viernes, 24 de julio de 2015

miércoles, 17 de junio de 2015

martes, 19 de mayo de 2015

Como un susurro que recorre la ciudad (del Determinismo como trampa vital)

Como un susurro que recorre la ciudad (del Determinismo como trampa vital)

 
¡Qué bueno es tener memoria de los ilustres poetas urbanos!. Cuando uno no tiene muy claro el título para un post, no hay más que dejar volar la imaginación y realizar un breve recorrido por el álbum de los recuerdos.
En este caso me he detenido en Ramoncín por pura casualidad, diría yo, pues no creo excesivamente en el omnipotente poder del subconsciente. Tampoco es que tenga la teoría sujeta con firmes armazones, la verdad, pero esta noche la veo muy poco prometedora. Es como lo de la cosa del destino; Nunca lo he visto claro del todo. ¿ Lo que me va a pasar en adelante es mi destino, y venía prefijado? Hombre, como poco me parece aburrido.
No obstante, dado que uno es teóricamente un científico, y recalco con el máximo énfasis lo de “teóricamente”, cuando menos debería someter dicha postura anti-determinista, a un mínimo contraste de hipótesis. Voy a seguir opinando exactamente igual, pero si realizo una prueba estadística seria, qué duda cabe de que salgo muy reforzado ante mí mismo. Lo cual nos trae completamente sin cuidado tanto a mí como a mi otro “mí”, porque previsiblemente no vamos a cambiar de opinión ninguno de los dos. Pero uno de los dos “yo” lo hará de forma un poco menos sólida.
Supongamos que la Teoría Determinista no tuviera fundamento alguno. Esto significaría que cualquiera de nosotros tiene una posibilidad (o muchas) teórica/s, de poder construir un futuro, que debería acoger la práctica totalidad de las posibilidades imaginables. Es decir, si los Deterministas están equivocados, cualquiera de nosotros puede alcanzar un futuro en el que no existan delimitaciones previas, en el que todo es posible.
Hasta aquí, todo parece correcto. Y esperanzador. Y positivo. Y optimista. Muy yo. Pero claro, viene el pesado de mi otro yo, y me dice que aunque yo pueda sustituir a Cristiano con el número 7 a la espalda, siempre siguiendo el desarrollo de mi hipótesis, que él no acaba de verlo claro. Y encima le asoma una sonrisita malvada, únicamente perfilada, sin excesos, lo que aún me jode más.
Intento contraatacar con el hecho filosófico por bandera, pero me levanta la camiseta y señala el diferente perfilado de mis abdominales, e incluso cuestiona su existencia. No es muy agradable viniendo de mí mismo, pero me lo tolero y me aguanto, porque a ver qué otra cosa podría hacer. No me iba a pegar.
Reconozco que el contraargumento que me hice a mí mismo era francamente sólido. Y desde luego, me ponía en jaque. Pero no me dejé arrastrar por el huracán dialéctico y propuse una matización de mi teoría. Quizás más bien una reformulación. Vale, puede que haya cosas aparentemente imposibles, pero se debe a que analizamos la teoría en unas coordenadas espacio-temporales actuales. Si nos hubiésemos remontado al pasado, a aquellos momentos en los que la cadena de acontecimientos no se había engarzado tan íntimamente, quizás hubiese tenido la oportunidad de hacerlo.
Viniendo este argumento de mí mismo, sólo podía ser impecable, en cuanto a la ejecución teórica del mismo. Hablamos de un Cristiano Ronaldo del futuro, siempre en relación a un momento pretérito, lo que incuestionablemente iría en contra de un análisis lógico.
Como tenía que reconocerme a mí mismo, había estado muy hábil evitando el argumento CR7, que hubiera diluido mi teoría como un azucarillo en el café. Mi otro yo sólo podría argumentarme que tampoco hubiera podido ser Amancio ni Butragueño, pero yo podría rebatirle con Puskas, que cuando llegó al Madrid, estaría más o menos en mi peso actual y su tableta de chocolate solo luciría en la taquilla del vestuario.
A pesar de las amenazas, mi teoría y yo habíamos podido escapar de las garras inquisitorias de mi “yo” determinista. Pero la lucha no había acabado, en absoluto. Aunque ahora el que tenía que defenderse era el otro.
Mi alegato contra la teoría Determinista era simple, pero sólido y contundente: “Y según tú, (refiriéndome a mi otro yo), ¿en qué momento uno tiene que dejarse llevar por el destino? A los 5 años, en la pubertad, la primera comunión…”
Mi contrincante, es decir, yo mismo, se revolvió ligeramente en su asiento. Desde luego, había sido un directo a la mandíbula. Pero con su capacidad dialéctica habitual, o sea la mía, esquivó el segundo directo explicándome que su teoría no especificaba tiempos exactos ni tenía porqué hacerlo, ya que admitía una variabilidad individual. O sea, aceptaba la posibilidad de que en unos individuos el destino comenzase a tumba abierta en una determinada época, y en otros individuos, en otra diferente.
Siguiendo el símil pugilístico, se había escapado del rincón y volvía a subir la guardia. Estábamos como al principio. Pero estábamos condenados a entendernos. Su teoría no era muy deportiva para con los mortales, nos dejaba muy poco protagonismo. Si todo viene determinado, es que aquí estamos de relleno. Pero la mía tampoco podía ser aceptada en su totalidad. Hay cosas que no puedo hacer aunque tenga la capacidad teórica de hacerlas. ¿O sí?
Al final, ambos encontramos el siguiente punto de encuentro: “En el caso de que cualquiera de nosotros, es decir, yo o yo, queramos alcanzar algún objetivo concreto, y en el único y exclusivo caso de que estemos dispuestos a hacer todo lo necesario para lograrlo, la probabilidad de alcanzarlo son lo suficientemente elevadas para que merezca la pena”
Y como se presume de dos tipos listos como nosotros, nos dispusimos a hacer lo posible para que este teoría presidiese nuestras vidas. En el suponer de que mi otro yo haya metido la pata hasta el fondo, porque si no , vamos listos.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Losing My Religion




