sábado, 18 de febrero de 2017

Ahora Sé Que el Rock And Roll

Sólo nos gusta a ti y a mí


Nos encontrábamos una y otra vez en las colas de los conciertos de esos grupos descatalogados, compuestos por músicos entusiastas que no pasaron el corte de los gustos de las discográficas, los DJs de moda o la dictadura del gran público. Entre nosotros dos, y otros cuatro o cinco irredentos ocasionales, llenábamos hasta la bandera el aforo de todos y cada uno de los garitos, así eran las dimensiones.

Como suele ocurrir en estos casos, miradas curiosas en las primeras ocasiones en las que coincidimos, dieron paso a saludos afables con movimientos de cabeza, leve izado de mano, algún guiño de camaradería, siempre y cuando estuviésemos solos. Cuando alguien nos acompañaba, mínimo reconocimiento a través de una sonrisa, y a veces ni eso.

En uno de esos conciertos en los que las treinta personas asistentes, tirando por lo alto, dificultaban el acceso a la barra, me decidí a traerle una cerveza; De la que había, sin posibilidad de elección. La marca de la misma no debió de ser de su agrado, como no lo fue del mío, por lo que su mueca de contrariedad, fue seguida y amplificada por la mía. Se trataba de una cerveza local, con estándares de calidad muy alejados de nuestra Mahou. A voz en grito nos presentamos y le pedí disculpas por la marca de la cerveza. Ella me reconoció el gesto, por encima de la calidad de la birra. Lógicamente ocupé un espacio en su proximidad durante el resto del concierto, que resultó de extraordinaria factura musical y pésima calidad técnica, como casi siempre.

A la salida, intercambiamos comentarios sobre el presente y otros conciertos en los que habíamos coincidido, resultando escasas discrepancias y enormes coincidencias en los que se refiere a gustos musicales. Prolongamos la conversación en uno cualquiera de los varios locales disponibles, y nos dieron las tantas. Ninguno de los dos estábamos en nuestra ciudad y no teníamos excesiva prisa.  Los temas musicales evolucionaron a aspectos más personales, y la compañía de una cerveza decente, facilitó la intimidad entre ambos. No era un entorno fácil para la conversación; La línea editorial del garito, basado en una rigurosa selección  del heavy-metal más ruidoso, no permitía la fluidez en el intercambio de pensamientos u opiniones, por lo que fue necesario aproximar la posición de ambos, para poder escucharnos mínimamente; Inconscientemente, decidimos rozar nuestras mejillas, de tal forma que yo podía notar su calidez, y ella el afeitado inperfecto de esas horas de la noche. Un pequeño bandazo musical colocó a Burning como la banda sonora de nuestro beso, tan deseado como inevitable. Paradójicamente, el beso fue mucho más tierno de lo que cabría esperar de dos viejos rockeros cuarentones, donde la edad aprieta y condiciona ciertas urgencias. La crónica del resto de la noche se podría resumir en cervezas, arrumacos y rock and roll. Bastante de cada, eso sí.

Por razones que desconozco, no compartimos lecho. No sé si ella quería, no estoy seguro de que yo lo quisiera. Probablemente, no quisimos banalizar algo tan sagrado como el rock and roll, con algo tan trivial como el sexo. Sin duda eso fue lo que ocurrió.

 

El título de la entrada se debe a una estrofa de la canción “Corre Conmigo“, de Burning

La fotografía de portada está tomada de Flickr http://ift.tt/1xMEizN

 


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