viernes, 23 de diciembre de 2016

Café Para Todos

Siguiendo lo previsto en mi última entrada “Wiwichu 2016“, procedo a cumplimentar las peticiones de los lectores.

La tercera petición proviene del blog de  Lilibeth García Mollá, que solicitó lo siguiente: “Como veo que tienes muy vivo el espíritu navideño y a mi me gusta retar(o pedir), quiero un micro cuento que hable de como es la gente según el café que tome…wiwichu too!!”

 

“¿Está vd. completamente seguro?”

“Es la tercera vez que me lo pregunta. ¿Se cree que no sé cómo me gusta el café?”

“Sí, pero…No se preocupe. Café solo con unas gotas de coñac. Carajillo ligero marchando.”

Pero esa noche no pudo conciliar el sueño. Su know-how, su marca personal, su factor diferencial se tambaleaba. Hasta la fecha jamás había fallado un café. Casi treinta años de profesión. Desde los primeros pasos tras la barra, había tenido ese instinto. La personalidad del cliente, su edad, su aspecto físico, su modus operandi. Recogía todas las señales, las procesaba, y simplemente acertaba.

En lo que no entraba nunca es en la nomenclatura. El cliente le llamaría manchado, cortado largo, corto de café, con una nube, o como le diera la real gana. Pero el café siempre estaba a su gusto.Pero había fallado. Pensó en renunciar, en dejar que el cliente pidiera su café, como en el resto de los bares del mundo. Seguramente ese fallo no debía significar tanto, pero era un indicio. La edad llega para todos, inexorable, paciente. El momento de la reflexión.

En realidad, su técnica se basaba en cuatro reglas muy sencillas, con cierto aderezo personal:

  1. El aspecto físico es fundamental. Si tiene ojeras, parece preocupado o despistado, tarda en pedir y busca asiento en la barra, el cliente requiere al menos la mitad de café puro, preferiblemente natural
  2. Si va primero a la mesa, deja las cosas y luego pide, es un café con leche, de libro, con más leche que café y a temperatura elevada. El cliente tiene previsto dejar que se enfríe a ritmo lento. No tiene prisa por entrar a trabajar
  3. Los que tienen pinta de querer el café para llevar, van directos a la barra, no miran periódico, llevan el importe preparado y ya están buscando el palito y el sobre de azúcar. No llevan las llaves del coche, porque lo dejan en marcha. A esos, da lo mismo cómo se lo pongas, se lo van a tomar sin paladearlo
  4. Las chicas de cualquier edad, lo quieren con leche, salvo que se les aplique el punto 1

Seguro que hay algún lector que piensa que siempre hay excepciones, y está en lo cierto. Ese es su aderezo personal. Detectar las personas excepcionales. Pero, ¿ a quién se le escapa detectar a una persona excepcional? A nadie. Solo hay que echarles la vista encima y esperar a ver cómo saludan. Las personas excepcionales, lo son en los pequeños detalles también. O además. O principalmente.

Ya en las escaleras de entrada, un grupo de trasnochadores de jueves, intercambiaban su dinero. “Os dije que siempre acertaba. Soltad la pasta” “Allá van mis cinco euros. Nunca lo hubiese dicho. Le he pedido el carajillo por joder. Es que no falla una, el cabrón del camarero”

“Barista, ceporro. Se dice barista”


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