Siempre me pareció muy interesante que el título de esta canción de REM pudiera traducirse literalmente al español con un significado aparentemente muy alejado del real. La traducción literal podría ser algo así como "perdiendo mi religión", mientras que el verdadero sentido de la frase viene dado por una expresión del sur de Inglaterra, y cuyo significado podría asemejarse más a la expresión española "perder los papeles". Es decir, un estado de perfecto desquiciamiento mental, cuyo final se asociará inevitablemente a algún tipo de barbaridad desproporcionada o absurda.

Lo que intriga es encontrar ese paralelismo entre perder tu religión y perder la chaveta. Parece que hoy en día sería más acorde con los tiempos lo contrario, es decir, que perder la religión fuese parte de un proceso de modernización y progresismo, antes que otra cosa. La religión está más "demode" que "on fire", y por tanto, es un concepto que no forma parte de las reuniones sociales ni de las tertulias televisivas o radiofónicas.

Resulta llamativo que el hecho religioso, al que podemos asociar inequívocamente con un montón de relevantes acontecimientos históricos, haya podido desaparecer de nuestro día a día. Es cierto que muchas personas y familias dedican la sagrada jornada dominical a hacer una aproximación al templo, muy habitualmente en el contexto de un pequeño tour que parte de nuestro domicilio, hace escala en la Iglesia, regresa previo paso por el bar en el que ponen el mejor vermouth, y nuevo regreso a nuestra morada.

Pero quería resaltar la escasa presencia que la religión, antaño pilar fundamental de la sociedad, tiene actualmente entre nosotros. Nos hemos acostumbrado a hablar de cualquier otra cosa con nuestra gente, nuestros amigos, nuestra familia. No nos preguntamos por nuestra postura ante los misterios de la Iglesia, ni comentamos mientras tomamos café, qué es exactamente lo que quería decir  San Pablo en su Carta a los Efesios, además de saludarlos cordialmente.

