miércoles, 24 de diciembre de 2014

Wiwichu 2014

A pesar de que se trata de un escrito navideño en toda su pureza, no tengo intención de aburriros mucho más con mi reconocida Christmas-Filia, de la que ya he hablado en multitud de ocasiones. He reconocido sin pudor alguno que me gusta la Navidad, que disfruto enormemente de estas fechas y que mi espíritu no puede ser más afable y generoso. Por supuesto hasta Epifanía del Señor. Una vez que se marchen SSMM y sus vehículos mono-joroba, ya no respondo.
Y todo esto a pesar de que hay pequeños detalles que me irritan temporalmente, pero a los que estoy sobreviviendo con esta levitación emocional a la que me acojo estos días.
Por ejemplo, la ausencia de christmas-celulosa y la proliferación de christmas-gift. Si es que no es lo mismo. A mí, que me ha tocado escribir unos cuantos cienes, con la correspondiente tendinitis, me gustaba muchísimo establecer categorías subliminales entre los receptores.
Los amigos: Caligrafía generosa, ininteligible. La mía de toda la vida. Con todas las recetas a su espalda, con millones de páginas de apuntes. O sea irradiando antoniadis desde el corazón, desde los músculos, los tendones y el alma. Con mensajes personales, con bromas particulares. Arriesgados, porque los amigos nos lo perdonamos todo
Los aspirantes a clientes: Mayúsculas. Formalidad. Mensaje estandarizado. Que se vea que somos gente seria. Nada de bromas, ni riesgos. Nada de fútbol ni de mujeres ni obviamente de política. Rápidos pero insulsos.
Los clientes: Cálidos. Agradecidos. Pelotas, con falsa camaradería. Con deseos de continuar muchos años más (Normal: más años, más beneficios)
En cambio, actualmente se reciben christmas por email, por whatsapp, por MMS. Memos, fotografías, poster, todos ellos creados por personas ajenas a nosotros y con una gran cantidad de tiempo libre, por lo que se ve. Es decir, que solo transmitimos en boca de otros. Usurpamos emociones de otros, o al menos existe una sospechosa coincidencia entre las suyas y las nuestras.
Es verdad que no todos tenemos esa capacidad para encontrar esa graciosa combinación de imágenes y lemas o eslogans. No es fácil . Pero desde luego, prefiero la imperfección de un amigo a la precisión de un desconocido.
También me ha fastidiado observar en la Plaza Mayor y aledaños,  la presencia de elementos o iconos que no tienen ninguna relación con la Navidad. Simpsons, Spidermans, mimos manostijeras, etc. No me parecía mal la presencia de Donalds o Minnies, hasta que ví cómo los entrevistaban por Telemadrid y contestaban con un inequívoco acento sudamericano. Hombre, un poco de rigor. A Donald no se le entiende, por definición, y Minnie no habla. Se gira con un aire coqueta, hace como que se ruboriza, incluso besa a Mickie, pero no habla.Un respeto.
En la propia Plaza Mayor, es decepcionante observar el enorme deterioro a la que ha sido sometido el antaño zoco navideño. Todas las casetas más o menos ordenadas y todas más o menos vendiendo lo mismo, y a los mismos desorbitados precios. Solo un detalle. En la parte superior, donde se iza la persiana que tapa el kiosco, una vez recogida, observé la presencia de un pequeño polipasto, colocado con el fin de evitar esfuerzos al colocar la persiana. Como lo escucháis. Ya no es necesario los palos y la ayuda de 3 personas para izarla. No se dónde vamos a ir a parar.
¿Y qué me decís del cambio de Rey en el Mensaje navideño?. A mí, me descoloca. Escuchar al Rey Juan Carlos, mientras que se va colocando la mesa, es una tradición ancestral que se ha perdido definitivamente. Podían haberle dejado como Rey honorario solo para Navidad. La profundidad del mensaje, su salero y soltura ante las cámaras son insustituibles. Y nos colocan al Rey Felipe, recién llegado, y con ganas de agradar. Dios nos asista.Como diga algo en serio, a ver qué hacemos con los langostinos.
En fin, en esas cosas iba pensando cuando descendía los peldaños de los sótanos de la Plaza de las Descalzas Reales, camino de la tienda de discos usados de La Metralleta. Probablemente hacía 30 años que no iba. Pero en esta ocasión iba acompañado o escoltado, según se mire. Mi hija había manifestado su interés por  este ancestral establecimiento, tras un reportaje de TV, y por fin podía acompañarla.
Mis sensaciones fueron poco más menos las mismas de siempre. Deseos de llevarme la tienda entera, emoción ante ese LP de Ramones, ante ese sencillo de Roxy Music, ante ese destartalado vinilo de Siniestro Total. Mi hija se quejó de la extraordinaria abundancia de discos y su imposibilidad de elegir entre todos. Si es que me ha salido rockera. Y papá, paga. Y encantado. estamos en Navidad


