domingo, 26 de febrero de 2017

La Mecedora

Me recuerdas al balanceo de una mecedora de madera, de las que había una en cada casa de pueblo, reservada para la abuela, donde tejía, observaba y pronunciaba pocas, pero escogidas palabras, en forma de refranes, anécdotas o sabidurías populares.

Porque el único impulso que generas es el del inicio del movimiento. Y a partir de ahí, solo la inercia, sin iniciativa, sin esfuerzo, sin riesgo y sin dolor.

El problema es que me arrastras en tu balanceo. A veces arriba, las más. abajo, pero siempre en la zona de confort. Como cuando de pequeña pintabas sin salirte del dibujo, sin arriesgar, sin ofrecer una mínima transgresión de las normas, aportando fiabilidad y respeto, pero nunca pasión o esfuerzo.

Porque me veo atrapado en la nada, porque se van diluyendo mis sueños en las hojas del calendario, porque me rodean arenas movedizas, de las que no puedo salir sólo con el balanceo.

Me recuerdas al balanceo de una mecedora de madera, crujiendo con los años, requiriendo lijados, ajustes, aceites, para que conserve el movimiento sin romperse, para que pueda seguir generando refranes, anécdotas y saberes, que permitan mantener la calma y el vacío, apoyados por argumentos etéreos y falaces. Sin riesgos, sin heridas, sin avances.


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