martes, 21 de noviembre de 2017

Cruce De Caminos

Ambos estábamos de paso; Por la ciudad, por el barrio, por la vida. Colisionaron las coordenadas, evitamos el impacto en la medida que pudimos. Pero cuando la neuroquímica actúa, hay que ser muy prudente o muy canalla para driblar en seco y salir por la puerta de atrás.

Yo, desde luego, no soy prudente. Y ella no me pareció muy canalla. Y tuvimos lo que nos merecimos. Efímera felicidad, amarga despedida y nostalgia dolorosa. Lo que viene siendo la vida. Sin críticas, simple descripción.

Me quedo con la oblicuidad de su sonrisa, el azulado de sus ojos, y la transparencia de su ser. La nobleza de su alma, la vehemencia de sus posiciones, la agresividad de la mañana, y la calma del café.

Yo le regalé lo que había en la tienda, saldos de otras temporadas, costuras defectuosas, taras muy visibles, cremalleras a medio cerrar, tejidos almidonados y cuellos gastados. Lo que fue quedando de los tiempos. Supongo que se tuvo que conformar.

Entre mis rebajas y su visa, fuimos pasando etapas, conscientes de que estábamos de paso. No se planteó definitivo hospedaje, relación más estrecha, perspectivas vitales ni escenarios poéticos. Porque estábamos de paso.

No volvimos a cruzarnos, en otro camino, en otra ciudad, en otro barrio. Pudimos hacerlo, desde luego. Puedo llegar a aceptar que en ocasiones di algún rodeo por si hubiese algún cruce de caminos. No puedo hablar por ella, pero tampoco me hubiese sorprendido en exceso.

En alguna ocasión me he preguntado porqué. Quizás debimos intentarlo, apurar los meses, los años, la vida. Incluso me culpo de ello. Pero en esos momentos lo recuerdo. Simplemente estábamos de paso

 

 


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