sábado, 22 de febrero de 2014

El proceso creador

  • «Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro».(José Martí, Político, Filósofo y Poeta cubano, 1853-1895)

Como algunos habéis podido saber, me encuentro entretenido desde hace algunos meses en una ocupación apasionante, que está poniendo a prueba mi paciencia y mi constancia: escribir una novela.
Considerando que lo de los hijos lo tengo cumplido por partida doble y repetida, y que la probabilidad de que una semilla, esqueje o raíz que sea plantada por mis inútiles manazas está claramente destinada al fracaso, he intentado enfocar mis esfuerzos por el asunto literario, en la esperanza de que en el futuro aparezca alguna novedosa especie vegetal transgénica o similar, que pueda sobrevivirme.
Claro está que éste ingente esfuerzo que estoy realizando, debía haber finalizado de forma abrupta y definitiva, si aquellos que dicen llamarse mis amigos me lo hubiesen impedido en el momento oportuno, que bien hubiese podido ser en el momento de transmitirles mis intenciones literarias (el mejor momento sin duda), o al menos cuando les envié el primer capítulo, para evitar que siguiese adelante con ese loco proyecto.
En cambio, estas perversas personas no solo han consentido, sino que me han  animado e impulsado con las más zalameras críticas que uno pueda imaginar, sin duda con el sórdido propósito de hacerme creer que podía hacerlo bien y cuando terminase el manuscrito, encontrarme con la más sincera y cruda realidad.
Lo peor de todo es que éstos canallas no solo me han animado a la entrega del 1º capítulo, sino que persisten en su maquiavélico plan, recibiendo con supuesto alborozo cada una de las páginas que les envío con el noble propósito de que sean debidamente destrozadas y así liberarme de este amargo cáliz.
No dejo de reconocer que los tíos ( y féminas, que también hay y que son las más retorcidas, como suele suceder), son muy ingeniosos y encuentran los motivos de alabanza más peculiares que uno pueda imaginar. Unos hablan de la identificación con la época en la que supuestamente se desarrolla la intriga, otros de la riqueza del vocabulario (y destacan que la prosa no resulta pedante, supongo que en contraste al resto de mis escritos, nótese la sutileza del supuesto elogio.Incluso algunos dicen que se lee fácilmente y que se espera con ansiedad la siguiente entrega.
Afortunadamente, toda esta cohorte de falsas amistades, ha sido debidamente contrastada con observadores verdaderamente imparciales, que han actuado sin malicia ni rencor hacia mis escritos, aplicando una enorme dosis de sentido común, y reaccionando como uno hubiese esperado de las personas que le quieren de verdad. Es decir, con una notable y amable indiferencia, e incorporándose nuevamente a la partida de la Play. Con elegancia y contundencia.
Si todas las posiciones hubiesen sido así de neutrales y objetivas, me encontraría encuadrado en una posición notablemente más cómoda y sensata, como por ejemplo la adquisición de unos pequeños tiestos de estos que te permiten sembrar perejil, albahaca o especies de similar fertilidad. Ya se que no se pueden considerar árboles sensu estrictu, pero tampoco lo que estaba escribiendo se debiera considerar una novela, y a los efectos del pensamiento de José Martí que encabeza este escrito, fijo que da lo mismo.
Con el fin de poder estar completamente seguro de que debía abandonar ipso facto el proyecto literario al que vengo refiriéndome, he vencido la tentación de leer alguna de las novelas que venían anunciadas como novedades del mes en mi librería preferida, y me he dedicado a releer las obras completas de Raymond Chandler.
Como era de esperar, el repaso a estas obras me ha colocado en mi sitio, y me ha confirmado que debo dedicarme a cualquier otra cosa que no sea la literatura, al menos de misterio, policíaca, de intriga o serie negra. Por si acaso he releído a Henning Mankell, lo cual ha confirmado todo lo anterior, y ha añadido de paso que tampoco debo escribir sobre el género costumbrista o sociológico, porque nadie puede hacerlo mejor que él (y encima con una trama policíaca de lo más sólida. Por aquello de que igual pudiera apoyarme en mi irónico sentido del humor para escribir unas letrillas, una somera revisión de las obras de Petros Márkaris, padre del mejor y más divertido Comisario de la literatura policíaca mundial, Costas Jaritos, me obligan a cuestionármelo seriamente. Como no estaba suficientemente seguro, me convencí a mi mismo que igual podría crear un personaje como Jaritos, pero ni en cuatro vidas podría idear a un secundario como Adrianí, la esposa del Comisario. Impensable.
Mi parte femenina, si es que la tengo, me ha dejado absolutamente claro que lo de escribir, casi mejor olvidarlo, y en su extrema generosidad, me permite que siga torturándoos con mi blog. Ha sido verdaderamente contundente, y como siempre me ha convencido y le he manifestado mi absoluta disposición a seguir sus instrucciones. Imagino, que como siempre, no me habrá creído del todo.
Y hace muy bien, porque mi parte masculina, que ahí no tengo grandes dudas de su existencia, es un incómodo rival, que ataca con todas aquellas armas que supongo estarían incluídas en la caja de Pandora, tales como la soberbia, la egolatría, el egoísmo y algunos otros pecados capitales que igual no es preciso recordar.
Y como siempre, la Pandora ésta, se hace con los mandos y me arrastra hacia ese mundo pagano de autobombo, autocomplacencia y autoconvencimiento, en el que me perdono a mí mismo, y me engaño diciendo que después de todo no le hago daño a nadie, y que si hay gente que dice que le gusta lo que escribo, o dicen la verdad, en cuyo caso solo tienen un problema de conocimientos literarios, con el que perfectamente se puede convivir, o son una panda de cabrones, en cuyo caso esperaré a que se pongan malitos para prescribirles un Benzetacil, o un Nolotil en el culo para los alérgicos a la Penicilina.
Y en este debate, que ya he terminado el capítulo 6º, y eso es una mala noticia, porque aunque estoy empezando, ya no estoy en el principio, y conociéndome como me conozco, me da que a este paso voy y la acabo. No se si será en este lustro o en el próximo, pero seguro que será antes que las planticas.