martes, 23 de mayo de 2017

A Tu Encuentro

Volvía por el camino arcilloso que linda con el riachuelo, recogiendo una de cada dos florecillas silvestres, a modo de botín tras la batalla, para colocarlo justo a tus pies en nuestro reencuentro.

Volvía sin prisa, a sabiendas de que me aguardabas inquieta, con el único objetivo de aumentar el deseo de verte, de hacer que ese regreso cotidiano al final de la jornada, ascendiera a la categoría de suprema experiencia emocional.

Y tú lo sabías, lo veía en tu expresión al recibirme, con esa mezcla de alborozo y reproche, como se mira a un chiquillo travieso, a punto de romper la armónica colocación de platos, vajillas y muebles, al jugar con la pelota.

Lo sabías como siempre, como sabes que lo nuestro no puede ser resumido en un “Te Quiero”, como sabes que estamos alineados en todas y cada una de las dimensiones espaciales, temporales y etéreas.

Para qué contarte cómo mi alma pasa al estado de expansión absoluta, al detectar tus pasos en las maderas del porche de la entrada, qué voy a relevarte si hasta los pájaros paralizan sus cantos, asustados por los latidos de mi corazón.

Para qué contarte, mi cielo, qué esta vida sólo tiene tres actos, el argumento de quererte, el nudo en el que sobrevivo a diario, y ese feliz desenlace que me aguarda cada tarde, cuando tus cabellos al viento semejan el faro que guía mi navío hacia ti.

Déjame decirte que en esas pocas leguas la felicidad sangra por los poros de mi piel, las lágrimas se derraman sin aparente motivo, la respiración se acelera y me invento una brisa vespertina el más caluroso día del verano.

Déjame decirte que durante todos estos años de tu ausencia, no ha habido un solo día en el que no esperase tu encuentro en mis brazos, ni un solo día en el que no llorase tu falta, ni un solo día en el que no diera las gracias al cielo por todos y cada uno de los momentos que vivimos juntos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo que tu quieras