No es que sea un hecho que me quite el sueño, al menos en lo que se refiere a las liturgias, los organigramas de los mensajeros del Señor, la financiación del clero y la posición política de la Conferencia Episcopal. No es que me disguste mucho que la imagen actual de la Iglesia dependa mucho más de su vertiente caritativa que de la catecumenal. Desde luego me parece bastante más loable ocuparse de las necesidades reales que de las espirituales, y en ese sentido percibo una mejoría de la marca Iglesia. Si acaso me preocupa más la pérdida de valores que han sido traspasados desde la filosofía a la religión , de la religión a la política, y de la política a vaya vd. a saber donde, porque la sociedad en su conjunto no parece hacerlos recibido.

En ese sentido, si hiciésemos una playlist de las mejores ideas de la historia, en lo que se refiere al enriquecimiento del ser humano, algunas procederían de la Biblia, y no me refiero a los más picantones pasajes del Cantar de los Cantares, como alguno se relamía. Ya sé que los primeros puestos podrían ser de Sócrates, Platón, Aristóteles o Bukowski. Pero, honradamente, ¿no podríais algunos de los mandamientos en algún sitio?

domingo, 26 de abril de 2015

Entre Ironía y Sarcasmo



Mariano José de Larra
No recuerdo bien a santo de qué, pero se inició una de esas comunes discusiones entre padres cincuentones e hijos adolescentes, de las que nunca suele salir nada bueno, pero que he leído en algún sitio que son convenientes.
Me parece que el tema iba de cuál era la figura literaria que mejor se podría utilizar para afear a alguien su conducta o hacerle ver que sus puntos de vista son disparatados.
Recuerdo que mi hijo recomendaba a todas luces la entusiástica utilización del sarcasmo, como final abrupto a un diálogo de besugos. Yo por mi parte, le recomendaba la ironía como una forma mucho más elegante, más fina y más piadosa de hacer ver a otro que posiblemente esté equivocado. No es que yo no pueda llegar a ser sarcástico, que puedo serlo y lo soy más de lo que debiera, simplemente me parecía que debía transmitir ese mensaje, no sea que algún suspicaz le pueda dar un guantazo. Con la ironía en cambio, suele jugar a favor el umbral de reacción, que viene a ser esos milisegundos en los que te da tiempo a correr como un gamo.
Como no acabé de verle convencido, le ataqué por el lado de los clásicos, usando como ariete a D. Francisco de Quevedo, barriendo para casa inmisericordemente, dado que por un lado Quevedo podía ser sarcástico, irónico o lo que le pareciera y por otro, que desde la atenta lectura a la “Oda a una nariz”, parece que le tiene en cierta estima, considerando que es un adolescente.
Como ví que el camino se allanaba e incluso cogía cierta pendiente descendente, me arremangué dispuesto a ser un padre ventajista. O superviviente. Al fin y al cabo, si quieres transmitirle algo, no debes dejar desaprovechar ninguna oportunidad. Así que desempolvé a mi admirado Larra, y me dispuse a entresacarle los párrafos más granados de su obra literaria.
Fue entonces cuando frenó en seco, aseguró que lo había entendido perfectamente, y se dispuso a contraatacar con la PS3. No sin antes llevarse un correcto ejemplo de ironía cuando le imploré que leyese a Larra antes de los 50, no fuera a hacer lo mismo que con “Viaje al Centro de la tierra”, que a este paso se va a convertir en edición de coleccionista.
Como se me escapó vivo (en esta ocasión), solo he podido atizarle en plan guerrilla urbana algunas frasecillas de D. Mariano, deseando que no me pregunte cuántos años vivió y porqué y cómo murió, ya que si le cuento que se suicidó a los 27 años por un mal de amores, seguro que utilizará la ironía (o el sarcasmo) para preguntarme si estoy seguro de que Larra es un buen ejemplo. Y para superar eso, solo podría contraargumentarle con el organigrama familiar, y reconozcámoslo, es un argumento muy cogido por los pelos.
Los Artículos de costumbres de Larra son un excelente ejemplo de lo que es una ironía fina y educada, pero certera y demoledora. Sírvase este ejemplo autoparódico:

