martes, 29 de octubre de 2013

Opera Prima


Fueron tiempos de valor y de inconsciencia,
de audacia y de locura, entusiasmo e insensatez.
Siendo el mismo o no lo soy o no lo era. O lo fuí o ni siquiera.
Vivíamos la infinita indulgencia de la primera vez.

Entonces había luz en la gruta, sol en la tormenta y esperanza en el caos.
Hoy es negro el resplandor, hay tempestad en la calma y desgracias por doquier.
Desde entonces hasta ahora, la erosión del alma, la caída del velo
y el dolor de la traición.

Pero ella coge el pincel, me dirige su sonrisa y pinta el atardecer.
Y sin aviso, como un perrito sumiso, me veo en aquellas tardes
donde nada era más importante que una puesta de sol.

Me giro hacia la gruta y veo cómo reluce;
No hay tempestad ni lluvia
Quizás algunas nubes, que viajan sin temblor.

Con miedo lo diviso, lo disfruto y lo amo, me preocupa y me seduce.
Y comprendo que es etéreo, que se puede evaporar,
como el rocío de las flores que solíamos contemplar.



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