lunes, 8 de diciembre de 2014

Dan las seis (sintonizo a los Stones)

En honor a la verdad, pensaba que el reencuentro con estas letrillas, en este contexto tan público y tan íntimo a la vez, sería muy gratificante, como casi siempre. Pero lo cierto es que he sufrido una pequeña punzada de culpabilidad cuando he descubierto que llevaba dos meses sin ponerme al teclado.
Puedo encontrar múltiples explicaciones o excusas para tan vergonzosa falta, pero seguramente la explicación es más sencilla: No tenía nada que decir o al menos no quería decirlo. Lo cierto es que en el momento presente, no tengo una explicación mejor.
Es verdad que estuve tentado de abandonar la habitual línea editorial de antoniadis9 y expresar mis pensamientos al respecto de la actualidad política (me refiero a la política como apasionante campo de conocimiento y no a la vulgar utilización que de la misma hacen los malos políticos y los aspirante a malos políticos) En concreto iba a proponer la hipótesis de la progresiva helenización de España, basándome en la vergonzosa vulgaridad a la que medios de comunicación, ciudadanos y caraduras profesionales han conseguido hacernos creer que es la actividad política. Es decir, como en Grecia.
Sobre la situación griega, el escritor Petros Markaris ha escrito con mucha mayor soltura, conocimiento, ironíoa y diversión de lo que yo podría hacer en siete siglos, así que no me molesto. Y en cuanto a lo de la hipótesis, pues me da mucha pereza compartir mis puntos de vista, porque todas las conversaciones sobre este tema acaba con la coletilla "todos son unos sinvergüenzas" Y como no me apetece defender a quién no lo merece y no puedo competir con los absurdos debates en los que los periodistas menos capaces y los politicoides menos formados se pelean por quitarse el turno de palabra, pues me abstendré de intentarlo, no sin antes decir que un día puede que toque arremangarse y enfangarse del todo, y ese día puede que no sea tan lejano. Por supuesto, después de Navidad.
Y es que estamos en Navidad, lo que comunico para general conocimiento. Y ya sabéis lo que pasa en estas fechas. Que me vengo arriba de forma inmisericorde. Que me atrevo con todo y todo lo veo estupendamente. Que puedo enfrentarme con hidras de siete cabezas (claro, no hay de otro tipo) con un pelapatatas y sin que se me borre la sonrisa. Que me pueden llevar a la orilla de la Laguna Estigia y simplemente me pego un bañito.
Y no es que este año viniera retorcido ni mustio. Me voy encontrando progresivamente más animado, menos taciturno, más alegre, más bromista. Más yo mismo, tengo que decir. Pero es que veo el arbolito y es como si me hubiesen dado cuerda o me hubiesen colocado las alcalinas AAA de la reconocida marca del conejito.
Así que este año he decidido iniciar los festejos navideños con una recopilación musical, sin villancicos, claro está. Algo así como un grandes éxitos de mi vida, pero en los que no he tenido  nada que ver, porque el Altísimo o las fuerzas Big Bang o lo que sea que me hubiese colocado en este mundo, no me ha bendecido con el don de la armonía o la musicalidad. Vamos que tengo una oreja versus la otra.