En atención a que no tengo gran memoria, circunstancia que no deja de contribuir a esta especie de felicidad que dentro de mí mismo me he formado, no tengo muy presente en qué artículo escribí (en los tiempos en que yo escribía) que vivía en un perpetuo asombro de cuantas cosas a mi vista se presentaban. Pudiera suceder también que no hubiera escrito tal cosa en ninguna parte, cuestión en verdad que dejaremos a un lado por harto poco importante en época en que nadie parece acordarse de lo que ha dicho ni de lo que otros han hecho. Pero suponiendo que así fuese, hoy, día de difuntos de 1836,declaro que si tal dije, es como si nada hubiera dicho, porque en la actualidad maldito si me asombro de cosa alguna…”

Resulta irónico si analizamos que el autoparódico texto, lo es desde una perspectiva mucho más sagaz y oculta. Autoparodiándose no hace más que ensalzarse, dado que el lecto, obviamente no cree que una figura literaria como Larra no tenga memoria o que para él sus textos no tengan relevancia.
Diríase más bien que esta autoirónica reseña, oculta en cambio uno de los pecados más habituales de la sociedad española, lo que Lorenzo Silva denominaba la Modestia Española, que en verdad no es más que una fabulosa exhibición de soberbia. Nos flagelamos como  sociedad, como país y como individuos que pertenecen al mismo.
Pero resulta sarcástico el hecho de que nuestra sociedad tienda a intentar igualar a ras a todos los individuos que destaquen, especialmente a los que lo hacen para bien, y pongamos como ejemplo a aquellos que descollaron entre nosotros por ladrones, abusones, aprovechados y mezquinos.
Eso sí, si los individuos son pillados en renuncio, la violencia con la que se exige su inmediato ajusticiamiento en plaza pública, queda muy por encima de la Ley, del Estado de Derecho, de sus Instituciones y sus organizaciones, para exigir que se aplique de inmediato los mandatos del pueblo, por encima de todo lo demás. Se exige un gobierno ejecutivo próximo al pueblo, sin atender a los procedimientos democráticos de representación, y pasamos de las urnas a las ondas y del tejido parlamentario a las redes sociales, como lícitos representantes de la voluntad popular.
Si antes mandaba TVE1, ahora parece que manda el whatsapp, las quedadas “espontáneas” y las tertulias voceras. Pero como estos argumentos no van a favor de moda, me quedo tan solo como Larra, aunque con algunos añitos más. El otro bando es el de las redes sociales y la resurrección de Goebbels, más vivo que nunca.
Pues yo, sigo prefiriendo la ironía al sarcasmo, y el susto a la muerte.

miércoles, 22 de abril de 2015

Lluvia De Estrellas

Me ha llamado la atención cuando lo he escuchado esta mañana: Hoy se va a poder visualizar el fenómeno conocido como Lluvia de Estrellas. Lo cierto es que ya lo había escuchado en otras ocasiones y siempre me quedó la inquietud de conocerlo con un poco más de profundidad.


Por tanto, he revisado las diferentes páginas de noticias en internet y me he quedado con una del diario La Voz de Galicia, donde me ha parecido que la información era lo suficientemente exacta y veraz. No me preguntéis porqué, supongo que he debido confundir astronomía con astrología, y en esas artes de brujas y ocultismo, los gallegos nos dan sopas con honda. Y haberlos, hailos.

A través de esta fuente, he podido saber que el cometa que se desintegra parcialmente es el cometa Thatcher. entiendo que con ese nombre, los fragmentos que proyecta serán de armas tomar, como Doña Margaret.

