Siento que me adentro en territorio enemigo cuando me ofreces tus labios.
Siento la exquisita celada que me tiendes cada vez que me miras con deseo
Vivo como caída libre cada uno de los momentos que me cedes en tu lecho
Vivo estremecido esperando al puñal que me atravesará guiado por tus manos
Espero a cada instante esa frase de desprecio que pronuncias sin temblores en la voz
Espero con paciencia ese gesto humillante con el que sueles obsequiarme al alba
Percibo el deterioro de mi alma con cada uno de los arrebatos que proyectas hacia mí
Percibo turbulencias en el paso de mi sangre cuando me diriges la palabra
Tropiezo las irregularidades del empedrado de la calle que nos contempla en la tarde
Tropiezo con la ilusión absurda de que a tu manera, a tu pesar, me quieres
Acabo con mi vida al contemplarte abrazada a cualquier desconocido en mi presencia
Acabo derrotado, humillado, alcoholizado y roto en cada una de esas muchas noches
Las noches que no duermo en territorio enemigo
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