martes, 26 de noviembre de 2013

Pre-wiwichu

Como ya he confesado en otras ocasiones (véase wiwichu), cuando se aproximan estas fechas, empieza a mejorar mi carácter de forma manifiesta y sospechosa. Digo manifiesta porque mis amigos y familiares convocan manifestación para celebrarlo. Y digo sospechosa, porque todos los que me rodean recelan de ese acusado cambio conductual, hasta que observan el calendario, y entonces se lo explican.
Dentro de las rutinas habituales de estas fechas, se incluyen los tradicionales viajes a Londres (este año también), los cambios de guardia (este año ya no), y la previsualización de dulces, espirituosos y engalanamientos navideños varios.
Para la cosa de la logística alimentaria, suelo confiar en la experiencia y criterio profesional de las mejores plataformas de distribución alimentarias (vamos que me acerco al MAKRO), en mi infatigable búsqueda de un champagne francés similar en calidad al Dom Perignon, pero que no cueste 120€ por botella. Hasta la fecha no lo he conseguido. El problema con este champagne es beberse la primera copa. Si no lo pruebas, pues no hay problema alguno. te sigues atizando el Codorniú, y más feliz que una perdiz. Ahora, como te lo lleves a la boca, tienes un martirio seguro. Si lo compras, porque 1 botella por día de fiesta son 4 botellas y multiplicado por 120€, sale un pastón. Y si no lo compras, porque te llevas a la boca la copita de cava y los lagrimones rebosan sin dique posible.
Por supuesto que hay mucha gente que se apaña con el Cava, e incluso con la Sidra. ¿Qué les puedo decir? Que bienaventurados ellos porque se ahorran un disgusto. Por favor, seguid en la ignorancia enológica, porque es mucho mejor para vosotros.
Lo bueno que tiene la búsqueda de un imposible, como ese champagne que sepa igual y cueste menos de 40 €, pongamos por caso, o del Santo Grial, o del Arca Perdida, o del árbitro competente o del periodista objetivo, o del análisis de sangre que no duela, es que uno no se agobia mucho, porque ya sabe que la misión es imposible. Y se autodestruirá.
Yo, por ejemplo, sigo empeñado en acudir al Concierto de Año Nuevo de Viena (porque lo de los trampolines me da vértigo), y tengo la enorme tranquilidad de saber que en un futuro próximo es imposible. Unos años por una cosa (4.000€ por persona mas o menos), y otros por otra (cada persona más o menos 4.000€) Por tanto no me estreso en absoluto. Aunque todos los años me levanto (resacoso) y pienso que debería estar mezclado entre todos esos caballeros uniformados con chandal negro y pajarita. Y me lo planteo como objetivo vital del año siguiente.
En cambio, en el negociado de la ornamentación del adviento, este año he detectado una novedad espectacular. Habitualmente, en casa siempre se ha colocado un muy digno abeto de un material compuesto por estructuras poliméricas de carbono. Vale, de plástico. Y hete aquí que el mencionado abeto, no parece poseer hoja perenne, o al menos ya no es perenne, porque está bastante destrozado.
Yo soy muy partidario de aplicar un cambio radical en Navidad, y en esa línea filosófica, me he lanzado al monte (literal) , en busca de un abeto menos polimérico, y he descartado la idea por razones fundamentalmente térmicas. También organizativas, porque la que me iban a organizar en casa no iba a ser pequeña. Por tanto, vuelta a las raíces (poliméricas)
Pero la innovación de estos grandes artistas de los objetos cotidianos no tiene fin. Y los únicos que hemos encontrado son de ramas de quita y pon. Te lo dan montadito, pero esta inexplicable costumbre de quitar el árbol pasada Navidad, te obliga a desterrar el abeto al trastero. Y aquí viene el problema. Que tienes que desmontarlo rama a rama o dejarlo desplegado con la ropa de verano.
No he conseguido entender las razones de que el diseño obligue a echarle un buen rato para desmontar el árbol y volver a montarlo rama a rama el año siguiente. Igual es que el diseñador es aficionado a los puzzles o simplemente un poco cabrón.
Pero para variar, he procedido a componer un análisis algo más filosófico, y casi seguro menos ajustado a la realidad. Porqué no encontrarle la perspectiva metafórica (más bien metafísica)
Pongamos la siguiente hipótesis literaria: El árbol es como nuestra vida y cada una de las ramas es uno de esos sucesos individuales que la van condicionando. Y pongamos que cada uno de esos sucesos es adornado por nuestra particular perspectiva de ellos. Y a base de sumar cada uno de ellos colocados como un castellet, vamos forjando nuestra historia vital. Y ya puestos, podría ser que el tronco del árbol esté formado por nuestras características más profundas, más arraigadas. Y la base del árbol, esa pieza cruciforme que lo sujeta al suelo, nuestros apoyos.
Y siguiendo con la metáfora, el espumillón sería nuestro día a día, que va rodeando nuestro árbol llegando a todas las ramas. Las esferas de navidad, esas bolitas que cuando éramos niños se caían y se destrozaban en miles de fragmentos especulares, podríamos asemejarlas a esos sueños que inyectan cada situación vital, los anhelos, las esperanzas. O sea que antes se caían y se destrozaban. Y ahora, caen y rebotan, muy probablemente porque sean sueños de peor calidad o con menos calado.
Aunque también puede ser que sea una metáfora de las muchas veces en que a la vida, hay que echarle muchos ...esferas.
En mi árbol, donde habitualmente hay una estrella tipo cometa Haley, he colocado dos: Una con pelo de punta y otra con melena hasta la cintura. Las dos a la misma altura y de la misma época. Y aunque no he visto los cables, arrojan una luz azulada que me permite orientarme en la oscuridad. Y así será durante muchos años. No me cabe duda.
Pre-wiwichu a todos.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Soneto a un amigo (in memoriam)


Vi a mi amigo llorar sin cesar,
y motivos tuvo para hacerlo
siempre dudé que pudiera verlo,
fue algo muy difícil de aceptar

Si para él la vida no fue fácil,
aunque el triunfo le pudo sonreir,
percibía tristeza en su sentir
aunque a su destino le fue dócil

Si hay algo extraño en el querer,
a más querido, más desconocido;
hay reglas delicadas de entender

Si en vida no me pudo sorprender
nunca por eso fue menos querido
Yo lo hice, no lo puedo esconder 


Haiku Sonrisa

Haiku: tres versos de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente, sin rima