Supongo que en vez de llamarlo "Desintegración de Cometas", que es realmente lo que ocurre, "Lluvia de Estrellas" parece bastante menos lírico y sostenible.
Aunque el nombre técnico más apropiado es el de Líridas. La historia de cómo se le asigna ese nombre me parece bastante original. Al parecer, según la mitología griega, después de que las bacantes mataran a Orfeo, arrojaron su lira al río. Después de esto, Zeus ordenó a un águila que la recogiera y la colocara en el cielo como una constelación.

Tras leer la historia, no he tenido más remedio que profundizar un poquito. Y así, descubrí que las bacantes eran mujeres griegas adoradoras del Dios Baco, que tenían la sana costumbre de subir a un monte y entregarse a unos días de orgía y desenfreno, con alcohol y alucinógenos. También hacían sacrificios animales, y posteriormente se dedicaban a pasarse por los bosques buscando varones a los que incordiar un rato.

Se conoce que en una de esas pillaron al pobre Orfeo por banda, supongo que como final feliz de la orgía, y la lira acabó en el río. Y ahora resulta que esa lira es la que nos congrega esta noche, curiosos y expectantes, en las puertas de las terrazas, en los alfeizares de las ventanas o simplemente tomando una copa en el exterior de un after hours ( o sea un bar de toda la vida pero con las copas más caras)

Como ya iba lanzado, estuve revisando atentamente los consejos para visualizar adecuadamente el fenómeno. Y aunque cada uno de ellos parecía bastante razonable y adecuado al caso, no se como me las ingenié para conseguir encontrarle algún tipo de carga metafórica o simbólica.

  1. Alejarse de las grandes ciudades y pueblos para evitar la luz. La clave es encontrar un lugar lo más oscuro posible.
  2. No intentar ver la lluvia de estrellas fugaces con nubes.
  3. Es inútil emplear telescopios, ya que el campo de visión de estos aparatos es muy cerrado y abarcan una pequeñísima región del cielo.
  4. La observación se debe hacer únicamente a simple vista.
  5. Se verán mejor si nos tumbados en el suelo o sobre una tumbona.
  6. Comenzar a observar nada más oscurecer.

Para mi imaginación desbocada, estas simples propuestas provocaron un alución de posibilidades, de reflexiones y pasiones, doy por hecho que muy alejadas del propósito inicial del periodista. 

Supongo que al estar trabajando indirectamente en el fallecimiento de Orfeo, era completamente inevitable que las musas acudieran a mi auxilio. La mitología griega detalla la existencia de las nueve musas, dirigidas por Calíope, que a su vez era la madre de Orfeo y la encargada de inspirar a los escritores "serios". El negociado de la literatura romántica estaba a cargo de una segundona, su hermana la musa Erato. Es obvia la razón.

Pues Calíope o alguna de sus colaboradoras debió influirme de alguna manera, porque dudo que a mí solito se me pudiese haber ocurrido la idea de relacionar los consejos de visualización de las Líridas con nuestro paso por la vida y sus objetivos.

Antes de que el lector empiece a alucinar o a especular con la idea de que el autor pudiera estar de regreso de alguna orgía de las bacantes, con la lógica sobrecarga de alucinógenos, he de recordar que un escritor comparó los gigantes con los molinos de viento, y todo el mundo le considera uno de los mayores genios de la literatura mundial. Yo, modestamente, reclamo mi derecho a plasmar mis locuras en estas líneas con un mínimo margen de confianza, el que hay entre los amigos.

Porque la idea de alejarse las grandes ciudades y buscar los lugares más oscuros posibles, me parece cargada de simbolismo vital. Huyendo de la interpretación literal, yo diría que ésta recomendación se orienta más hacia la necesidad de dejar de deslumbrarnos por el aparente brillo de las cosas, y concentrarnos en una cierta austeridad moral y material, con el fin de poder observar los grandes fenómenos de la vida con mucha mayor claridad. 

La siguiente recomendación parece recomendarnos una perogrullada, que podremos ver más nítidamente la "Lluvia de Estrellas" en ausencia de nubes. Parece obvio.  Pero el sagaz lector descubrirá implícitamente una metáfora de la conocida idea de San Ignacio de Loyola "En tiempo de tribulación, no hacer mudanza" , lo que en traducción libre y contemporánea quiere decir que si las cosas no están claras o totalmente borrascosas, parece más razonable estarse quietecito y esperar a que las nubes se desplazen a cualquier otro lugar de la atmósfera.

