensar que igual habíamos llegado un poco tarde.Compramos una bufanda de los de casa, asumiendo que igual nos mandaban con los ultras contrarios y que deberíamos ocultarla precipitadamente.
El acceso al campo fue muy tranquilo. Lo cierto es que el hecho de que los stewards (donde va a parar, da mucho más respeto un steward que un segurata, aunque sea lo mismo) midan casi todos más de 1,90 (en millas no se calcularlo), ayuda mucho a mantener la calma. Fuimos a dar la vuelta a Escocia y volvimos por la puerta correcta, gracias a un amable profesor de inglés que da clase en Córdoba, hincha del West Ham y que consiguió marcarnos la ruta correcta, así como la crónica del partido: bajas del equipo local, la mala planificación de pretemporada,...Como en casa, vamos.
Llegando a nuestro sitio, tras certeras (creemos) explicaciones de los empleados, todos encantadores y comprensivos con su pobre nivel de inglés, accedimos a nuestro asiento con tiempo suficiente para disfrutar de los preparativos.
La parafernalia inicial, como si fuera la final de la Champions: Música, saludos, alineaciones...Y primera sorpresa: Nicolas Anelka en el equipo inicial de los rivales. Comenté con mi hijo que correr no correría , pero que si le dejaban las enchufaba todas.
Poco a poco se fueron incorporando los compañeros de grada. El mío, un señor de unos 78-79 años, con el que mantuve una correcta conversación durante todo el partido, a pesar de que los comienzos fueron duros. Me preguntó por algún matiz que supongo que estaba relacionado con el partido, pero al hacerle saber mi procedencia celtíbera, el hombre se debió percatar de que a su izquierda iba a tener poca conversación. Pero yo mantuve el tipo, realizando atinados y profundos comentarios tácticos, del estilo "nice shot" , que debieron resultarle interesante, porque en cada jugada relevante decidía compartir conmigo su perpectiva, y en los goles, tanto él como su compañero de la derecha, pasaron a considerarme como un hammer de los de pura cepa, con afectuosos saludos y abrazos.
Por la izquierda, me sentí muy feliz de ver cómo mis hijos empezaban a rentabilizar la cantidad de pasta que hemos invertido en su formación idiomática, poniendo cara de asombro y terror cuando el speaker oficioso decidía compartir con el resto de la grada su disconfort con algunas de las jugadas de la defensa local, con términos no estrictamente técnicos. No le faltaba razón, dicho sea de paso.
En el descanso, dificultades técnicas en el avituallamiento, dado que el camarero no conocía la pronunciación correcta de las famosas patatas fritas Walker´s, que tuve que repetirle en varias ocasiones, dado que en las primeras se empeñaba en darme gominolas (véase London para más información sobre este tema)
Como en la primera parte el equipo local se había adelantado a los 5 min, y luego encajó 2 chicharritos, la segunda parte comenzó con cánticos de los aficionados contrarios que parecían ser mayoría, hasta que los locales empataron y remontaron. Entonces éstos se vinieron arriba, señalando con el dedo hacia la zona de los contrarios, cantando alguna estrofa que no me pareció especialmente amistosa, pero vaya vd. a saber.
Final del partido 3-3 con 2 goles de Anelka, jugando en 4 metros a la redonda. No creo que sudara.
Al finalizar el partido, desbandada general, y reagrupamiento en una cola de unas 2.000 personas para coger el metro. No creí ver ni una mala cara salvo la nuestra. Llegamos a las 16:00 a Trafalgar Square, habiendo salido a las 11:00 más o menos. O sea que ir al fútbol es echar el día. Algo que aprendimos.
Lo cierto y verdad es que la experiencia fue inolvidable. Mis hijos y yo lo pasamos de escándalo, y guardamos las arengas del speaker como parte de nuestro futuro vocabulario británico. No es que sea muy académico, pero te mimetizas rápidamente.
De esa experiencia he podido obtener mucha información: En primer lugar, que el próximo viaje incluirá partido de la Premier y todo lo demás. En segundo lugar que los padres e hijos pueden ir felices al fútbol y les acerca. Y en tercer lugar que el magnetismo que atribuyo a London, a lo mejor debo atribuírselo al tiempo que comparto con los niños, y que a lo mejor me siento igual de bien en Touluse o en Estocolmo, pero con ellos.
Maybe.

sábado, 21 de diciembre de 2013

De aquellas catas, estos caldos

Estimulado por la explosiva mezcla de mi optimismo incurable, y los matices navideños que suelen presidir mis actos y pensamientos, propuse incorporar a los habituales ritos de estas fechas una nueva conmemoración, con la respetable esperanza de que pasase a ser considerada una nueva tradición familiar.

Por supuesto he contemplado una amplia gama de posibles opciones, desde el puenting hasta el balconing, pasando por el piercing y el relaxing cup of cafe con leche. Descartadas unas opciones por canguelo (puenting y balconing), por edad (piercing) y por el sentido del ridículo (el relaxing lo que sea), fui afianzando mi propuesta hacia áreas de conocimiento más útiles e innovadoras, como la ecología. Perdón, quería decir la enología. Es igual, nadie me hubiese creído.

No voy a aprovechar estas líneas para hacer una apología del vino, primero porque no hace falta y segundo porque no estoy tan versado en dicha materia. Sí que me ha sorprendido saber que la primera borrachera documentada de la historia se produjo en 8.000 AC, máxime si consideramos que fue el propio fabricante el que se pilló la cogorza con su propio vino. Parece que ese episodio histórico se produjo en el Monte Ararat; Hay que darse cuenta que la colina esa tiene más de 5.000 metros de altura y que debe hacer una rasca notable, lo que podría justificar que uno se plimpe su vino, y cualquier otra cosa.

