lunes, 8 de mayo de 2017

Esas Otras Parejas

Todo fue en vano. Te rogué, supliqué, imploré. Me humillé hasta el límite o inventé uno nuevo. Todo fue en vano.

Era previsible. No eres de las que se quedan. Es un rasgo distintivo de tu carácter. O quizá una sádica estrategia para eludir el amor. Lo desconozco. Me resulta indiferente. Curiosidad científica, si acaso.

Dicen, me dijeron, que lo mejor para mí es tu ausencia. Y reconozco el argumento, lo admito y lo asimilo. Pero no lo acepto. Porque en la diatriba entre sufrirte o perderte, deme el cielo siglos de sufrimiento. Permítame el firmamento rozar la locura, planear sobre el desconsuelo, sumergirme en la desdicha, siempre que sea a tu lado.

Porque mi soledad no es más que un sinónimo de tu falta. Porque reconozco que me faltan tus vejaciones, tus desprecios, tu odio, si me apuras. Cómo añoro esos días, cómo me duele recordarlos y perderlos.

No soy digno de ti, vaya obviedad. Pero siempre pensé que podría servirte de acerijo, que podría ser el mensajero al que matar, el esclavo al que pisotear, el súbito al que aplastar.

Lo hice tan bien como pude, lo intenté, te lo juro. Cuando llorabas te besaba, para que me explicaras todos los detalles por los que me desprecias. Cuando me amabas procuraba ser torpe, inoportuno, vulgar, para que pudieras odiarme por ello con más razón, si cabe. Y cuando te veía feliz, procuraba estar cerca, para que pudieras restregármelo a la cara. Cuando buscabas a cualquier otro, te allanaba el camino, te dejaba o recogía, para ser el mejor de los cornudos, el más servil de los despreciables hombres del mundo.

Y aún así, me dejaste. Yo no lo critico, por favor, quiero aclarártelo. No hay nada que hicieras a lo que no tengas derecho, líbreme dios de decir lo contrario. Pero has de comprender que mi función en esta vida es mantener mi desgracia viva, para procurar tu dicha o reducir tu desdicha. Y en esta ocasión, debo llevar a cabo el sacrificio completo, el más abnegado de los actos que pueden realizarse por otra persona, con el único fin de estar a la altura de lo que esperas de mí.

Puedo entender tu desconcierto al seccionar la carótida, nada más razonable. Cómo no iba a entenderlo. Pudo causarte una cierta sorpresa, ya lo comprendo. Y sé, que a pesar de tu asombrada expresión, acabarás por darte cuenta de que con este último acto, solo coloco la guinda del pastel de mi profunda admiración y desvelo por ti. Acéptalo como esa última ofrenda, la que realizo con un fondo musical de sirenas, ayes y gritos, la mejor de las bandas sonoras. Porque no solo vivirás eternamente, sino que lo harás como una heroína, un mito, una leyenda. Escribirán en tu honor, expondrán tus mejores fotografías, elogiarán tu vida.

Y yo pasaré a la historia como el depravado, insulso, invisible y molesto individuo en el que me he convertido para ti.

Sonríe, oferta tu mejor perfil, olvida las manchas de sangre, no pongas esa cara. Deja que por un momento te sujete en mis manos, y te mire con toda veneración. Que nos inmortalicen a los tres: A ti, a mí, y a este cuchillo que ha parecido cobrar vida propia en mis manos.

Sonríe.


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