miércoles, 27 de diciembre de 2017

El Revolver

Hoy atendemos la petición de Ana Centellas. Ya se que ayer recibió lo que podría considerarse un aperitivo. Pero este espectáculo de mujer y de escritora, merece un escrito inédito, como ya avisé. 

Y Ana solicitó un relato malvado. Y original, y aquí está.

Se titula “El Revolver”, y se ha escrito en exclusiva para Ana. Y ella permite que lo leáis vosotros, en su inagotable generosidad.

Para Ana, y para vosotros.

Aún recuerdo cómo encendías tu risa al esgrimir aquel pequeño revolver que conservabas desde que nos conocimos. Lo guardabas para mí, para nosotros, en el convencimiento de que nunca podríamos ser felices del todo, que la manera en la que nos conocimos determinaría el relato de una vida negra, marcada por el odio y la tragedia.

Nunca nos pedimos cuentas, fuimos cómplices todos y cada uno de los instantes de nuestra existencia, transformando el recuerdo del delito en el más potente adhesivo que se conozca, el único capaz de conseguir que nuestras almas pasaran a ser una sola, que nuestros corazones latieran sincrónicos, que nuestras células se reprodujeran al unísono.

Siempre supimos que llegaría el momento, que en uno cualesquiera de los momentos que compartíamos, seríamos interrumpidos por la acción de lo que sarcásticamente se suele denominar justicia. Que vendrían exhibiendo un cuaderno de cuentas, en el que nos nombrarían deudores de tiempo, de nuestro tiempo juntos. Y que partirían en dos nuestra vivencia.

Convinimos que estaríamos juntos, que que solo nosotros podríamos decidir el momento, el modo y manera. Sin reproches, sin lamentos, convencidos y unidos, escribiendo nuestro destino como el de un poema inacabado.

Siempre respeté tu turno, cuando disparaste entonces, cuando lo hiciste ahora. Claro que podrías engañarme, conservar tu vida, acaso otorgarme el mérito de aquel asesinato. Y sin embargo, te creí entonces, te creo ahora. Respeté tu turno, coloqué mi muerte en tus manos, y no me fallaste.

A pesar de aquella risa que exhibías al apretar el gatillo.


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