Me hallaba en la cima del arroyo, esperando tu llegada al río
Valorando nubes y estrellas, comparándolas contigo
Y ellas palidecían de envidia ante el reflejo de tus focos
Todos los colores y calores, reposaban en el fondo de tus ojos
Sin sostener la mirada, recitaba la totalidad de mis deseos
En la esperanza de que tu generosidad concediera alguno de ellos
Aún siendo consciente de mis limitaciones, de la escasez de mi alma
Solo se me ocurrió arrancarme el corazón y colocarlo en una rama
A tu alcance, a tu risa, a tu beso, expuesto a tu desprecio
Como máxima expresión de humillación de un necio
Y ella se estremeció, me abrazó y me olvidó
Nunca me arrepentí de lo hecho, aunque nunca volvió.
Sigo en la orilla del arroyo, esperando el indulto, el acceso
A todos los sentimientos ocultos, a todos los besos
Los que ofrece, los que guarda, los evidentes, los reservados
Aunque comprendo, asumo y acepto, que mi tiempo ya ha pasado
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