sábado, 27 de septiembre de 2014

London Calling (and three)

Tras la contradictoria visita al Borough Market, sin llevarme un bocado puesto, en parte por la hora y en parte por las pounds, decidí regresar sobre mis pasos para admirar la Catedral de Southwark, de cuya existencia no tenía ni la más remota idea. En el camino, pude admirar un edificio maravillosamente destruido, el Winchester Palace, cuya ubicación, en una pequeña callejuela lo hace pasar absolutamente desapercibido para el gran público, o sencillamente es que ya lo han visto todos los días y no les impacta como a mí.
Se trata de un edificio que data del siglo XIII, y que fue destruido por el fuego en 1800. Por lo que he podido averiguar posteriormente, se trata de un Palacio que perteneció al Obispo de Winchester y que en su interior tenía pista de tenis, bolera, horno de repostería y unos cuantos extras.
Posteriormente, hacia Southwalk Cathedral. La primera sorpresa es que el amplio patio correspondiente a su entrada principal, se encontraba tomado al asalto por una heterogénea miríada de jóvenes de todas las procedencias y razas, devorando los habituales kit de comida rápida.
Este hecho me causó una potente diatriba: ¿Se trata de una irreverencia extraordinaria o del acercamiento de la religión a los jóvenes? En fin, como eran muchos, opté por introducirme en aquella fabulosa construcción, de un impecable estilo gótico, adquirido probablemente en su reconstrucción del siglo XIII, aunque parece que su origen real puede datarse en el siglo XI, durante el reinado del normando Guillermo I el Conquistador.
La Nave Central es verdaderamente espectacular , con un pasillo central envuelto literalmente en el escaso espacio que dejan entre sí las dos masas laterales, en las que destacan espectaculares vidrieras.
Me costó trabajo abandonar el entorno. Mientras paseaba por los pasillos laterales, percibía una especie de supervisión divina que parecía emanar de las graníticas piezas  que formaban las naves. Una extraña mezcla de reflexión y temor me acompañaban mientras me dirigía a la salida para enfocar el London Bridge.
El new London Bridge se construyó en 1973, mientras que el original, de madera, data de la época romana, hacia eñ 46 d.c. Los romanos rebautizaron como Londinium a una aldea celta, y la construcción del puente tuvo como objeto su conquista.
Desde su actual emplazamiento, es posible visualizar la tétrica majestuisoidad de su predecesor, obra arquitectónica y de ingeniería muy relevante. Aún es posible la visita a su interior, y se pueden apreciar la extraordinaria perfección de su diseño y maquinaria.
Una vez atravesado el puente y ubicado en la orilla norte del Támesis, decidí caminar hasta la Catedral de San Pablo,  para disfrutar de su grandeza exterior, y dar la interior como presupuesta, considerando los precios de la entrada.
Es la segunda catedral cristiana en altura, y fue escenario de la boda del Príncipe Carlos y lady Diana Spencer.
fue construida durante los siglos XVII y XVIII, y se encuadra en el estilo barroco inglés.
Se encuentra en una zona muy tranquila de Londres, muy próxima a la City (Ciudad financiera o barrio financiero), y no muy alejada de Trafalgar Square. Decidí pasear hacia la National Gallery, dando un rodeo por Covent Garden, ya que aún no había tenido oportunidad de conocerlo.
Al llegar a Covent Garden me encontré una especie de Mercado de San Miguel, dividido en dos pequeñas calles donde convivían pequeñas tiendas de arquitectura tradicional de la zona, de todo tipo de géneros, y donde la única diferencia entre las grandes firmas y los artesanos radicaba en el letrero exterior.
En los pasillos inferiores, terrazas de estilo europeo, donde milagrosamente podías tomar tranquilamente una cerveza, mientras un artista callejero, de indudable pedigree personal y artístico te entretenía con clase y talento.
Un poco apenado, y casi en piloto automático aparecí en Trafalgar Square, donde esa extraordinaria mezcla de Museo, Centro Comercial y pensión temporal para turistas que es la National Gallery, emitía sus tradicionales cantos de sirena hacia mí, y como siempre, ya que soy hombre fácil, me dejé engatusar aún con la firme promesa de limitarme a las salas de número bajo, es decir, la de las pinturas de 1500 a 1600.
Pero ellos son mucho más listos, y decidieron ampliar la colección con el ala sainsbury, y obras de 1250 a 1500, justo al ladito, por lo que picas de forma inconsciente; Y como me suelo perder a la salida, ya que intento evitar las tiendas, al final acabé como siempre en la sala española (la sala 39), y en la de los impresionistas (43 a 46)
En fin, otras dos horitas de museo, que corroboran mi teorema de que es infinitamente peor Museo que el Prado o L'hermitage, pero que lo organizan de escándalo.
A la salida, y calculando el tiempo para coger el tren en Estación Victoria, decidí bajar en diagonal hacia Buckingham Palace, sin  perder de vista la Torre del Parlamento, el famoso Big Beng, pero no pudo ser.
Era la hora del te, y decidí variar la ruta y acercarme hacia Piccadilly Circus y Regent Street. Prometo que estaba decidido, pero fue imposible resistirse a las gangas de ropa deportiva del famoso Lillywhites. Además siempre te encuentras 3 ó 4 dependientes españoles y 300 o 400 compradores españoles. Es muy divertido comprobar cómo algunos hablan inglés aún peor que yo.
Tras las compras reglamentarias, te en Regent Street, acompañado de un pastelito con aspecto de milhojas, que curiosamente se llamaba Thousand leaves cake. y yo pidiéndolo como en el Pictionary.
El paseo hacia Buckingham Palace y St. James Park me empujaba hacia Hyde Park Corner, sus jardines, la gente y los miles de puestecillos, con cervezas, salchichas, gofres, chuches XXL, etc Lo disfruté mientras pude apurar la agenda y después hacia la Estación Victoria, final de mi periplo londinense.
Tren a Gatwick, recogida de niños en aeropuerto y rumbo a Spain.
Todo en un día. Decía Séneca que "La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy" Yo diría que ese día londinense no lo perdí del todo