domingo, 9 de marzo de 2014

El Vagón Restaurante

Una de las cosas que nos ha ido enseñando esta maldita crisis, es que ya no puedes fiarte ni de aquellas personas o instituciones públicas y privadas que hasta entonces suponían una referencia inmutable en el devenir de los tiempos.
A Repsol le ha hecho una importante avería en su cuenta de resultados una gobernante ignorante y mediocre, cuyo único mérito es haberse casado con un ex-presidente, igual de incompetente e inútil. El Corte Inglés baja el volumen de ventas y necesita deshacerse de la división financiera. Las Agencias de Rating están siendo completamente manipuladas por los grandes especuladores mundiales. El Barça pierde con el Valladolid en liga. ¿Qué nos queda? Pues Mercadona, Zara, Nadal y pare vd. de contar. Yo contaba con la RENFE y sobre todo con el AVE. Hasta ayer.
Tras un mini fin de semana en Marbella, que quede claro que en misión oficial, nada de sol, playa y pescaito, sino mucho curro, cena en McDonald y muchas visitas a Leroy Merlin, conseguí cuadrar la agenda de bricolaje y ocupaciones varias para volver a casa en el AVE de las 17:00h., o mejor dicho, con el que debiera haber salido a las 17:00 h.
Por una vez había conseguido entregar el coche de alquiler, pasar el control, y llegar a mi asiento con un amplio margen de tiempo, casi 3 minutos. En otras ocasiones voy justo de tiempo. Y me hallaba solazándome con mi extraordinaria oportunidad y dotes de planificación cuando observé que a las 17:02 seguíamos en la estación y no se habían cerrado las puertas. Mira que si llegamos unos minutos tarde y estos chicos de RENFE me convidan a AVE. Nunca me había ocurrido, pero todo puede pasar.
En cualquier caso, y dado que no había podido comer, me dirigí al Vagón Restaurante para tomar algo y leer el periódico. Llevaba unos minutos cuando empecé a escuchar algo al respecto de un incendio en las vías del tren y no se que de un traslado en autobus a viajeros de algún AVE anterior. Yo pensé que serían relatos antiguos o en cualquier caso ajenos a nuestro viaje, y me concentré en el sandwich y EL Mundo, por este orden.
Llevábamos un rato cuando me percaté que seguíamos parados y seguían las puertas abiertas. Salí al andén a ver qué pasaba y el personal de RENFE me explicó lo del incendio en las vías. ¿Cuando creen que podremos salir? No lo sabemos, solo tenemos esa información.
Decidí volver a mi asiento, donde mi vecino de plaza se encontraba completamente concentrado en su iphone, y los vecinos de la derecha, pareja andaluza con niña, estaban algo más agitados, tanto por la niña como por la incertidumbre de la partida. Varios asientos más atrás, un grupo de chicos y chicas de 25-30 años comentaban en voz alta pero respetuosa los avatares de algún tipo de actuación que habían llevado a cabo los últimos días.
La chica de la pareja andaluza, comenzó a comentar en alto, dirigiéndose a todos sus vecinos de plaza, la situación de confusión a la que estábamos siendo sometidos, y muy a diferencia de lo que esperaba, lo hizo con el noble fin de establecer una conversación con aquellos/as pasajeros/as de su vagón, que la siguieran en los comentarios en alto.
Yo me limité a explicar lo que me habían contado, pero ella siguió buscando (y encontrando) conversación entre el resto de los pasajeros. Al fondo del vagón, los chavales comenzaban a elevar el volumen de los comentarios y a incrementar la densidad de risas y carcajadas por metro cuadrado de vagón.
En las interminables 2 horitas que estuvimos parados en la estación, hubo pasajeros que decidieron bajarse e irse a casa, bajarse e irse en avión o coche, o simplemente bajarse. Pero ninguno de ellos utilizó una palabra más alta que otra. Se levantaron del asiento, cogieron sus maletas y listo.
Los chavales hicieron lo propio, pero en dirección al vagón restaurante. Se levantaros, dejaron claro a la concurrencia cuál era su destino, y los que quedábamos allí seguimos en lo nuestro, aburrirnos. Se estableció una corriente informativa amateur, en la que uno comentaba las novedades que iba sabiendo de nuestro retraso (fundamentalmente que no había ninguna), y otros se dedicaban a cantar los minutos que quedaban para el final del partido del Barça, en el que iba perdiendo 1-0;
A los pocos minutos, la mujer andaluza de la pareja andaluza, informó con riqueza tipográfica (a voz en grito), que los chavales habían montado una juerga en el vagón restaurante, lo que animó a una cuarentona rubia, su acompañante y 2 ó 3 chavales jóvenes a visitarlo.
Yo me acerqué a los pocos minutos, sin fortuna. No logré divisar la barra porque la tapaban un número considerable de viajeros. Volví a mi asiento, a seguir esperando noticias, bien de nuestra partida, bien de la derrota culé.
Un rato después, tras haber agotado mis recursos de entretenimiento, y sin ganas de empezar un libro nuevo de un policía danés o finés o abulense, que ni siquiera lo se, intenté de nuevo acudir al vagón restaurante, o vagón espectáculo, casi mejor dicho. No conseguí mejorar la aproximación anterior, y volví al asiento.
A los pocos minutos, un contundente y preciso mensaje nos informaba de las novedades: " Les informamos que saldremos a las 19:00 ma o meno", entiéndase con un  cerrado acento malagueño. Pocos segundos después creo que intentó repetir el mismo mensaje en inglés, desconozco la traducción al inglés del adverbio de tiempo "ma o meno" ¿close to? ¿more or less? ¿about?
Afortunadamente, poco después anunció que el tren iba a lleva a cabo "maniobra de acople" y pedía a los señores viajeros que "suban o bajen del tren", lo cual consiguió definitivamente relajar el ambiente del vagón, y que hasta mi vecino de asiento dejara el iphone para soltar una carcajada que consiguió ser imitada por todos los que allí estábamos secuestrados por la maniobra "de acople" Eché de menos la versión en inglés, y de esa no voy a proponer traducción simultánea por razones obvias.
Una vez iniciada la partida, a las 19:00, ma o meno, intenté volver al vagón restaurante, completamente decidido a uutilizar las tácticas aprendidas en los campos de la Regional Madrileña, aunque no fue necesario. Conseguí pedir desde media distancia y recibir la comanda. Enganché un periódico y me abalancé hacia un trocito de barra desierto, tras colocar en la papelera un considerable número de latas de cruzcampo.
A mi espalda, el trovador improvisado, sentado en la barra del vagón restaurante, armado de guitarra española, tocando y cantando éxitos del pop español, con cierta variedad y buen gusto. No diría yo que ganase ningún premio, pero estoy convencido que no conocía el concepto miedo escénico, y mucho menos el "sentido del ridículo" a sus pies, en el sentido literal de la palabra, un heterogéneo auditorio compuesto por los amigos y amigas del trovador, 3 enfermeras, 1 médico, 4 ó 5 cuarentones armados de lo que parecía ser gin-tonic y un par de cuarentonas que insistían a los chavales más jóvenes para que las tutearan. Y seguramente lo harían. 