Pero a veces uno empieza tareas con un propósito concreto,  y la cosa acaba como el rosario de la aurora. Recuerdo un pasaje de los Crímenes de la Calle Morgue, de Edgar Allan Poe, en la que uno de los personajes consigue adivinar los pensamientos del otro, estableciendo la cadena de concatenación de los mismos. En mi caso, os aseguro que la cosa fue más sencilla: Caí en la trampa de relacionar cada una de las canciones que seleccionaba con aquellos pasajes de mi vida en los que coincidieron temporalmente. Y la cosa acabó componiendo una especie de Banda Sonora Original.
Y claro, una cosa llevó a la otra, y la recopilación musical acabó en una recopilación vital. Y como la vida, con sus momentos nostálgicos, alegres, tristes, severos, impactantes, significativos, superflúos, hondos y dolorosos.
Por momentos pensaba quién demonios me había mandado meterme en semejante huracán emocional, pero como el único responsable es el único sufridor, pues aparte de la cara de tonto que se te queda, no hay mucho que se pueda hacer. Relajarse y disfrutar. O sufrir.
De aquí viene el título del post. Extraído directamente de la canción de Burning "Una noche sin tí" Que es un pedazo de tema, pero no precisamente la alegría de la huerta. Habla de un tipo que espera y espera la aparición de su amada, y que entretanto encuentra compañía en los Stones y en Eric Burdon, en los viejos blues y en el viejo rock and roll.
Ante semejante tesitura, solo cabía una de estas dos opciones: La primera, abandonarse a los recuerdos y que ellos tomaran los mandos. Esto podría dar lugar a consecuencias irreparables. Uno necesita pensamientos positivos para gobernarse porque los demonios circulan ordenadamente a su alrededor, hasta que te pillan con la guardia baja; Como en el juego de las sillas musicales, que todos circulan armónicamente alrededor de las sillas hasta que cesa la música y los jugadores asaltan los huecos vacíos cuales pirañas del Amazonas.
La segunda alternativa consiste en jugar la estrategia dominante. Este concepto se estudia en teoría de juegos. Yo de eso no tengo ni una alejada idea, pero en mis proximidades cotidianas tengo un experto, y eso ha hecho que pueda al menos deducir que eso de dominante debe ser mejor que dominado. Aunque seguro que algún lector ya se ha imaginado lo que no se pretende. Seriedad.
¿Cuál sería la estrategia dominante? Pues aquella en la que el jugador puede optar por una alternativa beneficiosa para él, independientemente de lo que haga el rival.
Siguiendo la metáfora, mi estrategia dominante sería la siguiente: Utilizo los recuerdos a mi entera conveniencia, seleccionando los más agradables cuando esté más apagado y los más tristes cuando esté más eufórico. Claro que también podría utilizar las mejores evocaciones para los mejores momentos y así prolongar y aumentar los momentos positivos.O los más tristes en los peores momentos para comprender que en peores plazas hemos toreado.
Pues esta será una estrategia dominante, pero me mete en un follón del quince. Pero al fin y al cabo, yo elijo. Que me cueste seleccionar el momento y las condiciones de traer a escena unos u otros recuerdos no quita para que yo soy el que toma la decisión, y ningún diablillo lo va a hacer por mí.
Y como estamos en Navidad, pues me da que los recuerdos tristes se van a quedar sin regalo de Reyes. De momento he vuelto a ver a los mejores amigos, he invertido y he compartido tiempo con ellos, y me ha hecho feliz.
Así que de momento voy ganando por goleada. Es que tengo mucho arsenal.