De hecho, ya que ese primer fabricante vitivinícola parece que fue el propio Noé, el del arca (que en aquel entonces no estaba perdida), puede explicarse mucho más fácilmente el hecho de que se dedicara a emparejar animalitos. No te digo lo que hubiese podido hacer con un peta.
En fin, una vez tomada la decisión de elegir un festivo acto de cata vitivinícola como aspirante a nueva tradición navideña, procedo a comunicárselo a los elegidos, y propongo que de ese democrático Tribunal, se decidan los caldos que se ofertarán en la mesa navideña. Como se decide entre varios, las críticas pueden repartirse de forma alícuota lineal y no cronológica, con lo que salgo ganando de calle.

Una vez realizada la convocatoria formal, pasa a debatirse al respecto del lugar seleccionado para la cata, y por abrumadora mayoría se decide una comarca y municipio, de histórica tradición vitivinícola como Alcobendas. ¡ Qué mejor ubicación!
En cuanto a la taberna en cuestión, podemos describirla fácilmente diciendo que se parece a la bodega de la que hablaba en Molina, como un huevo a una castaña. Se trata de un honrado establecimiento de unos 6 meses de antigüedad tirando por lo alto, y con extraordinarias vistas a ...nada.

El mesonero jefe, un corpulento treintañero, con impecable delantal y camisa fúnebres. La concurrencia, escasa. Y todo ello un viernes a la hora de comer. Añadamos que las dos terceras partes del jurado habían comenzado bebiendo coca cola (la división de seguridad) y una Heineken (El área comercial), y la previsión de desastre absoluto de la nueva iniciativa navideña, planeaba en vuelo rasante por encima de nuestras cabezas.

Una vez que me incorporo al mesón, procedo a dar por iniciado el concurso, solicitando del sumiller (y camarero y lavaplatos y contable y lo que sea), sendas copas de vino para los miembros del jurado, donde yo asumía el área sanitaria, por razones obvias y porque de vinos, entiendo lo justito.

En honor a la verdad, sabíamos que había vino porque lo anunciaba en internet, pero botellas se veían poquitas. El mesonero nos miró un poco extrañado y tras reiterar nuestra petición, se atrevió a proponer el primero de los caldos objeto de cata, recayendo la elección en un vino titulado Garnachas de España, y con una emotiva historia sobre la defensa a ultranza de unas vides centenarias riojanas, que iban a ser objeto de troceado para asar chuletas u otro noble destino similar.

Al ser el primero, y nosotros generosos cristianos, y también que el vino estaba bueno de narices ( y de paladar y de gusto en boca y de todo), inmediatamente decidimos incorporarlo a la zona de pre-envasado más próxima es decir, en la barra, y a nuestra vera. Estaba un pelín solitario y solicitamos otra unidad que le sirviese de escolta.

Aquí se produjo el primer resbalón de la cata, porque el mesonero, al ver que sus propuestas se aceptaban por unanimidad y con mucho entusiasmo, se vino arriba, se apalancó en el cuadrante G3 de la barra (o sea el nuestro), y procedió a realizar una defensa beligerante de los Vinos de Toro frente a la popular creencia de que son unos vinos recios, para hombres y que deben ser servidos con cuchillo y tenedor, lo que dicho sea de paso es una verdad como un templo. Le escuchamos cortesmente, nos plimpamos la copa, para que no se dijera y porque a eso íbamos, y le pedimos otra copa, sin invitar a la botella a pasar al área de expedición.

Lo cierto es que ese pequeño resbalón no consiguió entristecer al sumiller, que decidió pasar a una ofensiva total exponiendo a un par de excelentes caldos, Eñe y El buen ebanista, a la durísima crítica del Jurado, que todo sea dicho , fue debidamente sobornado por un Queso extraordinario y unas sardinillas de la Pobla do Caramiñal, que pudieron haber suavizado su reconocido espíritu crítico.

Imprescindible mencionar la notable diferencia entre el envejecimiento en barrica de roble francés y americano. No me enteré muy bien de los aspectos técnicos, pero parece ser que el roble francés es mucho más caro con lo cual, entre que es francés y que es caro, parece obvio que la próxima barrica será americana, y será en otra vida.

Como decía Laín Entralgo, el que solo sabe de Medicina, ni de Medicina sabe. Y completamos la jornada docente con unos relevantes conocimientos geográfico-geológicos, al respecto del Moncayo y de la influencia de la composición del terreno en las características del vino. Considerando que yo del Moncayo solo sabía que debe hacer un frío importante, parecido al de la colina de Noé, ampliamos de forma inesperada mis conocimientos de EGB.

Lo demás, es muy previsible; El sumiller a punto de cantar el Asturias Patria Querida, sin llegar a probar una copa, y ya un amigo para toda la vida. La VISA encantada de ser aireada
y el Jurado, sobornado pero contento. En cuanto a los caldos, prestos a ser degustados con el fun fun fun, que ese será otro relato.

Lo cierto es que para ser una iniciativa espontánea y novedosa, no digo yo que no seamos capaces de repetirla el año que viene, puesto que la experiencia fue cálida, agradable y aceptablemente cara. Vale que hay tradiciones y tradiciones, y que esta no es muy religiosa (más bien pagana), pero mejor que el Halloween, fijo.

Y lo pasamos de coña, que es lo más importante.