Mi posición en la barra, justamente a la espalda del train-party, me permitía recibir los acordes musicales, las conversaciones de los del gin tonic y su ranking de las chavalitas presentes, y la impagable conversación entre una de las cuarentonas y un chavalito de unos 30, que sospecho no sabía donde se estaba "acoplando"
Yo me encontraba muy agusto, escuchando la música y tomando un refresco, hasta que la fiesta comenzó a degenerar. Comenzaron los brindis "graciosos", la exaltación de la amistad eterna, y todo se vino abajo al compás de una versión acústica de "Paquito El Chocolatero"
Reconozco que se me pasó por la cabeza contraatacar con Daryl Hall& John Oates, pero eran demasiados y opté por la retirada táctica. La cuarentona ya había obtenido el teléfono del treinañero y los del Gin Tonic no iniciaro
n maniobra de aproximación a las chavalitas, por lo que el espectáculo tocaba a su fin.
Reconozco que mi acusado sentido del ridículo impidió que me implicara un poco más en el festejo, pero no dejo de agradecerles tanto a ellos como a los funcionarios de RENFE y su particular versión del idioma de Cervantes (y el de Shakespeare), que me hicieran pasar un rato distendido en el seno de lo que podría haber sido un trayecto completamente insoportable. El tren tardó lo mismo, pero se me hizo más llevadero.
En vez de esas películas infumables que nos colocan en el AVE, deberían plantearse hacer un pasacalles improvisado como el de ayer. Alguno repetiría.