viernes, 5 de enero de 2018

Unicornio, Incienso y Mirra

La noticia saltó como un misil nuclear. El Grupo de Historias Bíblicas de la Universidad de Trípoli, ha podido descartar, fuera de toda duda razonable, la Leyenda de que los Reyes Magos acudieran a adorar al Niño Jesús montados en camellos, incluso en dromedarios. Los vestigios descubiertos a orillas del Río Jordán, demuestran que los correajes empleados para guiar a los animales que transportaban a SSMM, no se acoplan exactamente a la anatomía de los camélidos. Si bien es cierto que existen correas para lo que podría ser el cráneo y la mandíbula de los animales, que a todas luces ha podido ser la causa de la confusión, no es menos cierto que se ha observado la existencia de un agujero labrado en el correaje, de posición centrada y diámetro amplio, cuya utilidad sería nula en el manejo de camellos y dromedarios.

Se especula con dos hipótesis. Por un lado, la más conservadora, habla de un principio de eficiencia en la fabricación. Una especie de correaje multiuso, homologado para todo tipo de animales de tiro y transporte, que simplemente ofrecería múltiples posibilidades de anclaje, incluidos fardos y enseres. Quizá sería una manera burda de sujetar un ánfora cilíndrico, que pudiese transportar el agua de los viajeros, aunque en principio se descarta por razones ergonómicas.

La segunda opción parece mucho más realista, y nos ayudaría a entender algunos de los misterios que siempre han envuelto la figura de los Reyes Magos de Oriente. Los investigadores formulan la hipótesis de que los animales que transportaban a los Reyes Magos, fuesen simplemente unicornios, a diferencia de lo  mantenido por la tradición cristiana, durante tantos siglos. Obviamente, eso explicaría la aparición del orificio descubierto en el centro del correaje. Pero también resolvería el misterio de la celeridad de los Reyes en su entrega de la noche del cinco de enero. Naturalmente, no se discute el incremento de eficiencia logística, si SSMM viajasen montados en un animal tan completo como el unicornio. Rápido, mágico, centelleante y colorido. Así es como los investigadores describen a esos animales. Por una vez parece que la ciencia y la ilusión van de la mano, porque…¿Qué esperamos los ciudadanos de a pie, de una figura mitológica como el unicornio?

En realidad, no demasiado. Los queremos en nuestras vidas porque proyectan un halo de esperanza que nos permite encarar las múltiples dificultades e incidencias que nos encontramos en el día a día. Porque nuestra existencia se ve tiznada de sombras y oscuridad mucho más a menudo de lo que nos gustaría. Quizás porque nuestros poetas han tirado la toalla de la esperanza, y se limitan a la simple descripción de las desgracias ya conocidas. Acaso porque bardos y trovadores han desterrado las rimas y elegías, para concentrarse en una crónica canción protesta, cuya tristeza y melancolía, se ve acentuada por los lastimeros rasgueos de sus laúdes. Porque los niños parecen contagiarse de esa atmósfera de pesimismo vital que afecta a nuestra sociedad, sin que los juegos, las risas y las bromas parezcan ser aceptados por los usos y costumbres.

En efecto, queremos, necesitamos, un unicornio en nuestras vidas. El mío es monocromo, lo confieso, pero lo tuneo todas las Navidades, le tizno de colorines, de estrellas, de globos y de lunares. Subo a todos los niños que me encuentro, para que observen las cosas en perspectiva, para que sepan que existe otro mundo, el de las nubes, el del arco iris, el de los aprecios y los gozos. Solo en Navidad, qué le voy a hacer. Porque mi unicornio ya es mayorcito, no puedo castigarle con la responsabilidad de resolver todos los males del mundo, he de dosificarlo para ocasiones especiales, en las que los corazones estén predispuestos, en los que los colores y las luces no sean rechazados como un incordio. En el que los regalos y los abrazos, formen parte de la agenda del día.

Y cuando me abandone, cuando mi unicornio parta por fin a las praderas de su retiro, para cabalgar y volar libre, sin correajes ni ataduras, espero que desde donde se halle, pueda transmitir a los nuevos unicornios la magia de la Navidad, de la época en la que su trabajo, su único trabajo, es el reparto indiscriminado y aleatorio de afectos y alegrías, extendiendo su estela a lo largo del Calendario de Adviento.


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