domingo, 11 de diciembre de 2016

En Justa Reciprocidad (III)

Es bien conocido que la intuición se define como el saber empírico inmediato. E inmediatamente supe que íbamos a tener problemas para agarrar nuestro vuelo. Llamadlo intención, o simple observación de apareamiento playero. Salvo por el hecho de que los desemparejados sufrían el acoso y derribo de los varones brasileros, todo iba bastante bien.

Salvo, quizás, el hecho de que el novio había desaparecido. Eso sí que podría ser un pequeño inconveniente.

Me costó un buen rato reunir a los amigos en un único corrillo constituido en Gabinete De Crisis, pero mucho más que se difuminaran los últimos rastros de cualesquiera actividad lúdico-festiva que estuviesen llevando a cabo.

La cafeína brasilera obró el pequeño de milagro de transmitir a esta panda de indocumentados, la enorme gravedad de la situación. Esquematicé al máximo la situación: Nosotros estábamos en Rio y teníamos que estar en Madrid. Para ello necesitábamos tomar el avión y llevar a Santi a bordo para que culminara la locura en el altar. Señalé las dificultades (Santi, que no estaba. El avión, que se iría sin nosotros) y creo que las asimilaron. Hubo cierta reflexión colectiva de las consecuencias de no culminar nuestra misión. Todos convinimos que si no colocábamos a Santi en el altar, lo mejor que podíamos hacer era robar un banco para que nos encerrasen en una cárcel brasileña, porque la vuelta a España sería implanteable.

Afortunadamente todos somos tipos de recursos. Movilizamos todas nuestras capacidades y posibilidades. Yo llamé a un Comisario de Policía español que había tenido contactos en Río. En realidad, sus contactos eran prácticamente todos femeninos y alejados del mundo de la Seguridad ciudadana, pero toda ayuda era poca en aquel momento. Mandamos a dos al aeropuerto para confirmar las posibilidades de embarque, las horas, los retrasos, rutas alternativas, etc. Otros al Consulado español, para explicar la situación y que nos hiciesen de intermediarios ante la Policía, si fuese preciso. Otro, junto con algunas garotas, a explorar la playa entera, unos cuatro kilómetros. Yo me quedé para coordinar la operación y aguardar a Santi.

Para amenizar la espera, recibí una llamada de Maika, la novia de Santi. Aquella con la que pasé una noche inolvidable, y muchas más reuniones de amigos tensas e incómodas. Le pregunté por el motivo de su llamada, y tuve que apartar el auricular medio metro. Al parecer, se estaba sintiendo molesta por ese pequeño detalle de no saber nada de Santi el día antes de la boda. Alegué que eso traía mala suerte. Volví a separar el altavoz medio metro. No parecía haberle convencido el argumento. Es raro, yo pensé que era bastante sólido. Por no aburrirles, Maika estaba disgustada. Y yo, amenazado de muerte. Tuve que prometerle por mi honor que Santi estaría al pie del altar. Cuando finalmente colgó, ya estaba yo bastante más preocupado que antes.

El regreso de la expedición estaba pactado para dentro de sesenta minutos justos. Entretanto, pregunté a los que pude. Como Santi había ido sin traje de baño, tuvimos que comprarle uno de Bob Esponja, color esponja, naturalmente. Esa fue nuestra seña de identidad: Español, rubio, alto, (siempre fue el portero de nuestro equipo en el colegio), con bañador Bob Esponja. La mayoría pensaba que les estaba vacilando, entre la descripción y mi registro idiomático. Los que no, solo decían “español”

La reunificación del equipo arrojó escasos resultados prácticos. La mejor noticia, del aeropuerto. En tres horas salía el último vuelo que llegaría a Madrid a las 11:00 hora española. La boda estaba prevista a las 12:00, por lo que disponíamos de sesenta minutos para llegar a Barajas, coger un taxi, ir a casa del novio, vestirlo, coger los anillos y dirigirnos al Monasterio De El Paular, en la Sierra de Guadarrama, a setenta y cinco kilómetros de Madrid. Sobraba tiempo.

Claro que estaba el pequeño problema del novio. Cuando pasó el hombre orquesta con las bebidas, las frutas, y el resto de avalorios playeros, le pedimos algunas botellas de agua, ya que la adrenalina nos secaba las mucosas. No se como surgió, pero hablamos de la desaparición de Santi, y al mencionar el bañador de Bob Esponja, nos dijo algo así como Leme. Le interrogamos, pero fue imposible entender algo más. Pero una de las garotas nos aclaró que se refería a Praia Do Leme, algo así como la continuación de Copacabana. Al parecer, el hombre orquesta había visto a Santi allí. Nos dirigimos hacia allá, recorriendo la totalidad de la playa de Copacabana, saltando cuerpos, regateando sombrillas, ignorando sonrisas cantarinas. Estábamos en misión oficial.

El corazón me dio un vuelco cuando observé la espigada silueta de un rubio con bañador de Bob Esponja, ocupando la portería de abajo, la más alejada al Pan de Azucar, inmerso en un partido de fútbol playa. Casi me da un infarto. Nosotros muertos de miedo, y él de portero.

Ibamos a invadir el campo, cuando los suplentes del que parece ser podría ser el equipo de Santi, nos detuvieron con muy mala leche, y nos obligaron a quedarnos fuera de los márgenes del campo. Preguntamos cuánto quedaba, y nos contestaron que estaban en el descuento. Decidimos esperar, porque unos minutos más no iban a variar el pedazo de problema, y que nos lincharan, sí.

Cuando el árbitro ordenó el final de partido, nos abalanzamos a la portería, y a Santi solo le dio tiempo a decir: “Me obligan a quedarme porque no tiene portero, se les ha lesionado en el calentamiento. Y esto viene a ser como la Champions League de Copacabana. He intentado irme tres veces, y no me han dejado. Así que he decidido que lo mejor que puedo hacer es mantener su portería a cero, que ganen el torneo y largarnos a toda leche”

Viendo que el pobre Santi solo había adoptado la única posición posible, nos concentramos en conversar con el entrenador, que nos explicó que el partido ya había terminado. ¿Podíamos llevarnos a Santi? “Imposible. Penales”

El partido había terminado, pero con empate. El ganador, a lanzamientos de penalty. Obviamente, con Santi de portero.

(Solo queda una última entrega)

 


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