La tercera recomendación, casi no merece la pena dedicarle un minuto, porque su significado resulta evidente. Habla de un supuesto telescópico y de su reducido campo de visión, cuando su significado real es que en ocasiones estamos demasiado enfocados en un aspecto más colateral de las cosas de la vida, y que necesitqamos alejarnos un  poco para tener una perspectiva más global. Lo que viene siendo la idea general de "Los árboles no nos dejan ver el bosque", uno de los refranes españoles más clásicos y difundidos. 

En cuanto a la recomendación número cuatro, estoy plenamente dispuesto a aceptar diferentes posibilidades semánticas. Mi opinión es que defiende la utilización del conocimiento intuitivo como fuente de sabiduría a la hora de tomar decisiones o forjar una opinión. Es decir, que un conocimiento desprovisto de racionalidad y cargado de emocionalidad, puede ser de una gran utilidad a lo largo de nuestra vida. Estemos o no de acuerdo en el concepto, es muy probable que éste fuera el significado de la metáfora, aunque honradamente no puedo descartar que el autor tuviera en su mente algún tipo de comunión etérea de significado incierto. Aunque lo he reflexionado en profundidad, no he encontrado nada un sentido freudiano a esta frase.  Dadme tiempo.


De la sexta ni hablo. Decir que se observa mejor el fenómeno tumbado o en la hamaca no es , desde luego una propuesta ergonómica ni de confort. Es una obvia figura literaria que recomienda la reflexión previa y prolongada a la hora de tomar decisiones. De ahí la obvia metáfora con las hamacas y el reposo. Ninguno de los magníficos lectores de antoniadis9 ha podido caer en tan burda trampa semántica. 

Y por último, la más difícil. Me ha costado muchísimo encontrar el oculto mensaje que incuestionablemente refleja tan breve frase: "Comenzar a observar nada más oscurecer" ¿Puede referirse a la mayor capacidad crítica que se alcanza con la edad, es decir, con el oscurecer de la vida? ¿Pondera favorablemente los encantos de la hora nocturna? ¿Da por hecho que la vida es tedio, y por tanto oscuridad, en el más puro estilo cínico de Emil Cioran? Confieso que necesito la ayuda del lector, para que arroje luz ante tamaño misterio.  

Como reflexión final, podríamos concluir que somos capaces de encontrar los mensajes y las señales que marcan el camino a la consecución del objetivo. Como escribiera Julio Verne en su Viaje al Centro de la Tierra, hay que estar muy atentos a las pistas que deja Arne Saknussem para poder llegar al final, al propio centro de la tierra. A veces las encontramos en un pergamino, otras en una roca, otras en un libro y otras en las personas. Y esto sí que no es metafórico.   




miércoles, 15 de abril de 2015

Marzo relatos 2015 "Por Osmosis"

POR ÓSMOSIS
Por: Antonio Llamas Sandino
  en  el  alto  balcón  de  tu  silencio.
Desde  ese  púlpito  imaginario. Impartiendo  catequesis  de  vida.  Transpirando  pasión  y  sosiego.
Perforando diques y barreras, invadiendo las entrañas de tus fieles, los cautivados, los abducidos, los enamorados.
Y  no  es  por  elocuencia,  ni  mensajes,  ni  apariencia.  Pero  nos transformas.  Al  principio  nos  inundas,  luego  nos  convences  y  por último nos cambias. Quizá por ósmosis, quizás por hipnosis, quién sabe si es inducción.
Y  cuando  nos  dejas,  con  la  única  compañía  de  tus  consejos,  tus visiones  y  tus  ruegos,  lo  aceptamos,  con  resignación,  miedo  y paciencia. Desolados, pero no abandonados. Anhelando tu visita, la próxima, ojalá la inminente.