(Y que si llegasen a averiguar,
negaré hasta el fin de mis días)
He descubierto que hay cosas en
mi vida que prefiero que mis hijos no sepan. Rectifico. No lo prefiero. Me
jodería enormemente que pudiesen llegar a conocer.
Y he descubierto que siempre hay
un cabrón que las larga.
Si alguno de los lectores espera
que vaya ahora a describir con detalle oscuros episodios de mi azarosa vida
pasada, simplemente va de cráneo. No pienso soltar prenda. Por eso, porque
siempre hay un cabrón que las larga, uno de los cuales podrías ser tú, amigo
lector.
Decía mi admirado Aznar (coño,
empezamos bien, ya he picado) que España es un país de indiscretos y por lo
tanto, él debía ser discreto. Eso me pasa a mí. La gente que me rodea, magníficas
personas todos ellos, presentar una gama de virtudes extraordinaria, humanas e
intelectuales, físicas y químicas, etéreas y operativas. Excelente sentido del
humor (la práctica totalidad), excelentes cualidades artísticas, si es que
consideramos el arte en un sentido muy muy muy amplio, enorme capacidad para el
diálogo y la dialéctica (alguno se excede) tremendos lectores todos ellos (menos
quienes ellos ya saben)
No puedo ser más afortunado en
ese aspecto. Son todos estupendos. Y medalla de oro olímpica en largar más de
la cuenta.
Como he comentado en algún otro
escrito, esto de escribir un blog me sirve extraordinariamente para relajarme
de las tensiones diarias, para establecer conversaciones al respecto con las
personas que lo leen (¡¡las hay!!) y
para engordar un ego, cuya obesidad es mórbida desde el nacimiento (he vuelto a
picar) Hoy , la motivación no es metafísica ni intelectual, hoy escribo movido
por el más antiguo de los sentimientos del ser humano: la venganza.
Resulta que un extraordinario malaje,
que se hace llamar amigo mío, y que en adelante llamaremos “Don Enrico” decidió
compartir con mis retoños uno de los episodios más vergonzosos de mi vida
profesional, que supuso un fracaso extraordinario y que tendré que arrastrar
hasta el fin de mis días.
El episodio ni es secreto ni
podría serlo, pues estuvo en comidilla de los ambientes serranos durante unas
cuantas semanas, y aún hay malintencionados que aprovechan cualquier importante
acto social (las fiestas, cenas conmemorativas, entierros,…) para recordar ese
momento en aras de un supuesto estrechamiento de lazos fundamentado en
compartir experiencias pasadas.
Yo lo que querría compartir con el
maledicente, no le mencionaré aquí por pudor, pero sí puedo manifestar que los
lazos que me gustaría estrechar se colocarían en su cara anterior en el cartílago
cricoides y en su cara posterior en la apófisis odontoides del axis. Y luego a
apretar. Si alguien piensa que no es muy hipocrático, pues va a tener razón.
No es de justicia que a uno le
afeen un mínimo fallo en una suerte que ha demostrado dominar durante muchos
años en diferentes y no siempre cómodas circunstancias. En lugar de recordar el
terrible error, se podría conmemorizar los enésimos aciertos. Pero eso no vende.
Vivimos de la explotación de la desgracia ajena, en los telediarios, en los sálvame
horarios (o diarios o semanales, que ya me pierdo) No hay espacio mediático
para el acierto o la alegría, solo para la pena y el dolor.
No estoy diciendo que esto que os
cuento me ocurra solo a mí, soy consciente, pero no por eso hace que sea menos
injusto. Y se sufre con estas cosas.
Además, que hay de lo tuyo, Don
Enrico? Empiezo a meterme contigo. Porque no podría parar. No hay blog ni bytes
suficientes para describir los oscuros episodios que salpican tu vida como los
tropezones del gazpacho. Y yo aquí, calladito y aguantando.
Porque podría relatar esos
inmorales episodios que inundaron tus 19 y mis 17, con cuestionables visitas
culturales fronterizas (seré idiota, he vuelto a picar, yo también iba. Y
conducía)
Y tus gustos en cuestión del sexo
opuesto, dan para una Wikipedia completa. Hay que joderse, no dabas una. Seguro
que me contraatacas con…ufff ya iba a picar otra vez.
En fin, no quiero ensañarme
contigo, a pesar de la innoble jugada que me hiciste el otro día revelando a
mis hijos uno de los secretos mejor guardados durante un palet de años.
Somos amigos, eso no va a
cambiar, pero tengo que manifestarte que el momento elegido para tamaña
revelación no puedo ser más inoportuno. Los niños están en una edad muy mala
para recibir informaciones que puedan desmitificar la figura idolatrada del
padre. Máxime cuando estoy nuevamente decidido a proseguir mi exitosa
trayectoria con un epílogo similar al del canto del cisne, tras un ímprobo
esfuerzo de preparación física rigurosa.
Para demostrarte que lo he
superado, que mi madurez personal ha ido desarrollándose de tal forma que soy
capaz de asumir y de convivir con los hechos más humillantes de mi existencia,
simplemente lo expongo al albur de millones de personas en todo el mundo,
potenciales lectores de este humilde blog: Yo fallé un penalti ante Lozoyuela,
a pesar de que estaba plenamente convencido de que era gol. Y lo mandé a las
nubes, en una órbita similar al de Sergio Ramos.
Y convivo con este terrible hecho
durante los últimos veintipico años. Y he sobrevivido.
Pero pa que coño se lo cuentas a
los niños
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Lo que tu quieras